Esta acertada cita es atribuida al editor estadounidense Joseph Pulitzer, y en ocasiones me pregunto si él no estaría pensando alguna vez en el periodismo español en el momento de escribirla. Que por lo general las informaciones y opiniones de la gran mayoría de los periodistas españoles, y los medios que los acogen, son partidistas, interesadas y serviles al poder, es algo tan obvio que hoy día a quien se le ocurra negarlo, no se le puede calificar de otro modo que no sea de ingenuo, de estúpido, o de ambas cosas.
Si en asuntos nacionales los medios españoles, sus periodistas y sus comunicadores (con muy honrosas y escasas excepciones) han demostrado un enorme, continuado y dedicado talento en la tarea de desinformar, distraer y ocultar lo que realmente está sucediendo en nuestra nación no queriendo identificar y exponer los verdaderos y profundos problemas que atenazan la libertad en España en todos los ámbitos, en cuanto a información internacional han demostrado, además de todo lo anterior, una ignorancia tan extensa, como servil y cobarde es su afán por agradar al amo que les mete dinero en sus bolsillos.
No se puede achacar a la ideología política el hecho de que periódicos tan supuestamente dispares como ABC y El Diario hayan coincidido casi milimétricamente en sus críticas hacia Donald Trump en algunos de sus artículos de los últimos meses, o que ambos persistan en declarar como presidente electo a Joe Biden apresuradamente y al dictado de lo que ordena la agenda globalista, demostrando que ninguno de sus columnistas tiene idea de lo que es un presidente electo y a partir de cuándo se le concede ese cargo provisional. No es política, ni ideología, porque ABC dejó de ser un diario confiable para una derecha española que ya no es derecha, y que se ha sumergido irremisiblemente en el ideal de “derecha” socialista y globalista que un degenerado y traidor Partido Popular abrazó desde que Mariano Rajoy llegó a su presidencia.
La cobertura de los medios españoles de las elecciones norteamericanas y la posterior polémica sobre el más que posible fraude electoral cometido por el Partido Demócrata del dúo Biden / Harris es causa de auténtica vergüenza para cualquier espectador, oyente y lector pensante. Al descarado y estomagante partidismo por la candidatura demócrata de las televisiones, radios y diarios se suma un muy mediocre trabajo periodístico que no parece ir más allá de tener conectada la CNN (por supuesto en español, porque la preparación en idiomas de muchos de estos periodistas es tan escasa como su profesionalidad) para copiar y difundir contenidos sin el más mínimo criterio objetivo y sin esa necesaria imparcialidad que en España quedó a un paso de ser especie en peligro de extinción por lo menos desde los tiempos de la Regencia.
Digitales como Ok Diario, de declarado apoyo a Vox y muy beligerante contra la corrupta izquierda española, o El País el eterno defensor de la izquierda incluso en sus mayores corrupciones y crímenes, Heraldo de Aragón, con su meritoria facilidad para acudir siempre en auxilio del vencedor, o Diario Crítico, veleta, sin sustancia y completamente prescindible, o un Libertad Digital que de inicio cayó tontamente en la trampa progre de dar a Biden como vencedor con un desparpajo sorprendente que tuvo que corregir a toda prisa, o radios como Cope y Ser, una, supuestamente de derechas pero católico-socialista hasta las trancas de la Conferencia Episcopal y la otra casi más izquierdista que el indeseable Pablo Echenique, o televisiones tan dispares como La 1 y 13 TV, la primera estatal y por tanto ama de llaves del socialismo de Rajoy y del Comunismo de Sánchez, y la segunda tan pronto enamorada del nuevo sindicalismo de Santiago Abascal, tan rápido entregada al españolismo pendular de Pablo Casado y el PP, prácticamente no hay medio que se salve de ser protagonista de esta conjura de los necios que proyecta una imagen corporativa de medios de información españoles digna de república bananera. La nefasta imagen del periodismo en España y la indignidad manifiesta del común de sus profesionales nunca, como ahora, había llegado a merecer con tanta justicia aquella frase: “no le digas a mi madre que soy periodista. Ella cree que soy pianista en un burdel”.
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