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La Iglesia Católica y el PSOE se enzarzan
ahora en una gresca inútil, vergonzosa y falsa. Sobre todo, falsa. Y el
protagonista de este espectáculo, que ni es nuevo ni aprovecha en nada, es el
dictador Franco, quien parece que desde su tumba ha seguido gobernando algunos
aspectos de la vida cotidiana española con menos desgaste que cualquiera de los
muchísimos nefastos políticos que ha ido llegando desde la transición, y que
además (hay que estar ciego o ser muy tonto para no verlo) siempre ha contado
con el patrocinio de la izquierda a la que tanto detestaba.
Para los que tenemos una cierta edad y
suficiente memoria, el hecho de que el PSOE y el resto de la izquierda tengan
siempre a Franco en la boca y en la mente no es nuevo en absoluto. No ha
existido campaña electoral en todos estos años en la que los socialistas y los
comunistas no hayan hablado de Franco y no lo hayan arrojado como un ariete
contra los contrarios de la derecha. A la izquierda el dictador les ha servido
siempre como herramienta multiusos. Por un lado, les vale para intentar ganar
una guerra civil que perdieron en el 39, por otro, les ha sido muy útil para
tener amarrada a una mayoritaria derecha cobarde, siempre temerosa de que se le
acuse de franquista; y por otro, les ha dado siempre un resultado magnífico
como revulsivo para resucitar periódicamente el miedo a la vuelta de una
dictadura, argumento idóneo para convencer a estúpidos y a sectarios.
El nuncio apostólico en España Renzo
Fratini, que es representante oficial del estado vaticano, ha declarado
recientemente lo que muchos pensamos habitualmente. Literalmente ha dicho:
«Hay tantos problemas en el mundo y en
España, ¿por qué resucitarlo? Yo digo que han resucitado a Franco. Dejarlo en
paz era mejor; la mayoría de la gente, de los políticos, tiene esta idea porque
han pasado 40 años de la muerte, ha hecho lo que ha hecho, Dios juzgará. No
ayuda a vivir mejor recordar algo que ha provocado una guerra civil»
Algo similar es lo que muchos opinamos,
aunque no siempre por las mismas razones. Por supuesto, hay quienes no desean
la exhumación de los restos de Franco por razones, digamos, nostálgicas. Otros,
como es mi caso, no vemos en ello un asunto de importancia capital, tal y como
lo quieren hacer aparecer los partidos y medios de izquierdas, más que por un
afán político, por puro revanchismo y por mantener vivo el elemento de
distracción “factor Franco” que tan buenos resultados da siempre entre el voto
lanar izquierdista.
Ahora bien. Que la vicepresidente de
gobierno en funciones Carmen Calvo, quien no se distingue precisamente por sus
grandes aportaciones ni a la política ni a la nación durante su carrera
pública, conteste que las palabras del nuncio van a tener una respuesta
contundente por suponer una intromisión en los asuntos del estado español,
constituyen no solo una exageración; también un ejercicio de cara dura de
dimensiones océanas y de desfachatez tan evidente como vergonzosa.
El 7 de mayo de 2019 dejé claro mi
parecer sobre cuál debería ser la respuesta de un gobierno español decente (ya sé que lo último es mucho pedir) Es España quien debería exigir explicaciones
y responsabilidades al Vaticano por sus años y años de injerencia en la
seguridad y soberanía de nuestra nación por su clarísimo apoyo y participación a favor de los independentismos
catalán y vasco y los problemas y desgracias que éstos han ocasionado.
Está documentado y publicado ampliamente
cómo fue la iglesia católica vasca quien ayudó a nacer a la banda terrorista
ETA, literalmente en algunas de sus sacristías, y cómo con el transcurso de los
años, su apoyo a comandos terroristas fue, además de ideológico, logístico y
social. Así lo mismo con el independentismo catalán, protegido desde el principio
y en connivencia con la corrupta casta económica de la élite catalana, formando
un satánico y extraño triángulo entre la iglesia católica, las finanzas
catalanas y la ideología tanto izquierdista como derechista locales para gobernar
la región a su antojo y parasitar al Estado español al completo. Un triángulo
que tiene una copia perfecta en el independentismo vasco. Iglesia Católica,
independentismo fanático y finanzas privilegiadas.
Intromisiones que el Vaticano no ha
desautorizado jamás, y que en el caso del actual Papa hasta se han llegado a
justificar. Injerencias vaticanas cuyas manos están manchadas de sangre y
expolio por la colaboración del clero católico con el terrorismo vasco y el
independentismo catalán. Clero que tampoco ha sido desautorizado nunca desde
Roma.
Sin embargo, hasta los nuevos gobiernos
socialistas, tan de izquierdas y tan anticristianos ellos, se han apresurado a
reafirmar las relaciones con la Iglesia Católica nada más llegar al poder. Una
iglesia corrupta que siempre figura en la agenda de cada nuevo gobierno recién
elegido como una de las primeras visitas a realizar.
¿Por qué ni Carmen Calvo ni nadie han
protestado jamás por semejantes apoyos católicos a lo peor de nuestra sociedad?
¿Qué intereses comunes existen entre los diferentes gobiernos de nuestra
nación, el terrorismo, el independentismo y la iglesia papista?
Ahora ya tenemos una nueva distracción de
verano para las masas ávidas de vacaciones, fútbol y realities de TeleCirco. El
recurrente Factor Franco, al que en esta ocasión se le ha añadido una pizca de
debate entre curas y socialistas.
Pan y circo. Es lo que en la antigua Roma
ofrecían los gobernantes al pueblo en tiempos de crisis. Pan y circo como
distracción para desviar el posible interés de los ciudadanos de lo
verdaderamente importante.
Y funciona.
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