Hace tiempo sosteníamos un interesante debate mi amigo Fernando y yo sobre cierto tipo de corrupción que continuamente salta a los medios de comunicación.
Nuestras disquisiciones se basaban, sobre todo, en el precio que puede tener una persona honrada que se ve situada en un puesto de responsabilidad por el que pasan a menudo documentos y personas susceptibles de entrar en el juego de la compra venta.
Partiendo de una casi utópica base - una persona honrada no tiene precio – llegamos a otra premisa desgraciadamente más cercana a la realidad en la mayoría de los casos: un buen número de personas honradas también tiene un precio, pero muy alto. Habíamos llegado a esta conclusión recordando comentarios de otras personas, en situaciones que no vienen al caso, y otras que todos hemos conocido por los medios.
Comentábamos el típico ejemplo de algún cargo medio-alto de la política, o el funcionario en un despacho estratégico para ciertas actividades económicas. A dicho funcionario, o político, se le ofrece, por parte de un particular, un soborno de dos mil Euros por tramitar cierta documentación de tal modo que dicho particular, o aquellos a quienes representa, se vean favorecidos por el resultado del trámite. Es muy posible que el funcionario o político honrado se niegue a entrar en el juego. Convengamos que este no será tan honrado como parece si el motivo de su negativa es que no se va a jugar el tipo por dos mil euros. ¿Pero… si el precio del soborno es de cinco millones? ¿O de dos mil euros en cada trámite, con la total seguridad de que nadie se va a enterar nunca de estos manejos?
Coincidirán conmigo que, a partir de estos dos últimos casos, la cantidad de personas que siguen siendo honradas habrá descendido bastante. Así que, aplicando esta hipótesis al asunto que me ocupa hoy (los políticos corruptos y quienes les rodean) llegué a un resultado final. Un altísimo porcentaje de quienes llegan a la política, en cualquiera de sus ámbitos, lo hace movido por el afán de lucro. De hecho, nadie tiene que contármelo para que yo lo crea. En las dos últimas Elecciones Municipales he “rozado” la política, colaborando en una de las candidaturas a la alcaldía de la localidad en la que vivo. Me he involucrado bastante. He participado en mítines. He redactado escritos. He asistido a reuniones y negociaciones con miembros (y miembras, claro) y colaboradores de otros partidos. Y no he podido evitar tener la sensación – que posteriormente se ha convertido en certeza - de que alguna de estas personas que se arrimaban a la política, llegaban poco menos que desesperados por “pillar” despacho oficial, o concejalía, o cualquier otra cosa que le sirviera para escalar posiciones sociales y económicas.
Durante estos pasados días he seguido, en lo posible, como se desarrolla en Las Baleares la operación anticorrupción en la que ya aparecen implicados 11 ex cargos públicos del Partido Popular; partido que ha gobernado durante mucho tiempo en aquella comunidad autónoma. Con toda la gravedad que este asunto pueda tener y que espero que la justicia pueda poner en claro cuanto antes, no dejo de preguntarme ante tantos y repetidos casos de corrupción política en España: ¿La permanencia prolongada en el poder deriva inevitablemente a eso, a la corrupción? Parece que, en muchos casos, sí.
Y surge la siguiente pregunta. ¿Tan ignorantes pueden llegar a ser las instancias superiores, como el caso de Marbella y alrededores, en el que
¿Porque el ministerio público no actúa en la mayoría de los casos en los que se comprueban semejantes incrementos patrimoniales de ciertos políticos y sus correspondientes amigos?
El sentir general es, en mi opinión, el merecido. La política y todo lo que ella toca está llena de trincones de todo pelo y condición. Por supuesto que creo que hay políticos honrados, pero no puedo evitar pensar que son minoría. A los hechos me remito. Me sujeto a tantos casos conocidos, desde las políticas locales hasta la nacional, en los que un “don nadie” recién llegado y con el suficiente talento para pisar cabezas, acaba siendo el más rico del pueblo y con diferencia. Ejemplos de políticos – Aquí en Aragón conocemos unos cuantos – que cambian su parecer tantas veces como sea necesario, y silencian aquello que defendieron anteriormente, con tal de no perder el puesto en
El dicho aquél “el que la hace, la paga” solo vale para los mediocres; para los que no tienen amigos a los que obsequiar, subordinados a los que amedrentar, o para los que tienen un superior suficientemente poderoso de los que te dejan tirado con tal de que nada le salpique. Aquí, casi todos se libran, en las altas instancias. Solo cae alguno, a veces, cuando se ha vuelto demasiado incómodo para el resto del staff y lo aprovechan como cabeza de turco para transmitir la sensación de que la justicia funciona. Y un cuerno, funciona. Aquí se forra hasta el conserje, como me comentó alguien, a la puerta del Ayuntamiento de la capital, saliendo de pagar una multa de tráfico, por parar en un “carga y descarga”, con una furgoneta comercial y la documentación en regla. “Que recurra la multa, pero que primero pague”. “Y el coche oficial del Alcalde, bajo la placa de prohibido estacionar, a las puertas del restaurante Costa Vasca”
Pues eso. Que aquella conversación con mi amigo Fernando acabó como empezó; convencidos ambos de que vivimos en un país de amplia mayoría trincona, ya sea de hecho o en potencia, que todo hay que aclararlo.
La corrupción existe por lo siguiente:
ResponderEliminar-Falta de una conciencia social y ciudadana que censure y condene el comportamiento de los malos políticos.
-Empleo de la carrera pública como forma de medrar y enriquecerse en la vida privada y hasta en ocasiones en la carrera profesional.
-Excesiva y simultánea permanencia en el poder o en los cargos públicos por parte de una persona o un colectivo determinado.
-Ausencia de un castigo ejemplar, equitativo y purificador por parte de la Justicia para el criminal.
Toda persona tiene precio, solo hay que ponerselo. Algunos lo tendrán muy bajo y otros muy altos, pero generalmente por dinero baila el perro.
ResponderEliminarEl problema es que quien les va a castigar si en la justicia tambien hay cada pinta que tira para atras.
ResponderEliminarEstá claro que nadie se mete en politica por obligación. Unos pocos por servir. Muchos, para pillar, como dices tu.
ResponderEliminarBuen post.
Los que vivios en pueblos conocemos muchos casos de autentica corrupcion, pero no se denuncia para no tener problemas, porque nos conocemos todos.
ResponderEliminarAqui el que puede se lo lleva crudo.