Carnet de partido

Javier Caraballo escribe un artículo en su blog que refleja hasta qué punto ciertas cosas no han cambiado nada o, si cambiaron alguna vez en alguna parte, han vuelto a ser lo que eran, corregidas y aumentadas.

Brevemente, pues le enlazo al final de este post, les cuento que Javier habla de una broma de día de inocentes, ideada y publicada por Diario 16, trascendió al público de tal modo que muchos creyeron que el asunto era cierto. El PSOE de Felipe González autorizaba la venta del carnet del partido en los estancos, como si fuera un artículo más.

¿Por qué sentó tan mal en Ferraz que tanta gente lo hubiera creído? No fue por la inocentada en sí. Lo malo fue que dieron crédito a la noticia debido al clima de enchufismo, de mordida, de comisión y de mano egipcia como prácticas habituales en aquella España a la que no la iba a reconocer ni la madre que la parió, tal era la consigna del gobierno de la nación (con perdón).

¿Exageración de fachas “nostálgico-reaccionarios”? En absoluto. Ni un ápice.

Javier Caraballo me ha hecho recordar una situación vivida por mí, de esas que, por la propia juventud de uno y sus entonces aún casi intactos idealismo y fe en los políticos, me dejó frío como un pollo congelado en una cámara industrial.

Corría el año ochenta y cinco, más o menos por el mes de abril. Para asegurarme un sueldo de funcionario, empezaba a preparar por aquellos días las oposiciones para agente de la policía local de la ciudad en la que yo vivía entonces. Aquella mañana estaba yo sentado en uno de los sillones de una peluquería de las de toda la vida. Le comentaba al peluquero, que me tenía como cliente desde mis primeros recuerdos, que estaba preparándome para la Local y que ya tenía los temarios. De pronto, salió su hijo de la trastienda – yo ni me había enterado de que él estaba allí – y me sueltó a quemarropa:

- ¿Pero ya te has sacado el carnet del PSOE?

Yo no acababa de saber si me hablaba en serio o era una de sus habituales bromas.

- ¿Cómo?

- Que si ya te has sacado el carnet del PSOE, digo.

Lo dicho. Me quedé frío como un pollo congelado. Igual de tieso. Igual de desplumado.

- Yo no me lo he sacado, por que no me sale de los xxxxxxx. Me hacen la vida imposible. Hace dos años que me tocaba promocionar en el escalafón y no me lo permiten. Que les den por el xxxx. No me saco el carnet porque no me da la gana. Que se xxxx…

Para mí era la primera noticia de que el hijo del peluquero era policía local. Le pedí, desinflado más aún que decepcionado, que me comentara más detalles. Había pasado casi una hora desde que su padre terminó de cortarme el pelo y yo había pagado, y todavía seguía contándome cosas. Desde los desplantes que él y otros habían tenido que soportar por no ser afines al partido, hasta ciertas y famosas oposiciones al ayuntamiento, aprobadas en su inmensa mayoría por opositores recién afiliados a la UGT. Eran los gloriosos años del dominio absoluto de las instituciones por parte del partido socialista, que derivarían en una era posterior, y más nefasta si cabe, en la que la novia del siguiente alcalde, socialista también, logró un desmesurado incremento patrimonial inexplicable. Cosas de los cien años de honradez, digo yo.

En aquella peluquería, desaparecida hace ya tanto tiempo, terminó mi corta vida de opositor, pero empezó a crecer, aunque muy poco a poco al principio, mi gusto por escribir mis opiniones y mis vivencias.

Así que, amigos y enemigos, ustedes que tienen a bien leer mis opiniones y contestarme, échenle la culpa de semejante tortura a la corrupción municipal. Ahora podría estar cobrando un buen sueldo de funcionario local, multando a todo pasto cuando el alcalde lo requiere, y explicándole a un conductor apenado, a la altura de la Mutua Asepeyo de la Avenida de Cataluña, el pasado domingo diez de Agosto, tras mis gafas de sol de terminator: “Nos han dicho que tenemos que sancionar y yo sanciono. Yo sanciono”

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