Puede escuchar el texto al final del artículo
Sin restar un ápice de gravedad a la
tragedia de la surcoreana Hyewon Kim, fallecida recientemente en Barcelona tras
sufrir un asalto con robo en el que resultó mortalmente herida, no deja de ser
llamativo que ésta, y no otra muerte o agresión en las calles de esa ciudad,
haya tenido tanto impacto en los medios de casi toda España, excepto en algunos
de Cataluña, más prestos a cobrar la subvención independentista que a informar
objetivamente de la realidad.
La tragedia de Hyewon Kim, cuyo desenlace
final sucedió en la UCI del Hospital del Mar barcelonés pocas horas después de
ingresar, ha sido lo peor que le ha podido pasar a la imagen pública
internacional de la Ciudad Condal, ya bastante maltrecha desde que todo un
gobierno municipal de perturbados rige los destinos de millones de ciudadanos
desde una perspectiva marxistoide con tintes de antisistema que jamás, jamás,
ha dado buenos resultados allá donde se ha tratado de implantar.
Para desgracia de Colau, de nuevo
alcaldesa y de nuevo no por méritos propios, Hyewon Kim, además de ciudadana de
Corea del Sur, un país con alto nivel de vida cuyos habitantes gustan de hacer
turismo por Europa y Estados Unidos, era además viceministra del gobierno
coreano; lo que le añade más gravedad aún a la situación porque la fallecida no
solo era turista, era representante de un gobierno soberano cuyo país mantiene
importantes relaciones comerciales con España, y cuyas agencias turísticas
promocionaban hasta hace un par de años las visitas y los alojamientos en
Barcelona como algunos de los más atractivos de la Europa mediterránea, aunque
reconociendo que la calidad general de la ciudad había descendido sustancialmente
en cuanto a limpieza y seguridad.
El hecho de que una turista fallecida
trágicamente sea un personaje relevante en su país no deja de ser algo casual.
Pero que las condiciones idóneas para el turismo que Barcelona tuvo reconocidas
internacionalmente durante muchos años hayan caído paulatinamente hasta niveles
de vergüenza no es casualidad en absoluto. No podemos hablar de factores
externos en este caso. No podemos culpar a la competencia de otras ciudades
europeas. Ni al descrédito interesado de agencias de viajes extranjeras,
obedientes a sus gobiernos que, como en el caso de las agencias inglesas
durante los años 90, degradaban la imagen de España animando a los tarados
jóvenes del área metropolitana londinense a emborracharse y a hacer gamberradas
en la costa mediterránea española, donde el alcohol era mucho más barato y las
leyes más laxas con los escándalos públicos.
La desastrosa imagen turística de
Barcelona no es casualidad ni resultado de una gestión delirante liderada por
unos políticos a los que les llega justo para leer y escribir, siempre y cuando
no estén en uno de sus habituales momentos de alucine, pasados de psicotrópicos
y arropados con la estelada. Hay ideas políticas a las que no les interesa ni
la prosperidad individual ni la colectiva, porque la prosperidad es el mejor
soporte para la libertad. Colau y su banda lo saben bien. Dominan la demagogia
como nadie y se ven favorecidos por una tendencia de voto independentista que
quiere marcas distancias con otros movimientos similares. Y Colau ha tenido la
fortuna de obtener los suficientes votos como para postularse como alcaldesa en
coalición, sabiendo jugar el papel de mal menor ante cierta opinión pública.
Ella seguirá ejerciendo de regidora, y sus políticas de empobrecimiento de
sectores vitales para la ciudad seguirán en marcha, con todo éxito para su plan
y para desgracia de miles de empresarios y trabajadores, y millones de
ciudadanos.
La muerte
de Hyewon Kim es un asunto de importancia nacional para Corea del Sur, y
de trascendencia capital para el sector turístico barcelonés. Si ya eran
habituales en prensa internacional, catálogos turísticos y comunicados
oficiales de consulados y embajadas los avisos y artículos desaconsejando
viajar a una ciudad cada año más insegura, las desfavorables recomendaciones
contra la capital catalana se han multiplicado exponencialmente. Una empresa
turística con sede en Zaragoza que factura el 80% de su negocio en los países
más prósperos de Asia proponiendo rutas y estancias por toda España, ha visto
caer un 60% sus solicitudes para visitar la ciudad condal, con igual porcentaje
de cancelaciones en hoteles y hostales. Prácticamente ese mismo porcentaje ha
solicitado destinos a otros lugares como Zaragoza, cuyo creciente turismo
cultural y gastronómico se ha incrementado enormemente desde principios de
siglo, Huesca, Madrid, Toledo, San Sebastián, Santander, Salamanca o Ávila.
La muerte de Hyewon Kim ha disparado la
curiosidad de los coreanos por los índices de seguridad de Barcelona y han
descubierto, según los touroperadores que mantienen contacto diario con esta
empresa zaragozana, que en España, el tercer país más seguro de Europa, la
ciudad más insegura y con mucha diferencia es Barcelona, donde la tasa media de
delitos supone el doble de la tasa nacional. El área pública de la web del Ministerio
del Interior español, que ha incrementado en estos días sus visitas desde Asia,
certifica que tales datos son oficiales y exactos. Seguramente, el dato
estadístico más preocupante al respecto es que solo en la capital catalana se
registran casi 120 delitos por cada mil habitantes, lo que supone más del doble
de casi 46 delitos por cada mil habitantes como media nacional.
Si a todo lo anterior sumamos las
políticas anti-turismo y anti-comercio que Ada Colau ha ejercido desde la
alcaldía durante los pasados cuatro años, y todo indica que dichas políticas
van a continuar, el binomio formado por un alto índice de delincuencia y un
empobrecimiento sucesivo del tejido empresarial turístico de la ciudad seguirá
siendo funcionalmente perfecto y efectivamente letal. La delincuencia seguirá
espantando al dinero y el desempleo subsiguiente rebajará el consumo interno,
afectando a otros sectores. Nada nuevo. Barcelona está en riesgo de entrar en un
círculo vicioso del que, una vez instalada la ruina, es muy complicado salir. Y
si semejante golpe no fuera suficiente para Cataluña, otra ciudad típicamente
turística como es Tarragona ha caído en similares manos políticas a las de
Colau y su banda, con la consiguiente preocupación de no pocos de sus
empresarios de hostelería que están viendo llegar las nubes de una tormenta que
puede llevárselos por delante sin contemplaciones.
La más que preocupante situación del
sector turístico y hostelero de Barcelona no es casualidad. Es el resultado de
una estrategia cuidadosamente estudiada para convertir a la ciudad en justo lo
contrario de lo que fue hasta principios de esta década. Una ciudad que ha
dejado de ser un icono de modernidad para convertirse en un territorio donde
los okupas, los manteros y los radicales campan a placer porque la Guardia
Urbana tiene instrucciones de hacer la vista gorda en demasiadas ocasiones, y
donde ahora el nuevo presidente de la Cámara de Comercio es capaz de declarar
que si hay más empresas que quieren irse de Cataluña por no apoyar al
independentismo, pues mejor que se vayan.
Una legislatura más, Barcelona seguirá
luciendo el baldón del creciente descrédito internacional. Sus empresarios del
sector turístico soportarán las insufribles condiciones impuestas desde un
ayuntamiento de desalmados y perturbados, y muchos ciudadanos verán mermadas
sus economías y oportunidades laborales en aras de una política anticapitalista
que, invariablemente, siempre acaba por
empobrecer a los mismos, aunque una parte de ellos asume que es el capital
quien les empobrece y su única salvación es votar a indeseables como Ada Colau.
No son solo los políticos. Los votantes también son culpables. Y no es por
casualidad.
Publicado originalmente en Rambla Libre el 30 de junio de 2019
Publicado originalmente en Rambla Libre el 30 de junio de 2019
0 comments:
Publicar un comentario
Cualquiera es libre de opinar aquí. Pero quien opine será responsable de sus palabras.