Puede escuchar el texto al final del artículo.
La ignorancia voluntaria es en ocasiones
un muro verdaderamente infranqueable. No la confundamos con esa otra ignorancia
obligada por las circunstancias. Hay quien no puede informarse, hay quien no ha
podido formarse; y en esos casos el ignorante no es culpable de no saber o de
opinar con escaso criterio.
Pero el ignorante voluntario, el que
prefiere mantenerse en su ignorancia por comodidad, por falta de compromiso, o
simplemente porque es consciente de que si sabe, su indiferencia le convertirá en
cómplice, es el ignorante que acaba por asemejarse a un moái de la Isla de Pascua.
Hierático en su soberbia, ridículo en su falta de conocimiento y lleno de prejuicios
hasta la sobrecarga. Y España está llena de ellos. En las calles, en los
medios, en la política y en las redes sociales. Es como una epidemia de
palurdismo -no confundir con
paludismo- que se extiende por amplios
sectores de la población, convirtiendo a un sinfín de individuos en verdaderos
palurdos, que es como en esa patología se define a los ignorantes voluntarios.
Hace ya un buen puñado de años decidí
llamar a este modesto blog “El Republicano Digital”, siendo consciente que
tratar de significarme como republicano en una monarquía parlamentaria
posterior a una dictadura y a una república frentepopulista iba a
proporcionarme no pocos momentos similares a los que ya había vivido antes de
la era de internet. Momentos, tanto aquéllos como estos, en los que acababa
hastiado de explicar a un incesante conteo de ignorantes que ser republicano no
significaba necesariamente ser de izquierdas, ni me obligaba a andar por las
calles ondeando una bandera tricolor, vestido de alternativo u okupa y quemando
fotos del rey Juan Carlos.
Reconozco que en España la cultura
política es tan escasa como la lucidez de criterio en el gabinete municipal de
Ada Colau. Más aún, creo que en un país tan sectariamente politizado como el
nuestro, donde cada plan educativo no ha hecho más que agravar los errores del
anterior, enseñar historia y conceptos políticos a los niños no sería otra cosa
que dejarlos en manos de un adoctrinamiento que solo tendría su paralelo en el
que impone la ideología de género. Pero esto no excusa a nadie que, siendo ya
mayorcito, opine sobre tal o cual ideario político sin haber tomado un solo
libro para informarse previamente.
Por eso todavía sigue siendo muy común
encontrarme con alguien que me dice, con todo convencimiento, que la república
es un sistema fracasado que ha causado mucha miseria, como pasó en la Unión
Soviética, en Corea del Norte o en tantas naciones africanas que viven en
perpetuas matanzas y guerras civiles. Pero cuando les cito que hay repúblicas
prósperas y punteras como Estados Unidos, Alemania y Francia, la conversación
acaba, porque ese alguien ya no tiene argumentos
para seguir debatiendo.
Durante los últimos meses he guardado algunos
ejemplos de la brutal ignorancia voluntaria que uno puede encontrar por las
redes sociales, solo equiparable a la maldad y al sectarismo que también anida
en ellas. Es la ignorancia voluntaria del necio que lee un titular, no entra a
leer la noticia, pero opina como su la hubiera estudiado a conciencia. Y fuera
de la ofensa que el ignorante voluntario pueda llegar a causar, que en la
mayoría de las ocasiones es lo que pretende con su comportamiento asnoide de
enfermo de palurdismo, éste no se da cuenta que, para cualquier otro lector
informado y coherente, tal actitud le deja por estúpido de un modo
incontestable.
A estas alturas hay quien, como yo, ya no
se molesta en dar explicaciones en la mayoría de las ocasiones en las que el
ignorante voluntario rebuzna su opinión a los cuatro vientos del ciberespacio. Pero
no duden ustedes de que hay intereses que saben perfectamente que el ignorante
voluntario es presa fácil de intoxicadores y desaprensivos, como estamos viendo
desde hace años con la proliferación desbocada de “fake news” que alcanzan más
notoriedad y crédito que muchas noticias contrastadas y verídicas.
Como editor y administrador de un blog,
sé muy bien de lo que hablo. Un simple ejemplo. Si yo comparto un artículo en un
grupo de Facebook y dos días después compruebo que ese artículo tiene 200
reacciones, pero desde ese grupo solo han entrado a leer el artículo 50 visitas,
solo podré llegar a una conclusión: hay otras 150 que se guían por el titular
para opinar. Esto en sí, no es tan grave. Una gran mayoría de gente en la
sociedad tiene comportamiento gregario y prefiere que le cuenten, o que no le
cuenten, antes que perder unos minutos
en informarse de lo que luego van a opinar. Es el palurdismo nuevamente.
Si seguimos hablando en números redondos,
ahí tenemos 150 ignorantes voluntarios alcanzados por la epidemia, frente a 50
que al menos han entrado en la noticia. 150 personas que opinaran sobre el
artículo sin haber leído más que el titular compartido en un grupo de Facebook.
Si nos guiamos por el mismo promedio de visitas desde todos los grupos de
Facebook y publicaciones exteriores donde comparto mis artículos, y recibo 2000
visitas en un artículo concreto en 24 horas, veremos que la cantidad de
ignorantes voluntarios es de 1500 individuos. Las cifras son solo aproximadas;
pero no deja de ser preocupante que de 2000 personas, 1500 estén gravemente
enfermas de un palurdismo, voluntario, cuyo mayor problema no es que lean poco
o no lean nada. El mayor problema es que por lo general las opiniones de estos
infectados no pasan de ser un incesante goteo de inexactitudes, estupideces, y
comentarios soeces proferidos por una masa que se goza en su ignorancia y se
jacta de su embrutecimiento. Son el campo de cultivo perfecto para sembrar
campañas de publicidad, consignas políticas, maniobras de pánico y movimientos
de distracción.
Veamos un ejemplo gráfico. El 26 de junio
publiqué un artículo en el que compartía un titular de Alerta Digital que daba
paso a un artículo de mi amiga en la red y colaboradora de este blog, Carmen
López Guzmán.
Inmediatamente lo compartí en grupos de
Facebook y medios habituales. Hablando solamente de uno de esos grupos, las
siguientes reacciones no se hicieron esperar.
Como habrán podido comprobar, la calidad
y el nivel de los comentarios es para pensar seriamente en lo antedicho. Por cierto; la incidencia en el artículo de Carmen López no llegó ni al 5 por ciento de la
totalidad de comentarios insultantes que recibió en ese grupo de Facebook,
bastante partidario de Vox. La calidad humana de semejantes miembros del grupo me hizo
pensar si no me encontraba ante un grupo de perturbados o de nazis. Y ya advertí
en algunas ocasiones que Vox tiene un serio problema si confía su militancia a
personas así. No leyeron el artículo. Con el titular les bastó para escribir tales cosas.
Un último ejemplo, que enlaza con lo que he
comentado al principio hoy. El 14 de diciembre de 2018 publiqué un artículo en
el que argumentaba que hay cambios tan necesarios en nuestra constitución que
si no los efectuamos pronto España acabará en desastre. Para ilustrar más el
asunto, incluí un editorial del programa La Voz de César Vidal.
Como suele
sucederme a menudo, el común de ignorantes voluntarios no pasó del titular, se
fijó casi exclusivamente en la palabra “republicano” del enlace a la noticia, y
se dedicó a proferir tales estupideces que uno acaba por reírse, consciente de
que al ignorante voluntario aquejado de palurdismo es prácticamente inútil
tratar de desasnarlo. De hecho, a un par de estos ignorantes les contesté
preguntando si realmente habían leído el artículo antes de decir tales cosas.
Medio año después sigo esperando alguna respuesta.
¿Creen que es
descorazonador? Pues si aún les quedan ganas de ver unos cuantos ejemplos más de
ignorantes voluntarios afectados del palurdismo más atroz busquen -yo no los voy a enlazar aquí- grupos de Facebook simpatizantes de Podemos,
de IU, de feministas, de tarados proetarras de las Vascongadas y de enajenados indepes
catalanes y vean de qué manera están insultando al hoy fallecido gran actor y
entrañable persona Arturo Fernández, de quien seguramente no han visto ni una
película, ni una serie, ni una obra de teatro, y seguramente ni una entrevista
completa.
El elegante chatín Arturo
Fernández nos ha dejado hoy un poco más huérfanos de gente interesante. Mantengámonos
en guardia para no resultar contagiados por la creciente epidemia de
palurdismo. La felicidad que los ignorantes voluntarios creen sentir no es más
que cómoda mediocridad. Y esa felicidad no merece la pena.
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