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Con el Presidente de España en
funciones, Doctor Sánchezstein, nunca se sabe. A veces parece que no sabe ni
él. Pero que nadie se engañe. Sánchezstein sí tiene muy claro su objetico
final, que primero pasa por gobernar la nación
(ese estado plurinacional del que hablaba cuando fue reconocido como
mandamás del PSOE, y que luego dejó de nombrar por consejo de sus
asesores) y una vez conseguida la
residencia definitiva en La Moncloa, asegurar el rumbo y seguir la singladura
iniciada por Zapatero y continuada por Rajoy hacia un definitivo socialismo “blando”
que de demócrata tendrá cada vez menos y que de social acabará por no tener ni
el chasis.
Pero en estos momentos, lo que Sánchezstein aún no tiene claro es cómo conseguir afianzar
un gobierno mínimamente estable que presentar a la investidura. Estudiando al
personaje y las hemerotecas, no me cabe ninguna duda de que su preocupación no
será precisamente conseguir esa estabilidad en bien de la nación. Si pensara en
el bien común, hace mucho tiempo que habría tomado ciertas medidas económicas
contrarias precisamente a las que propone y quiere imponer, por dar un ejemplo.
El Doctor Sánchezstein piensa en su bien, y si luego tiene tiempo para pensar
en el bien de otros, vuelve a pensar en su propio bien. Es una de las
características de cualquier personaje ególatra y narcisista como es el
presidente en funciones. Y esto que le caracteriza, no es una apreciación mía,
solo tienen ustedes que estudiar su tono de voz, su forma de hablar y de
componer las frases, sin olvidar estar atentos a su lenguaje corporal, para
comprender que estamos ante un completo falsario que dirige nuestros destinos
en buena parte gracias a otro gran fraude de la política española que fue
Mariano Rajoy.
Sánchezstein ha elegido un equipo de
gobierno a su medida. En realidad, ni uno de ellos se salva de la mediocridad,
que es justamente lo que Sánchezstein necesita; que nadie le haga sombra, de
modo que nadie tenga el suficiente nivel para discutirle sus decisiones. Así
que por ese lado, las circunstancias son las que el presidente en funciones
desea. Él será la estrella y su gabinete los comparsas.
Ahora bien, solucionado lo interno,
queda lo externo por poner en orden. Y esto es mucho más complicado. Si somos
realistas, el que de momento Sánchezstein esté dejando a un lado a Pablo
Iglesias y su partido de tarados sociales parece deberse más a los mediocres
resultados que el partido morado ha conseguido y que han supuesto dos soberanos
batacazos en un solo mes. Podemos se ha quedado en la mitad de lo que fue -en algunos sitios, en la nada- y lo que queda de la banda no está dando
precisamente imagen de unidad y fortaleza. Y aunque con un anormal sociológico
como Sánchezstein nunca se sabe, parece que la tendencia ahora es dejar a
Iglesias a un lado, y luego volver a contentarle con alguna limosna si sus
diputados fueran necesarios a la causa. En cambio, los guiños del Doctor
Sánchezstein hacia Ciudadanos, un partido cuya línea de coherencia política es
comparable a los laberintos para niños
de los manteles de un burger barato, son prácticamente diarios. Pero no
olvidemos tampoco que Sánchezstein es PSOE. Lo que significa que, si con una
mano te ofrece cariño, es porque con la otra va a robarte o a obligarte a hacer
algo en su beneficio. Seguramente por eso el Presidente en funciones ha
visitado recientemente a Macron. Para que éste presione al grupo liberal del
parlamento europeo, que de liberal tiene lo que Rajoy de hiperactivo, y buscar
así una maniobra envolvente consistente en que ese grupo pretendidamente
liberal aunque ciertamente socialdemócrata aconseje a Ciudadanos, miembro de
dicho grupo, sobre las excelencias de un pacto de investidura con el PSOE.
Hay quienes hablan a menudo sobre lo
conveniente de este pacto, que evitaría mayores influencias de poder de los
partidos independentistas -los que dicen
serlo sin matices y los que aún disimulan tras el concepto de
“nacionalismo”- y de otros radicales
como Podemos. Incluso hay quien ve en un hipotético gobierno de coalición
PSOE-Ciudadanos, algo que iría más allá que una simple abstención para la
investidura del socialista; un gobierno puente que podría llevarse mejor con un
PP en la oposición cuyos mermados escaños serían un apoyo de idóneo para
aprobar iniciativas por una mayoría que no necesitase de independentistas ni
comunistas.
No cabe duda de que Sánchezstein está
esperando un gesto amable de Ciudadanos, aunque Albert Rivera esté todavía
tratando de dar imagen de fortaleza ante sus votantes hablando aún de vetar al
PSOE. No podemos saber, aunque sí intuir o tratar de adivinar si Rivera
obedecerá las consignas dadas por George Soros, quien también visitó a Sánchezstein en su último viaje a España, respecto
a unir fuerzas para dar un nuevo impulso de agenda globalista y de ideología de
género a nuestro desgraciado país. Ni siquiera sabemos, aunque ahora parezca
que no, o que sí, porque nadie sabe lo que pasa realmente por la voluminosa
cabeza del Doctor Sánchezstein, si Podemos entrará en el nuevo gobierno con
algún ministerio de limosna para mantener contentos al papa y a la papisa de
Galapagar. De hecho, como ninguno de esos posibles no deja de ser todavía eso,
posibles, dudo que el propio Sánchezstein lo sepa.
Aunque existe otra
variante que no deberíamos desechar. La posibilidad de que ninguno de los
anteriores supuestos acabe de satisfacer al ególatra Doctor Sánchezstein, y
éste decida prolongar el periodo de espera hasta forzar nuevas elecciones.
También esto sería factible si las encuestas le fueran favorables. No olvidemos
que vivimos en una España abundantemente clientelar en la que las medidas
populistas más disparatadas calan pronto y bien en una mayoría lanar de
votantes que no quiere ver más allá de sus narices y que deposita su voto en la
urna como quien tira la bolsa de basura al contenedor.
Pero si la línea Soros se impone, y
PSOE y Ciudadanos acaban encamados, tampoco debería extrañar a nadie. Muchos
apostaban ya por esta posibilidad antes y justo después de las pasadas
elecciones generales. Y las dos últimas visitas de George Soros a ambos
dirigentes políticos, distanciadas por unos pocos meses, habrán supuesto un
fuerte factor de influencia digno de tener en cuenta.
A modo de Post
Data: en la última visita de Soros a España, mientras el malvado carcamal se
reunía con Sánchezstein y posteriormente con Rivera, un delegado suyo mantuvo
otra reunión con una persona de confianza de Mariano Rajoy y otra del círculo
próximo a Pablo Casado en un hotel de la Comunidad de Madrid al que se puede
acceder a las habitaciones desde el parking subterráneo sin necesidad de pasar
por recepción.
Publicado en Rambla Libre el 9 de junio de 2019