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Hasta no hace mucho tiempo lo disimulaban unos
y otros. Los cambalaches entre la iglesia de Roma y los políticos de izquierdas
y derechas e independentistas en España se solapaban en lo posible, al menos
hasta que los resultados quedaran a la vista de todo el mundo. Hubo ocasiones,
como una que relata César Vidal en su entrevista en Periodista Digital con
motivo de la presentación de su libro La historia secreta de la Iglesia
Católica en España, en las que algún gerifalte de la conferencia episcopal solicitaba
silencio al comunicador para que éste no revelara en su programa nocturno que
la entonces nefasta e intrigante vicepresidenta de Gobierno, Rodríguez de la
Vega, había viajado con urgencia a Suiza a pedir explicaciones a ETA por el
atentado de la T4.
¿La iglesia católica protegiendo el secreto
de las negociaciones entre el Gobierno y
ETA? No fue la primera vez, ni fue la última. En realidad, si afináramos
más y si nos sujetáramos a la historia, la iglesia nunca dejó de proteger a
ETA, ni a los nacionalismos, ni a los independentismos.
En la actualidad no hay que leer mucho
entre líneas al consultar la prensa o atender a los noticiarios para comprender
que al estado Vaticano, más que importarle un pimiento el problema
independentista en España, le interesa en la medida que pueda sacar partido de
la situación. Si a los diferentes papas que han gobernado el Vaticano les
hubiera tocado el corazón el sufrimiento causado por el terrorismo y la
persecución de sus feligreses a manos de matones y asesinos con quienes
simpatizaban obispos y curas adeptos de ETA y el independentismo catalán, Roma
habría puesto orden entre las sotanas vascas y catalanas. Pero eso jamás
sucedió. Ni sucederá.
Y como hoy, ni a la globalista iglesia de
Roma, ni a sus amigos comunistas, ni a sus protegidos desestabilizadores que
promueven la inmigración ilegal y la invasión de occidente, les hace falta
disimular, se reúnen a la vista de todos para dejar bien claro a quien quiera
enterarse de que todos ellos comparten intereses y patrocinadores.
Así ha sucedido hace tres días en Roma, donde
Manuela Carmena, desastrosa alcaldesa de Madrid durante la pasada legislatura,
Ada Colau, la alcaldesa bajo cuyo mandato Barcelona ha perdido muchos puestos
en los indicadores de bienestar, seguridad y economía de las capitales Europeas
y Españolas, y el forrado Óscar Camps, que dirige la ONG Proactiva Open Arms y
del que no se tiene noticia de que haya acogido a un solo inmigrante ilegal en
alguno de sus inmuebles de lujo, han aprovechado su viaje a Roma y su
asistencia a una reunión con otros alcaldes italianos favorables al fomento de
la llegada ilegal de inmigrantes y el consiguiente alojamiento en sus
respectivas ciudades, para dar un paseo por la Plaza de San Pedro del Vaticano
y visitar al intrigante Jorge Bergoglio, alias Papa Francisco, para alabarse
unos a otros y compartir su entusiasmo y deseo de que, en España, barrios
enteros de Madrid y la ciudad de Barcelona en su totalidad están verdaderamente ilusionados con la
perspectiva de acoger a más inmigrantes ilegales. Todos ellos dicen que en eso
consiste el verdadero “hermanamiento de la humanidad”.
Según lo declarado al oportunista diario La
Vanguardia, Carmena no ha tenido ningún reparo en asegurar que “si nadie duerme
en la calle en Madrid, ningún inmigrante tampoco”. Es una lástima que a esta ex
juez y antigua abogada de terroristas se le olvide, o quizás nunca se haya
enterado en lo que por cuatro años fue su despacho municipal, que hay cerca de quinientas
personas durmiendo habitualmente en las calles de Madrid, sin contar con los
que están de paso.
Por su parte, Bergoglio, el mismo papa que,
siguiendo la tradición de sus antecesores, ha sido incapaz de ofrecer una sola
condena contra sus curas independentistas y pederastas que bienviven en las
Vascongadas y Cataluña, ha tenido la desfachatez de decir a sus invitados que “la
política se hace daño a sí misma y que no se puede vivir de la depredación”.
Una palabra, “depredación”, cuyo significado parecen comprender muy bien los
miles de refugiados e ilegales que están cometiendo violaciones y asaltos por
toda Europa, y de quienes Bergoglio y sus ilustres visitantes no hacen mención
jamás.
Para la farsante Ada Colau, lo más
significativo de la reunión radica en que el papa está muy preocupado por el
crecimiento de la ultraderecha en Europa (lo del aborto, para él, debe ser pura
anécdota, con apenas cientos de miles de casos anuales solo en la Europa mediterránea).
La posterior foto que se hicieron en la
plaza de San Pedro Carmena, Colau y Oscar Camps, el potentado mentiroso que
recoge a bien alimentados inmigrantes que desembarcan de buques a pateras, y de
pateras abordan al Open Arms, es un completo retrato de hipocresía y demagogia.
Una exalcaldesa comunista y proetarra que trató de eliminar toda la simbología
cristiana y navideña de Madrid (cosa que
a Bergoglio no debió molestarle en su momento), una alcaldesa comunista e
independentista encubierta de Barcelona que en sus años de juventud hacía burla
de los creyentes ante la indiferencia del clero catalán, y el patrón de un
barco de tráfico ilegal de seres humanos. Todos felices por haber recibido el
plácet de Bergoglio, lugarteniente de Soros en el estado Vaticano.
Así que las dos guiñoles y el marinerito de
Bergoglio y Soros ya tienen deberes para los próximos meses. Que alguien haga
copias para Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Pablo Casado y Albert Rivera; que no han podido asistir.
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