Puede escuchar el texto al final del artículo
Greta Thunberg ya es marca comercial. O lo
será en breve. La niña de gesto enfadado y demagogia desatada anuncia en su red
social que tiene intención de registrar su nombre y el de su grupo “viernes
para el futuro” porque quiere protegerlos de personajes que los usan sin su consentimiento
para contactar con políticos y compañías por todo el mundo con fines
comerciales.
Desde un punto de vista empresarial, no es
mala decisión. Quién sabe cuánto dinero podría ganarse tan solo en un año si
cada adolescente deseoso de nuevos ídolos
-es decir, la práctica totalidad de los adolescentes- comprase una
carcasa para su teléfono por un módico precio con la cara indignada de Greta,
otra carcasa con la misma protagonista en primer plano, pero sonriendo, que
sería algo cara porque ver alegre a esta niña del exorcista no es lo habitual,
o incluso una taza con alguna de sus lapidarias frases del tipo “han robado mis
sueños y mi niñez con sus palabras huecas”
Porque, no nos engañemos, la gran patraña de
la histeria climática siempre ha sido un gran negocio y ha funcionado como una
gigantesca maquinaria de manipulación de masas. Con la perspectiva del tiempo
es innegable que las predicciones catastrofistas no se han cumplido, pero no es
menos patente que la alarma originada por los falsarios gurús del cambio
climático se ha traducido en abultados beneficios para empresas editoriales,
compañías audiovisuales, fábricas de productos alimenticios, cosméticos y de
limpieza… y un largo etcétera de corporaciones, escritores, periodistas,
comunicadores, políticos, empresarios… que
han resultado ser los beneficiarios del pánico promovido por esta casi
imparable y mediática corriente de temor y culpabilidad que tantas personas por
todo el mundo han asumido, sin percibir por un solo momento que están siendo
manipulados. Y la familia de Greta Thunberg se cobra su parte del botín.
Como ya se comentó en este blog a principios
de diciembre de 2019, los padres de la niña climática poseen bastante
experiencia en la cosa pública del espectáculo. El padre, dedicado a la música,
y la madre, cantante de no demasiado éxito fuera de su país, saben bien el que
tirón mediático hay que aprovecharlo cuando se presenta. Ellos lo saben, y el
entramado de intereses de la agenda globalista que les arropa, también. Y al
tiempo que diversifican el negocio y patrocinan los inicios musicales de la
hermana de Greta, Beata, a la que no le ha dado por el clima sino por el
feminismo radical, parecen haber llegado a la conclusión de que semejante fenómeno
mundial, el de una Greta a la que invitan a convenciones internacionales por el
hecho de haberse manifestado varias veces frente al parlamento sueco, lo que para
algunos ya la califica como experta en clima y hasta en sociología, debe ser
protegido ya desde un punto de vista de marca. Así que el registro oficial del
nombre Greta Thunberg y su movimiento social permitirá usar esos términos como
marcas comerciales, si llega el caso. Y no sería de extrañar que si Greta,
algún día, desciende de su nube de santidad climática, pone los pies en el
suelo y mira a su alrededor, y advierte que tras años de predecir catástrofes y
hacer el juego a la agenda globalista lo que ha sucedido es que el clima sigue
cambiando porque es lo que ha hecho desde que el mundo es mundo, y que los
estrategas de Soros la han convertido a ella en un ejemplo más de superchería,
quizás se decida a lanzar al mercado una línea de moda o un libro de recetas
vegano-meteorológicas. Haga lo que haga, en ese terreno, le irá bien, porque
siempre habrá personas dispuestas a consumir el producto que patrocinen este
tipo de personajes.
En realidad, cualquiera puede pensar que las
intenciones de Greta y su cónclave puede que no sean tan mercantiles. Que hacen
todo lo que hacen por amor al arte, al planeta y a las generaciones venideras.
Pero si se estudian detenidamente los hechos desde el principio de esta
historia, se hace muy presente una duda más que razonable sobre las verdaderas
razones de lo que está sucediendo. Quizás Greta Thunberg se cree su papel. Incluso
puede que sus padres también. Pero el entramado que hay tras ellos desprende un
olor a manipulación y negocio que tan solo los ingenuos y los necios se niegan
a apreciar.
0 comments:
Publicar un comentario
Cualquiera es libre de opinar aquí. Pero quien opine será responsable de sus palabras.