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Ciudadanos está pagando caro su error
en Barcelona. Un error que, al fin y a la postre, deja la imagen del partido
ciertamente tocada. Si nos atenemos a la comparación de los resultados
obtenidos en otras elecciones con los logrados ahora, el efecto Valls ha sido
más similar a un purgante que a un reconstituyente.
Se trataba de fichar a una figura. Se
trataba, además, de que fuese internacional. Pero, sinceramente, si el
personaje tenía que ser un progre, afecto a la masonería, y con una evidente y
sorprendente capacidad de encadenar una estupidez tras otra en forma de discurso,
no hacía falta traer a Manuel Valls desde el otro lado de los Pirineos. Se me
ocurren unos cuantos personajes autóctonos con las mismas características que
podrían haber cumplido con su papel incluso mejor que el francés. Claro que
muchos pensaron que nos traían a Astérix de la Galia. O a Obélix. Pero caray,
es que Rivera ficho al bardo pelmazo al que pegaban incluso los de su propia
aldea. Y como aquél bardo Asuranceturix, Manuel Valls ha resultado ser un tipo
insufrible que ha rubricado su oda magistral apoyando a la joven fotocopia de
Manuela Carmena y facilitando cuatro años más de poder municipal en una ciudad
que se duele de demasiadas cosas, y muchas de ellas por culpa de la renovada alcaldesa
Ada Colau.
Barcelona pagará estos cuatro años
más de alcaldía en manos de una radical que no ha demostrado nada, excepto su
capacidad de crispar y enfrentar a barceloneses entre si y de arruinar sectores
económicos claves para el desarrollo de la ciudad. Mira tú que casualidad; como
Carmena en Madrid. Porque si nos atenemos a las cifras económicas, los primeros
cuatro años de gobierno de Ada Colau y sus antisistema han supuesto un daño que
más parece causado por una perturbada que por una política inepta.
Inés Arrimadas, como mandamás de
Ciudadanos, anunció hace muy pocas horas que el resto de concejales del partido
en el ayuntamiento barcelonés tendrán grupo y voz propia y separada de Valls; lo
que es una forma elegante de decir que al francés le frían un paraguas. Pero el
daño ya está hecho. Ciudadanos está fracturado y los siguientes cuatro años
supondrán un camino aún más complicado frente a otras formaciones indepes que
se diferencian entre sí como una gota de agua a otra.
Ahora bien; si nos ponemos en modo
“piensa mal y acertarás”; y si partimos de la base de que en política, como
mundo corrupto que es, las casualidades son muy escasas, podríamos plantear una
hipótesis con cierta mala idea y mucho de íntima sospecha: ¿Este boicot de Valls
contra la línea de flotación de Ciudadanos en Barcelona no tendrá alguna relación con los acuerdos
tácitos a los que ha llegado el partido naranja con Vox por el resto de España?
¿No estaremos ante un toque de atención desde la jefatura progre de Bruselas,
decidida con verdadero ahínco a torpedear sin descanso al partido de Abascal?
Ciudadanos mantiene un equilibrio
interno delicado. No solo tiene un serio problema consistente en la
extraordinaria cantidad de militantes, algunos ahora cargos públicos, que están
en el partido no por ideología sino para llenar el bolsillo. Como Vox,
anteriormente Ciudadanos fue un partido de aluvión. Y en todas las comunidades
autónomas las listas del partido se han nutrido de impresentables tránsfugas de
otros partidos y de náufragos de formaciones desaparecidas o embarrancadas y
sin capacidad alguna de maniobra. Pero hay otro problema al que nadie parece
prestar atención. Ciudadanos también alberga a no pocos ex PSOEs y ex PPs que
no tienen buena relación entre sí y que para ciertas iniciativas políticas
simpatizan más con sus antiguos partidos que con lo que dispone Rivera y su
equipo de dirección. Curiosamente, y de puertas para adentro, a ninguno de
estos tres grupos le cayó bien la llegada de Valls, al que veían como un
intruso que llegaba para obtener protagonismo cuando el partido ya estaba
implantado a nivel nacional.
Manuel Valls justifica su apoyo a Ada
Colau con un argumento bastante pobre. Asegura que así ha frenado la llegada de
los independentistas a la alcaldía de la Ciudad Condal. Pero ¿realmente hay
alguna diferencia sustancial entre las políticas del partido de Colau y el
resto de independentistas?
Sea lo que sea que vaya a suceder,
sean cuales sean las consecuencias de la decisión de Manuel Valls, la raíz del
error está en la decisión de la dirección de Ciudadanos al haber traído a sus
filas a Valls, bien por decisión propia, o por imposición de los amos de
Bruselas. El problema para Rivera ya está ahí, y según como maniobre, acabará
por perder lo que tanto se esforzó por ganar durante los duros años de política
frente a los independentistas catalanes. Veremos cómo acaba esto pero, insisto;
para este numerito, no era necesario importar a un soplagaitas francés. En
Cataluña, para desgracia de tantos catalanes, ya había suficientes progres por
el estilo para cumplir con ese papel.
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