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Hay muchas formas de engañar, y una de ellas es
decir que se pretende hacer algo con un objetivo concreto, cuando la realidad
es que el verdadero objetivo es otro muy diferente.
Hace muy pocos días, y según el BOE, ha sido
aprobada la orden SND/297/2020 por la que se autoriza un estudio sobre la
posibilidad de crear y usar aplicaciones encargadas expresamente por el
gobierno para el rastreo generalizado de los teléfonos móviles de la población
española con el objetivo de recabar datos para “fines estadísticos y
sanitarios” con los que poder contener y controlar la pandemia de Covid19.
Iniciativas semejantes ya están funcionando en
otros países, como Singapur e Israel, donde el cometido de sus aplicaciones es
averiguar qué individuos están saltándose la cuarentena.
Las dos inevitables preguntas, que además
surgen en un clima de merecida y completa desconfianza hacia el gobierno PSOE –
Podemos, son si la aplicación que las autoridades usen en España tendrá
solamente la supuesta utilidad de lograr una cuarentena más efectiva, y si una
vez finalizada la alerta sanitaria, el gobierno desactivará el control sobre
los ciudadanos o si lo mantendrá posteriormente bajo cualquier excusa.
Como siempre sucede, los bulos y las medias
verdades corren por la red también respecto a este asunto. Una mayoría de
personas creen que con deshabilitar los servicios de geolocalización de su
móvil ya no podrán ser rastreados. Esto es completamente falso.
La telefonía móvil para el gran público lleva
funcionando unos 30 años, aunque no se popularizó definitivamente hasta 1996.
Por ceñirnos solo a España, allá por el año noventa ya operaba la red de
repetidores de Moviline, de tecnología analógica, que al principio aseguraba
cobertura solamente en capitales de provincia. Y ya entonces era posible
localizar la posición casi exacta de un terminal valiéndose de una tecnología
que no estaba al alcance de cualquiera, pero que las fuerzas armadas ya usaban
para asegurar, por poner un ejemplo, itinerarios de personalidades. Moviline
era la marca de Telefónica de España, (CTNE), pero existían otros servicios
privados, aunque mucho menos extendidos.
Desde entonces hasta hoy, cuanto más
sofisticado es un terminal móvil, más susceptible es de ser intervenido y
localizado; y uno de los motivos es que las marcas, para poder vender sus
productos en ciertos países, deben cumplir con las especificaciones que imponen
las autoridades de esos países. Y algunas de esas especificaciones,
prácticamente nunca publicadas, hacen curiosas referencias a las características
de geolocalización de los terminales por GPS, por posición triangulada entre
repetidores, y por la posibilidad de que la arquitectura y el software de esos
móviles sean susceptibles de ser intervenidos independientemente del tráfico de
voz y datos que ejecuten en cada momento.
De modo que ya tenemos varios métodos de
localización de una persona por medio de su móvil: GPS, red, tráfico de datos,
y voz. Existe algún medio más para hacerlo, independientemente de las apps que se
pueden descargar de la red, pero requieren de una tecnología que, por su precio
y disponibilidad, no suele estar a mano de cualquier consumidor.
La iniciativa que el gobierno socialcomunista
de España ya ha puesto en marcha contará con la ayuda obligada de los
diferentes operadores de telefonía móvil que trabajan en España, quienes
deberán enviar todo su volumen de datos de tráfico de clientes al organismo que
se encargará de esta nueva cacicada de los sin par Sánchez e Iglesias: la
Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, dependiente
del nuevo ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Sin
embargo, ni la Secretaría de Estado ni el Ministerio serán los responsables del
tratamiento que se aplique a los datos, cuya tarea recaerá en el INE, Instituto
Nacional de Estadística, lo que constituye una garantía de que si alguien
decide denunciar las posibles prácticas ilegales que se puedan dar en este
proceso, la denuncia y la posible instrucción del caso se dilate durante años
por pasarse la pelota entre las distintas administraciones. Una táctica de
dilación muy manida en las políticas municipales, autonómicas y nacionales.
En cualquier caso, se ha puesto en marcha una
maniobra de control de la ciudadanía ya antes sugerida por ciertos políticos
bajo circunstancias mucho menos graves. Y conociendo el jaez de la clase
política y gobernante, y de los amos a quienes sirven, nada, absolutamente
nada, nos garantiza nuestra privacidad mientras llevemos encima un teléfono
móvil.
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