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En medio del caos catalán que contamina los
medios de información a todas horas, en algunas tertulias de radio de hoy ha
sido muy comentada la encuesta que Sigma 2 ha realizado para el diario El Mundo
y que ha aparecido en la portada digital de este diario. 775 comentarios de
lectores estaban registrados a las 19 horas. Repasando por encima unos pocos,
se podían leer desde la mayor barbaridad hasta la opinión más equilibrada,
exactamente igual que ha sucedido en un par de esas tertulias radiofónicas, en
las que algunas opiniones no demostraban más que dos cosas: o una ignorancia de
dimensiones catedralicias, o un servilismo político que no lo supera ni el
funcionario más vago y rastrero de cualquier diputación.
No pocos lectores, oyentes y tertulianos
han insistido en la necesidad de que el Gobierno de España en funciones debería
aplicar de una vez el artículo 155, con todas sus atribuciones y hasta las
últimas consecuencias. Pero en lo que nadie ha puesto el punto es en el más que
posible verdadero motivo del por qué, hasta hoy, ni un solo gobierno ha tomado
tal decisión, siendo la realidad que prácticamente a diario, y desde hace años,
hay motivos sobrados para suspender la autonomía en Cataluña, intervenir sus
instituciones públicas y encausar a todos sus responsables por diversos y muy
graves delitos.
Aún
no hace demasiado tiempo que el indeseable Jordi Pujol aseguró públicamente que
si él hablaba, caería todo el Estado. (ver link) Y no bromeaba ese remedo de Yoda
reconvertido a mafioso con ínfulas supremacistas. Que el independentismo
catalán haya disfrutado siempre de un status especial, incluso cuando sus votos
en el parlamento nacional no han sido necesarios para una coalición de
gobierno, solo puede tener una explicación convincente: la corrupción
generalizada en la política, la banca y el mundo empresarial que en no poca
medida se extendió desde las oligarquías políticas y económicas catalanas,
corrompiendo a todo el que gustosamente se ha dejado corromper a cambio de
ceder cotas de poder para dichas oligarquías y en claro perjuicio para la
nación española.
Una
corrupción generalizada que en los últimos 15 años ha conocido su punto álgido
si nos atenemos a los innumerables escándalos, y no solamente económicos, que
han llenado portadas, artículos y resúmenes informativos, y que en un alto
porcentaje imposible de ignorar han apuntado hacia los bancos y empresas que se
mueven al dictado de esas oligarquías catalanas. Las mismas que han acogido sin
disimulo a cuantos políticos, sindicalistas, periodistas y funcionarios les
hayan prestado fieles servicios a cambio de un retiro de oro en cualquier
consejo de administración o departamento similar de una de esas empresas, sin
importar que el acogido corrupto no tenga ni de lejos la preparación y
experiencia para ocupar un cargo de esas características.
Particularmente
no creo que el gobierno socialista en funciones se resista a aplicar el
artículo 155 “porque no se dan las condiciones necesarias”. Cualquiera,
gobierno incluido, puede apreciar que sí se dan. Pero, ¿cómo va a morder el
PSOE la mano que le da de comer? ¿Desde los inicios de esta pseudo democracia,
en cuantas ocasiones la banca catalana ha condonado millonarias deudas al
partido socialistas en agradecimiento a los favores políticos recibidos?
¿Cuántos exministros, exconsejeros, exalcaldes y demás parásitos han sido
llevados, al finalizar de sus vidas públicas, a los consejos de administración
y dirección de las grandes compañías catalanas que todos tenemos en mente, para
sentarse en cómodos sillones y cobrar sueldos anuales de cientos de miles de
Euros? ¿Cuántas empresas catalanas han sido beneficiadas por decisiones
políticas que, aun perjudicando a millones de españoles y decenas de miles de
otras empresas españolas, el presidente, ministro y consejero de turno han facilitado
incluso en contra de intereses estratégicos nacionales?
Hoy,
el papel de traidor a España le corresponde al inepto Pedro Sánchez.
Anteriormente dicho papel lo interpretó a la perfección el traidor Rajoy,
heredero del infame Zapatero. Antes que todos ellos, Aznar, el mejor gobernante
de la nación que España tuvo desde Carlos Tercero, también calló en el mismo
pecado de favorecer a las oligarquías catalanas. Felipe González fue gran amigo
de Pujol, aunque el mejor amigo en la élite política fue siempre el rey Juan
Carlos. Y así podríamos remontarnos muy atrás en la historia para añadir a la
lista al general Franco -al que tanto
odian los indepes catalanes y que tanto benefició a Cataluña- para continuar
con las monarquías alfonsinas que cometieron el mismo error de los gobernantes
que les precedieron, que fue el permitir y fomentar que el poder económico y
político nacional se concentrase en Madrid, Cataluña y las Vascongadas en un
claro detrimento de los intereses del resto del territorio español.
¿Activará
Sánchez el 155? ¿Y si lo hace, aplicará el 155 en perfil bajo como hizo su
cobarde antecesor Rajoy?
El
falsario “Doctor” Sánchez sabe muy bien que aplicar el artículo 155, intervenir
la autonomía catalana, tomar el control de sus instituciones, incluidos los
medios de comunicación vendidos al nazismo independentista, le impulsaría en
las encuestas. Mi convencimiento es que si así lo hiciera, el vuelco de votos
hacia su candidatura podría darle incluso la mayoría absoluta, porque muchos millones
de españoles agradecerían que de una maldita vez un gobierno de España pusiera
en el sitio que le corresponde a toda esa banda de ladrones y corruptos.
En
la misma encuesta de Sigma 2 para El Mundo, ni uno solo de los líderes
políticos supera los 4 puntos sobre diez de valoración de líderes. Transmiten
todos ellos tal imagen de inoperancia e incapacidad, que el más valorado, con
3.79 puntos, es este presidente Sánchez en funciones de probado falsario
currículum y contrastada habilidad para hacer hoy lo que ayer criticaba de
otros.
Es
la corrupción la que impide aplicar el artículo 155, del mismo modo que es la
corrupción la que mantiene vivo y sano al independentismo catalán. La misma
corrupción que sujeta las atadas manos a Sánchez, como anteriormente a Rajoy,
como también a los gobernantes que les han precedido. Una corrupción tan
inmensa, extendida y aplastante, que si Jordi Pujol “hablara”, “caería todo el
estado”. Si Sánchez no fuera corrupto y su partido no fuera otra de tantas
cuevas repletas de ladrones, la intervención efectiva y real de la autonomía
catalana daría mayoría absoluta al PSOE.
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