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En su editorial del pasado 7 de junio
César Vidal mostraba a los oyentes un momento clave de la historia reciente de
la sociología y de la estrategia política de los Estados Unidos, pero también
en todo occidente.
En éste editorial, el comunicador
explicaba cómo en 1966 dos sociólogos y activistas norteamericanos, Richard
Cloward y Francis Fox Piven, profesores además de Trabajo Social en la
Universidad de Columbia, que tanto fenómeno progre ha proporcionado a la vida
social y política del país, planteaban
una línea de acción que, disfrazada de bondad estatal y asistencia social al
necesitado, no perseguía otra cosa que horadar el modo de vida americano reventando
literalmente el sistema asistencial federal por exceso de gasto, creando así un
caos que posteriormente sería aplacado comprando a vastos sectores de población
mediante subvenciones y, principalmente, con la creación de un “salario social”
que permitiera vivir a cada persona desempleada. De este modo, este
asistencialismo surgido de la ruina conduciría a un socialismo que pretendía
así acabar con la pobreza, a cambio de conseguir un control férreo de buena
parte de la población mediante la coacción por de dinero, haciendo desaparecer
todo vestigio de individualismo e iniciativa entre la población perceptora de
donaciones públicas.
Esta propuesta, explicada a grandes
rasgos aquí pero más detalladamente en el editorial de César Vidal, es conocida
desde entonces como “Estrategia Cloward -
Piven” y no pocos partidos izquierdistas de todo el mundo la han
adoptado como una de sus principales líneas argumentales a la hora de tratar
los problemas sociales que el izquierdismo, una y otra vez, insiste en
solucionar a base de gasto público y subvención, con las consecuencias que
todos conocemos.
Este Editorial de Vidal llamó
poderosamente mi atención por dos motivos.
Uno; hacía exactamente diecinueve
años que yo había leído en un diario digital de Utah un acertado comentario de
un lector que recordaba en aquella ocasión el contenido y el propósito de la estrategia
Cloward – Piven, lo que me llevó entonces a buscar en la red más información
acerca de este asunto.
Y dos; precisamente yo había
terminado de escribir una reseña, para enviar por mail, sobre una información de
junio de 2016 y que incidía en un punto primordial que las sociedades influidas
secularmente por un nacional o estatal catolicismo pasan por alto por ser más
dadas al asistencialismo en lugar de promover desde las escuelas los principios
bíblicos de la economía, el ahorro, el trabajo arduo y la honradez. Dicha
información, como ahora veremos, define el modo de ser de una sociedad en su
aspecto laboral y económico de un modo tan distinto al que, por desgracia, estamos
acostumbrados en España, que no pude por menos que plasmar mi opinión al respecto.
Entrando
directamente en la noticia, resulta que mientras en España algunos
políticos y comunicadores proponen la
implantación de un salario social universal, Suiza lo rechazó hace tres años
por inviable.
El 5 de junio de
2016 los suizos estaban convocados a un referéndum en el que debían decidir si
el gobierno implementaba o no un sistema de retribución básica o social a todo
ciudadano, independientemente de si éste estuviera empleado o desempleado. La
renta propuesta ascendía a la cantidad de 2.533 dólares mensuales. (lo convierto a dólar para hacer más fácil la
comparación posterior) Dicha propuesta fue presentada por un grupo sin
“afiliación política”, pero de claras tendencias izquierdistas y
afortunadamente minoritario. Pero lo que más sorprendería en un país como
España, donde la subvención es un culto y el subvencionado es un votante al que
cuidar con esmero, es que los suizos rechazaron semejante locura económica por
un 77-80 % de los votos al momento de publicarse los primeros datos oficiales,
teniendo en cuenta que los colegios electorales estuvieron abiertos solamente
dos horas, puesto que la mayoría de los votantes ejercieron su derecho por
correo.
Quien haya visitado
Suiza, como es mi caso, o haya vivido allí, habrá podido advertir nada más
llegar al país las enormes diferencias que existen entre aquél territorio
transalpino y España. Sin entrar en otras consideraciones, cualquier visitante
que permanezca unos días en el país notará que aquella sociedad venera el
trabajo, aunque sea en detrimento de otras cosas importantes. De hecho, y para
mayor sorpresa de quien no conozca otro sistema político, social y económico
que el hispano, los suizos rechazaron en el año 2012 ampliar el periodo
vacacional anual de 4 a 6 semanas. Lo que a buen seguro habría supuesto un
shock a más de un trabajador, sindicalista, o político patrio.
La propuesta de
este grupo sin “afiliación política” se concretaba en que esta “Renta de Base
Incondicional”, que así es como llamaron a la idea, consistía en pagar la ya
referida cantidad de 2.533 $ mensuales a todo ciudadano empleado o desempleado,
independientemente de si éste fuera nacional o extranjero con al menos cinco
años de permanencia en el país. Fuentes oficiales calcularon que si esta medida
hubiera sido aprobada, las arcas estatales habrían necesitado financiación
extra anual por 25 mil quinientos millones $ para responder a este nuevo
sistema de pagos. Semejante locura económica, propuesta por dicho grupo
“apolítico”, fue apoyada incondicionalmente por los verdes y la extrema
izquierda pero, afortunadamente para Suiza, una enorme mayoría de votantes contestaron
con sus papeletas una contundente negativa contra una utopía de la izquierda
radical, nuevamente disfrazada de bondad estatal y asistencia social, que
hubiera quebrado económicamente a una sociedad que en el aspecto económico y
laboral aparece como una de las más prósperas del mundo.
Desgraciadamente
para nosotros, una medida así, de ser propuesta en votación en España, sería
aprobada por una mayoría significativa de la población. Además de por
irresponsabilidad hacia el futuro de nuestros hijos, pesaría a favor de tal
medida socialista el hecho de que aquí existen amplios sectores con derecho a
voto que viven subvencionados y no parece que realmente quieran dejar de
percibir pagas a cambio de encontrar trabajo. Los ideólogos de la Estrategia
Cloward – Piven, explicada magníficamente por César Vidal en su editorial hace
escasos días y por aquél inteligente lector de un diario digital de Utah hace ya
19 años, conocían perfectamente, ya en aquél mayo de 1966 de su publicación en
la revista progre The Nation, que a una mayoría de individuos desincentivados,
faltos de recursos y con escasa preparación académica, sería fácilmente
gobernable. Solo sería necesario para ello el proveerles de un salario que
ellos no fueran capaces de ganar, y de un sistema complementario de bienes y
alimentación sufragados por el dinero público.
En España esto nos
puede sonar muy familiar. Ingentes cantidades del dinero obtenido mediante el
expolio de los que producen son destinadas a mantener a clases clientelares que
se mueven entre la economía sumergida y el parasitismo con una maestría digna
de cátedra. El poder lo sabe y el poder capta sus votos. Y si en algún momento
hay un sector que pretende levantarse contra esta insana y nefasta práctica ya
estructural de clientelismo en nuestra
nación, el poder tan solo tiene que mover los resortes del multiculturalismo que
jamás afecta a clases influyentes, de la solidaridad mal entendida pero muy
aceptada, de miedo y odio al capitalismo y de rechazo al que piensa, produce e
invierte. En España, los promotores de estrategias como la “Cloward – Piven”
tienen el campo expedito y a la
resistencia en franca desventaja. Y no es de ahora precisamente, porque desde
inicios de los 90 existe un asistencialismo selectivo a favor de ciertos
sectores y en detrimento de otros, aunque éstos últimos estén mucho más
necesitados y en situaciones verdaderamente críticas.
Enlace al editorial
del César Vidal del 7 de junio de 2019 aquí
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