Reconozco que impresionan al primer vistazo. No es lo mismo verlas en un noticiario de televisión, ni mucho menos en las fotos de algún diario. Pero encontrarlas al doblar una esquina y casi darte de cara con ellas…
En Zaragoza viven muchos inmigrantes provenientes de países árabes; como en otras ciudades españolas. Los hay de todo trato y convivencia, como en todas partes. Se ven muchos que tiene aspecto, si observamos sus maneras, de respetar los preceptos de su religión, y también hay muchos que beben cerveza por la calle y que sus esposas no llevan ningún tipo de velo o distintivo islámico. Pero aquí yo nunca me había cruzado con mujeres vestidas con burka.
Pasé a escasos dos metros de ellas. Caminaban en silencio. Supongo que no debe ser fácil comunicarse vistiendo así, pero también supongo que eso es precisamente eso lo que se persigue, vistiendo de ese modo. Las observé durante un buen rato, aprovechando que tenía que esperar en un paso de peatones, de modo que no fuera muy descarada mi actitud. Pararon durante un momento a mirar el escaparate de un supermercado llenos de carteles de ofertas. Acto seguido se encaminaron hacia una frutería cercana.
Al perderlas de vista, seguí mi camino, pero no pude quitármelas del pensamiento durante bastante tiempo. En realidad, lo que me había impactado tanto no era su aspecto, aunque no se puede negar que ver a dos mujeres cubiertas desde los pies a la cabeza y con una rejilla que le impide ver a uno cualquier rasgo de sus rostros es algo que, cuando menos, llama mucho la atención.
Lo que me había impresionado más fue el aluvión de pensamientos que había acudido a mi cabeza a los pocos segundos de observarlas. Pensamientos que me acompañaron recurrentemente durante muchas horas de aquél día y que, posteriormente, vuelven como flashes a mi mente.
Yo no sabía entonces, ni aún lo sé ahora, si estaba viendo a dos mujeres poco menos que esclavizadas por una religión que da por sentada e indiscutible la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer, y que establece como uno de sus principios que la mujer en sí es tentación y puerta abierta al pecado; o si estaba contemplando a dos mujeres que asumen y participan voluntariamente en dicha religión, ya sea por convencimiento o por miedo. De lo que sí estoy seguro es del significado, cada vez más actual, y necesario también, de aquella cita de Edmund Burke, de la que hice referencia en alguna ocasión: “Hay un límite en el que la tolerancia deja de ser una virtud”
¿Hasta qué punto debemos tolerar que estemos obligados a “respetar” o “comprender” semejantes prácticas?. ¿Es justo que se pretenda prescindir de símbolos cristianos, tradicionales en este país, forzando un laicismo de conveniencia y demagogia, para convivir seguidamente con estos actos que solamente representan falta de derechos y libertades de las personas?
Cada vez que me respondo estas preguntas, termino por llegar siempre a la misma cuestión: ¿bajo qué punto de vista deciden quienes nos gobiernan el concepto de libertad, el de tolerancia y el de respeto?
¿Aplican ecuánimemente dichos conceptos quienes pretenden “descristianizar” a toda costa la imagen pública de España, permitiendo que en algunos lugares de culto islámico exista la llamada “puerta de las mujeres”, tal y como aparece escrito en las fachadas? ¿Es ético y moral, procurar entorpecer los cultos cristianos (hay muchos, además del católico) y permitir abiertamente la manifestación de otras religiones que sí fomentan la sumisión y la desigualdad de géneros?
A fuerza de preguntarme esto mismo durante años, no puedo por más que llegar siempre a la misma conclusión. Que la “progresía” española, a parte de un extraño movimiento social falto de una verdadera identidad, principios e ideología propios, sí es en cambio, el mayor ejemplo de hipocresía social que hayamos tenido en España desde hace mucho tiempo. Es por todo esto que no temo ni por un instante que los progres nos califiquen como fascistas radicales a quienes decidimos no tolerar ciertas prácticas ni ciertos hechos que vulneran los derechos de las personas. Mediocres liberales seríamos si, por miedo a los gurús de lo políticamente correcto, transigiéramos ante sus dictadores preferidos.
Considero muy grave, y tremendamente nefasto para nuestra sociedad, que buena parte de la política social “progresista” se dirija por estos particulares modos de aplicar la libertad; porque, si bien es cierto que se debe luchar no solo contra el maltrato físico a las mujeres, sino que también contra todo tipo de vejaciones y humillaciones que puedan sufrir, me parece tremendamente cobarde y servil el que ni siquiera se critiquen estas otras actitudes en las que la mujer se valora poco más o menos que como una hembra reproductora y objeto de placer sexual al servicio de su esposo, en aras de una alianza de civilizaciones en la que únicamente los occidentales debemos transigir, a la vez que sentirnos culpables por ser precisamente eso; occidentales.
Particularmente opino que todo desagravio contra la persona debe de ser evitada. Lo del burka para mi es algo indigno de una sociedad, pero a su vez también lo puede ser las religiosas clausuradas para otros y en cambio estas religiosas aceptan esta forma de vida y nadie vemos que estan en una especie de carcel apartado de la sociedad.
ResponderEliminarYo creo que no podemos decir a nadie que para vivir en España debe de dejar de usar determinada prenda, pero si está obligado el estado hacer un seguimento a estas en cuestión y saber si verdaderamente lo hacen por motu propio, o por esclavitud reigiosa. No se si me explico.
Yo lo único que digo es que si yo tengo una tienda,o negocio, o algún tipo de servicio público y me viene alguien así, yo no la atiendo por que no me da la gana.Me gusta dar la cara y hablar en las mismas condiciones con quien yo hablo.Y que vengan la "carapasa" la Bibiana,y toda su parentela junta a decirme algo si se atreven...
ResponderEliminarDetrás de un burka puede haber una mujer , un hombre, un terrorista o cualquier persona hombre o mujer que quiera esconderse por los motivos que sean.
ResponderEliminarDe aquellos que imponen a sus semejantes por obligación taparse la cara, o de aquellos que dan su visto bueno sin discrepar, no me fío en absoluto..mal asunto..mala conciencia...peor sociedad..
Yo no compararía a las musulmanas con burka con las monjas de clausura.
ResponderEliminarLas monjas están ahí por voluntad propia, y pueden expresarse libremente cuando quieran. Las del burka, ni mucho menos.