Puede escuchar el texto al final del artículo.
Desde una óptica objetiva no parece muy
coherente que el papa Bergoglio, máximo dirigente de un estado e institución
que no puede dar precisamente ejemplo de transparencia y buen hacer, vaya
denunciando la corrupción por los países que visita.
Es mi punto de vista. No se trata de
anticatolicismo. Es una mera cuestión de honradez. El líder espiritual de
cientos de millones de personas no debería defender al comunismo, equiparándolo
con su forma idólatra de entender el cristianismo para hablar seguidamente de
la corrupción con una soltura y una falta de memoria dignas de un déspota.
¿Cuándo ha criticado este papa la
corrupción rampante que empobrece Cataluña, donde la propia jerarquía católica
ampara y da cobertura a corruptos e independentistas de la peor especie?
¿Cuándo ha desautorizado a la corrupta
iglesia católica vasca, colaboradora y defensora de asesinos?
¿Por qué no ha reprochado la corrupción
del PSOE, con diferencia el partido más corrupto de Europa, cuando sus líderes
le han visitado en el Vaticano?
La lista de preguntas que se me ocurren
sería tan larga como inútil. Un elemento como Bergoglio, catedrático en
demagogia y doctorado en hipocresía, rige la voluntad religiosa de cientos de
millones de fieles con la misma doblez con la que su iglesia de Roma sigue
obteniendo beneficios enormes participando en empresas de anticonceptivos y
blanqueando dinero de la mafia mediante su propia banca vaticana y sus compañías
internacionales cuyos consejos de administración están dirigidos por los más
significativos nombres de la curia vaticana.
El discurso que este manipulador ha
ofrecido en Mozambique ha sido un compendio de mensajes contra la violencia y
la venganza, contra quienes ofrecen su ayuda solo para enriquecerse y contra la
necesidad de reconciliación para levantar un país arruinado. Pero este discurso
no aguantaría ni una sola de las preguntas anteriores, ni otras muchas. Porque
ni el mejor y más bienintencionado discurso puede sostenerse sobre la base de la
falacia. Por mucho que pretenda Bergoglio dar lecciones de bondad y concordia.
Los antecedentes criminales de su institución por todo el mundo no se borran
con monjas asesinadas en el África central ni con un puñado de pederastas
entregados a la justicia. Se necesita mucho más que eso para corregir siglos de
desmanes y sufrimientos provocados, y hoy en día se necesitan aún más gestos
del Vaticano que corrijan los recientes apoyos de este papa hacia la
inmigración ilegal, sus palabra de tácita justificación ante atentados
yihadistas, y su silencio ante los miles y miles de cristianos asesinados por
el islam en tierras asiáticas.
Mientras esto no ocurra, yo solo veré a
Bergoglio como el farsante líder de una dañina institución que se ha arrojado a
los brazos de la agenda globalista y de la ideología de género con la única
intención de colaborar en la ruina de nuestra sociedad para beneficio de las
élites.
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