Puede elegir voz o texto
En la ajetreada historia reciente de la democracia española ningún presidente del gobierno ha salido de Moncloa con tranquilidad.
Suárez fue traicionado por los suyos, por el Rey y
por quienes presumían de ser demócratas en otros partidos. Calvo Sotelo, en
tiempos de un extraño golpe de estado, quedó en el recuerdo como un breve presidente de transición
hacia el felipismo. Felipe González fue el mandatario que institucionalizó la
corrupción en todos los ámbitos de la vida política española y principal sospechoso
de ser la “X” de los GAL. Aznar se fue cumpliendo su promesa de gobernar
solamente dos legislaturas, pero azotado por los terribles atentados del 11M,
cuyas consecuencias fueron el desalojo de un más que seguro triunfante Partido
Popular en aquellas elecciones generales. Rodríguez Zapatero no terminó su
segunda legislatura. Salió por la puerta de atrás, con el bien ganado estigma
de haber sido un completo inútil para los intereses de España, aunque un
dedicado y diligente siervo de toda la maquinaria de ingeniería social que
instauró absurdas y dañinas leyes y abrió una brecha social basada en el
guerracivilismo y el enfrentamiento entre españoles. Y Mariano Rajoy, a quien
la mayoría votante de una moción de censura ha arrojado por la ventana sin miramientos,
ha demostrado, hasta su último día de mandato de esta inacabada legislatura,
ser un hierático tótem que se ha caracterizado, en todo su nefasto mandato, por
no reaccionar, o hacerlo tarde y mal, ante los problemas y desafíos más
acuciantes para España.
Hay quien aún piensa que el PP es un
partido de derecha liberal. No se engañen. Su transformación en partido
socialdemócrata de centro izquierda a imagen casi exacta del PSOE se inició en
el congreso de Valencia de 2008, y se ha producido paulatinamente desde
entonces. El PP no es la derecha, y los hechos y los resultados de todos estos
años de Rajoy como presidente de la formación así lo han demostrado. Rajoy lo
advirtió cuando dijo que “los liberales que se vayan al partido liberal y que
los conservadores que se vayan al partido conservador.” Muchos, entonces,
tuvimos claro lo que iba a suceder en el Partido Popular. Pero muchísimos más
se negaron a aceptar la realidad de lo que estaba por llegar y, definiéndose todavía
como conservadores liberales, confiaban ciegamente en que Rajoy sería un nuevo
Aznar que, como el original, pondría a funcionar nuevamente la maquinaria una
vez llegado a Moncloa, rescatando a España de una feroz crisis que era no solo
económica; también social y política, tal como sucedió en 1996. Jamás podré entender cómo tantos habían
llegado a creer que Rajoy sería ese “nuevo Aznar”, pero la euforia ante la
victoria del PP frente al fracasado Zapaterismo estaba desatada. Como dije
antes, Rajoy había desmantelado y enterrado lo que de liberal pudiera quedar en
el PP que, de facto e intención, era un partido socialdemócrata de centro
izquierda que no tardaría en mostrarse así a sus engañados votantes.
Pero en este país de mayoritario
voto lanar, donde millones votan no de acuerdo a un programa o ideología sino
por fervor a un iconizado líder u otro, los acérrimos al PP, fuera lo que
fuera el partido, confiaban ciegamente en un verdadero cambio respecto a las
dos legislaturas anteriores del infame Rodríguez Zapatero. Y no fue así.
Rajoy sale de Moncloa siendo, en
algunos aspectos, la comparación casi perfecta de un engañador Felipe González.
Rajoy comenzó a gobernar incumpliendo su programa electoral, lo que ya es en sí
grave. Y además continuó el zapaterismo del modo más vergonzoso posible. Muchos
le votaron para que derogara las delirantes leyes de género, y las continuó.
Muchos le votaron para que bajara los impuestos, y los subió más de lo que
pretendían los comunistas en su programa. Muchos le votaron para que hiciera
frente a los independentistas, y siguió siendo tan connivente con ellos como lo
fue desde que asumió la presidencia del PP. Muchos le votaron para combatiese
el sectarismo en los medios de comunicación, y lo reforzó salvando al Grupo
PRISA con dinero público, favoreciendo al mismo tiempo a medios de izquierdas.
Muchos le votaron para que retirara la vergonzosa e inhumana ley del aborto, y
la ha dejado tal como estaba. Mucho le votaron para que hiciera algo en favor
de España, y le ha dado continuidad a la
era socialista que llegó después y gracias a los atentados del 11M. Muchos le
votaron para que frenara a la misma ETA a la que Aznar tuvo prácticamente
derrotada y Zapatero revivió, y ha facilitado que cientos de terroristas
condenados estén en libertad, traicionando la memoria de las víctimas, muchas de ellas del propio Partido Popular. Y muchos le votaron, en fin, para que
combatiese la entonces creciente influencia de la izquierda radical y
populista, y dio apoyo a Podemos en los medios de comunicación más que a
cualquier otra formación política.
Mariano Rajoy es un fraude, y la
historia le juzgará como tal. Es un traidor a los suyos. No solo a sus
votantes. También a compañeros de partido que se jugaron el tipo frente al
terrorismo y que acabaron expulsados de un PP progre y débil aún con mayoría
absoluta. Es el mayor Judas que jamás ha podido tener su partido, al que ha
dejado arrasado en casi toda España. Rajoy es, como Sáenz de Santamaría y el
resto sus vividores, el colmo de la desfachatez, queriendo ahora estar en la
oposición para contemplar el descalabro de otra nulidad como Pedro Sánchez, ha
quien ha facilitado llegar a la presidencia del Gobierno de España.
Queda una segunda mitad de
legislatura en la que el PSOE, en minoría, tendrá que arrodillarse ante
Podemos, independentistas y proterroristas si pretende sacar adelante algún
proyecto, teniendo además en frente a un senado con mayoría Popular. Y el nuevo
presidente del Gobierno Pedro Sánchez, una copia corregida y mejorada del
estulto Rodríguez Zapatero, no aporta ningún bagaje político ni profesional de
consideración. No es más que otro figurín que, como demuestran las hemerotecas,
puede cambiar de opinión y de principios con la misma facilidad que su
predecesor en el cargo, encontrando, además, excusas suficientes para
satisfacer a su rebaño de votantes.
No espero nada bueno de este cambio
de Gobierno. Pero sí veo previsible que en las próximas elecciones, tanto PSOE
como PP vuelvan a perder votos que fuercen a ambas formaciones a refundarse o
desaparecer (ojalá desaparezcan. No merecen otra cosa). Y como siempre sucede,
los beneficiarios de este cambio de Gobierno en minoría serán los partidos
independentistas y los neocomunistas de Podemos.
Veamos pues cómo se desarrolla esta
gran farsa política. Una obra trágica de la que no podemos ser espectadores,
porque la realidad nos fuerza a ser los extras y figurantes de un guión en el
que los malos casi siempre ganan y los buenos suelen acabar derrotados, burlados, y en
ocasiones enterrados.
Enlaces:
Europa Press - La caída de Rajoy, primer presidente quepierde el Gobierno por una moción de censura.
Libertad Digital – Rajoy pierde laMoncloa entre lamentos del PP: “Nos echan”.
El Español – Por qué Rajoy no dimitió antes de ser censurado.
Libertad Digital – La “España mejor”que deja Rajoy.