La política nos ofrece habitualmente espectáculos vergonzosos.
Vergonzosos porque los protagonistas de estos espectáculos, que no son políticos por obligación, pasan por ser servidores públicos cuando lo cierto es que están ahí para servirse de lo público. Vergonzosos, porque los casos de corrupción, de clientelismo, amiguismo, nepotismo y otro buen número de “ismos” no son excepciones que confirma una regla. Más bien son la tónica habitual. Y vergonzosos porque, pasado un tiempo, la inmensa mayoría de estos personajes no tienen que responder por las tropelías que han cometido.
Desde hace unos pocos días existe un cierto revuelo en algunos ambientes zaragozanos. Y no es para menos. Al actual alcalde de la ciudad, Juan Alberto Belloch, le desbordan sus propias ocurrencias. Si bien hace tan solo un par de días me extendí sobre sus patinazos lingüísticos, hoy no puedo evitar referirme de nuevo a él y una de sus iniciativas que, incluso dentro de los socialistas zaragozanos, está causando verdadero apuro.
Una vez terminada
Sin contar al actual, cuatro han sido los alcaldes que ha tenido Zaragoza desde entonces. Ramón Sainz de Varanda, Antonio González Triviño, Luisa Fernanda Rudi y José Atarés. Seguramente , a cada uno de ellos se le podría colgar alguna etiqueta con respecto a su gestión, cosa con la que no suelo estar de acuerdo, excepto en algún caso en el que no quede más remedio que hacerlo, dadas las características de su gestión. El primero, Sainz de Varanda, ya obtuvo la medalla a título póstumo. Y el segundo, González Triviño, es el merecido objeto de polémica de estos reconocimientos que saben a componenda y a trágala.
Quienes creyeron en su momento que, muerto Sainz de Varanda, se despejaría esa nube de sospechas y corruptelas que ensombrecía al ayuntamiento y otras administraciones locales, se dieron cuenta bien pronto que todo seguiría igual. O peor.
Triviño llegó a la alcaldía en medio de atroces desavenencias dentro del Partido Socialista zaragozano. Esa fue la única oposición que tuvo en la campaña electoral. El resto de los partidos se mostraron realmente apáticos y faltos de interés por otra cosa que no fuera sus propias luchas intestinas.
Poco tardaron algunas personas del círculo próximo al nuevo alcalde en incrementar espectacularmente sus patrimonios. También se dieron abundantes quejas de presuntas irregularidades en contrataciones y oposiciones al propio ayuntamiento y otros estamentos de la ciudad. Y aún con semejante panorama, Triviño ganó un segundo mandato para la alcaldía.
El resumen de su gestión al frente del municipio se puede catalogar, como dijo ayer en el pleno del Ayuntamiento el portavoz de Chunta Aragonesista, Juan Martín, como el recuerdo de los años oscuros, donde la gestión del consistorio se vio salpicada de escándalos.
Atrás quedaron aquellos años en los que el menudeo de prebendas y golfadas de todo tipo, no solo de aquél alcalde; también de quienes estaban a su alrededor disfrutando de despachos, consejerías y delegaciones, era moneda corriente y, además, nada disimulada. Como pasa casi siempre, ninguno de los que entonces “pillaron” a manos llenas ha rendido cuentas a la justicia. Triviño, seguido irremediablemente por su estela de sospecha, pasó a ser eurodiputado y, fiel a su modo de hacer, acabó teniendo problemas con su propio partido por ciertas dietas y asignaciones que no tuvieron tampoco una administración, digamos, transparente.
El próximo sábado, 4 de Octubre, Triviño recibirá la medalla de oro de la ciudad de Zaragoza, junto a los anteriores alcaldes citados. El Partido Aragonés cierra la boca y no dice nada en contra. No se debe morder la mano que le da de comer a uno, ni meterse en barrizales de los que es imposible salir limpio. El Partido Popular tampoco se muestra particularmente interesado en quejarse sobre el particular, quizás porque sus dos anteriores alcaldes se llevarán también sendas medallas, quizás porque, en anteriores días, Domingo Buesa ha sido galardonado por Juan Antonio Belloch con la medalla de Cronista de
Para concluir. Antonio González Triviño recibirá su “merecida” medalla de oro, como reconocimiento a lo que sea que Belloch cree que es digno de reconocimiento. Y tanto debe ser el interés en reconocerle algo a este individuo que, por primera vez, y sentando ya precedente, se conceden estos galardones sin el consenso completo de todo el consistorio.
Pocas veces un tópico se habrá ajustado tanto a la realidad como el que asegura que algunos gobernantes están ahí para lo que están, y no para lo que deberían estar. Ustedes ya me entienden.
Está imbuido el alcalde del espíritu olímpico. De ahí su afán de colgar o colgarse de las medallas. Se aburren.
ResponderEliminarDe Belloch se puede esperar cualquier cosa.
ResponderEliminarCualquier dia le coloca una medalla a Roldán y editan los "papeles de Laos" en edición de lujo, y con dedicatoria de Margarita Robles.
No es nadie el marido de la pianista Soriano....
Recuerdo bien aquella epoca. Menudos chorizos. Y encima le dan una medalla. Ese tio deberia estar en la carcel. Y algun amiguete suyo tambien.
ResponderEliminarYo le colgaría al cuello una piedra y al ebro, pero por el pozo de San Lázaro
ResponderEliminarNo te quejes, coño. En Andalucía lo tienen todavía peor.
ResponderEliminarY no digamos ya en Extremadura y Galicia.
Un saludo
Lo que fue increíble es que saliera elegido una segunda vez. No me estraña que al final desapareciera del mapa el muy chorizo.
ResponderEliminarSi. Desapareció del mapa, pero mira como vuelve a por el medallón.
ResponderEliminarBelloch aparte de esponja, corrupto