Hay ocasiones en las que la vida te obliga a parar. O, cuando menos, te lo sugiere.
Hace unas horas que Enrique de Diego
me llamó para comunicarme que su diario digital Rambla Libre dejaba de
publicar. “Posiblemente solo durante un tiempo”, me dijo. Las causas se quedan
para él, y para mí, ya que tuvo la confianza de compartirlas conmigo. Causas
que comprendo completamente. Pero no
puedo evitar sentir tristeza por un digital que apaga las luces y cierra la
puerta. Tristeza más profunda en estos oscuros tiempos en los que no andamos sobrados
de medios que publican sin temor al poder ni a la censura y sin perseguir la
limosna ni el favor de los corruptos. Ignoro si Rambla Libre volverá a publicar.
Pero lo que sí puedo afirmar es que me sentí muy honrado cuando Enrique de
Diego me propuso colaborar en su digital, sin ninguna cortapisa y sin ningún guion.
Mi retribución durante este año y medio de colaboración ha sido mi amistad con
de Diego. Ha sido más lo que nos han unido que lo que pueda haber marcado alguna
diferencia. Seguramente esto es lo que define a las amistades duraderas. Pero a
veces la vida te pide parar. O te lo sugiere. Y no están los tiempos para
desoír consejos sabios.
Que Rambla Libre vuelva pronto, Enrique. La voy a echar de menos.
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