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Pablo Iglesias mintió cuando aseguró que no
tenía comunicaciones en su casa –ni
internet ni teléfono- y que tal cosa era
motivo suficiente para romper su cuarentena y asistir al consejo extraordinario
de ministros del pasado sábado 14 de marzo.
Pablo Iglesias mintió y hay dos hechos que lo demuestran.
Uno. Ninguno de los operadores de telefonía e
internet que dan cobertura al área donde vive el vicepresidente han reportado
avería alguna, ni de voz ni de datos, en ninguno de los repetidores o
acometidas de cable del lugar.
Dos. El vicepresidente Iglesias, como
político, como comunista, y como falsario contumaz, estará acostumbrado a
tomarle el pelo a la ciudadanía con el propio convencimiento de que diga lo que
diga y haga lo que haga, siempre habrá unos cuantos que le crean como los griegos
creían al Oráculo de Delfos. Pero la realidad, cuando hablamos de la seguridad
de un estado, es mucho más compleja de la que imaginan un común de ciudadanos
lanares que se conforman con lo que les cuente cualquiera de los políticos que
les chulea.
En países como España, Francia, Italia, Reino
Unido, Estados Unidos, Rusia, etc., las contingencias de comunicaciones
necesarias y estratégicas están contempladas y planificadas casi a la
perfección. Un presidente de gobierno, un vicepresidente, un ministro de
interior, de defensa, de sanidad, un militar de alta graduación que tenga
responsabilidades especiales en el estado mayor, en los servicios de
información, inteligencia, contrainteligencia, un máximo responsable de un cuerpo
policial o de estamentos como aviación civil y actividad portuaria… y hasta
personas fuera de la política y de la autoridad pero consideradas como de “interés
estratégico por su actividad económica y empresarial, disponen de sistemas de
comunicaciones, gestionados por dichos estados, y que no caen cuando sí lo hace la telefonía y
las redes de datos por las que corre internet.
Parte del equipamiento habitual que acompaña a
un presidente y que está disponible en los hogares y medios de transporte de ciertos
vicepresidentes y personajes como los antes citados es un kit de comunicaciones
autónomo que asegura en todo momento que el interesado dispondrá de teléfono y
red, ya sea por satélite o aprovechando las redes de repetidores de los
diferentes proveedores de servicios que se hallen en las proximidades. Incluso
en alguna ocasión de necesidad, esas redes han sido intervenidas sin el
conocimiento de los operadores propietarios. Estos kits, cuyas prestaciones son
de muy alto rendimiento y autonomía, al menos en el caso de los estados
español, italiano y francés, son proveídos por una compañía extranjera de
capital norteamericano e israelí que ha
colaborado con su tecnología en la cobertura de diferentes misiones de agentes
y equipos especiales de estos tres países en territorios extranjeros.
Por razones obvias, al igual que las
comunicaciones particulares de un presidente y sus vicepresidentes están
completamente monitorizadas durante su mandato y durante mucho tiempo después, todos
ellos disponen de este tipo de kits, además de teléfonos móviles especialmente
protegidos y encriptados.
Pablo Iglesias sí disponía de comunicaciones en
su casa el sábado 14 de marzo. Tanto la red de los operadores habituales que
prestan servicio de voz y datos al vecindario de Galapagar, donde vive este
contumaz mentiroso reconvertido de comunista lastimero a casta de auto ministerial,
como el kit oficial de comunicaciones para personalidades, estaban ambos operativos.
Pero Pablo Iglesias asistió al consejo extraordinario de ministros porque
Presidencia de Gobierno, por orden de ese Presidente Sánchez que no podría
dormir tranquilo si gobernaba en pacto con Podemos, se negó a facilitar al
líder comunista acceso por videoconferencia a la reunión. Y Pablo Iglesias no
podía permitirse no asistir porque sabe perfectamente que esta tremenda crisis
del coronavirus le ofrece alguna posibilidad de dar un golpe definitivo al
equipo de gobierno socialista con el fin de conseguir mayor influencia. No es
casual que, tras finalizar el consejo de ministros, Iglesias haya vuelto a
desaparecer, consciente del desgaste que los socialistas están soportando por
su propia ineptitud para anticipar y gestionar esta crisis. Él y su amante
tienen sus propios problemas en casa con el coronavirus. Pero que nadie dude
que Podemos está al acecho y que, hoy por hoy, es el mayor enemigo político de
su socio socialista en el gobierno de la nación. Una vez más Pablo Iglesias ha
mentido a los españoles. En esta ocasión poniendo en riesgo la salud de otros.
Lo que le importa es el poder como medio para conseguir su objetivo: el poder
necesario para facilitar un golpe comunista en España.
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