Puede escuchar el texto al final del artículo
Joseph Goebbels, el principal
responsable de propaganda del régimen nacional socialista alemán y persona de
confianza de Adolf Hitler, estaba en lo cierto cuando enseñaba a sus acólitos
que una mentira, a fuerza de ser repetida incesantemente, llega a ser asumida
como una verdad por una enorme mayoría. De hecho no tenemos que fijarnos en
otros países ni remontarnos mucho en la historia para comprobar que tal cosa,
la mentira convertida en verdad incluso para los que saben que esa verdad
resultante es una falacia, acaba por ser asumida por muchos y reconocida como
realidad.
En España tenemos muchísimos
ejemplos sobre cómo una mentira repetida constantemente termina por ser
aceptada como una verdad incontestable para una sociedad que, en su mayoría, aborrece
el estudio y la lectura y la cultura en general como si se tratase de una
urticaria. En paralelo funciona muy bien un sistema idéntico. El que ignora
hechos hasta que consigue que estos no hayan existido para la misma mayoría
social, y el aleccionamiento que presenta a tales o cuales personajes como
dignos representantes de ideologías que, en realidad, no tienen nada de dignas
y sí mucho de criminales.
Seguramente uno de los mejores
casos que engloba todas estas variables de la manipulación es Cataluña. Más que
nunca, en estos dos últimos años se ha puesto de manifiesto el inevitable
resultado de décadas de adoctrinamiento político, educacional, social y hasta
racial que desde la transición, y con un aumento exponencial, ha conseguido su
objetivo de crear dos generaciones de catalanes crecidos en el odio a España, criados
en el victimismo de una historia catalana manipulada, y sumidos en una ceguera
profunda que les impide ver que no son otra cosa que peones de una élite que se
enriquece a costa de parasitar a Cataluña y España desde la impunidad y el
discurso independentista.
Pero Cataluña no es la única
región donde se ha dejado hacer y deshacer a su antojo a una élite nacionalista
/ independentista criminal. Con ciertas particularidades y diferencias, el
transcurrir de las Vascongadas en estos pasados cuarenta años ha sido muy
similar al del nacionalismo / independentismo catalán. Con unas raíces también
similares en cuanto a su extremismo y mitología, el nacionalismo vasco,
mayoritariamente representado por el Partido Nacionalista Vasco, ha deformado
hasta tal punto la historia de los últimos siglos que, también en las dos
últimas generaciones tuteladas por un sistema educativo totalitario, ha
conseguido adoctrinar a una buena parte de su pueblo en una suerte de falacias
que solo se puede comparar en tamaño a la gran cantidad de hechos y dichos
ocultados y protagonizados por los propios iconos del independentismo. Todo
ello ha creado una verdad fabricada y
falsa que muchos vascos crecidos durante la transición y los años posteriores
asumen como verdad absoluta y sobre la que no sienten el más mínimo deseo de
investigar y contrastar nada, no vaya a ser que descubran que viven en una
mátrix euskalduna que se aparta de la realidad histórica y que los mantiene
aislados en su mundo, similar al independentista catalán, victimista y social y
racialmente superior según sus líderes.
Hace apenas un par de días fue
emitido en TVE el “Debate a 7” que iniciaba la campaña electoral en los medios
de comunicación. Tristemente, lo que más ha trascendido de dicho debate ha sido
el desplante que Aitor Esteban, representante del Partido Nacionalista Vasco (PNV),
hizo a Iván Espinosa de los Monteros (Vox) al negarse a estrechar su mano
justificándose en que “no daba la mano a franquistas”. Posteriormente, la
dirección del PNV apoyaba lo hecho por su representante Esteban señalando que
Espinosa de los Monteros había llamado al propio Esteban y a las mujeres y
hombres del PNV “racistas y xenófobos”.
Sin hacer expresamente una
defensa de Espinosa de los Monteros ni de Vox, yo coincido letra por letra con
lo dicho a los militantes y simpatizantes del PNV. Cualquiera que conozca un
poco la historia de ese partido y de sus dirigentes más significados, incluido
su fundador Sabino Arana Goiri, sabrá sin ningún género de dudas que
precisamente la xenofobia y el racismo fueron los pilares ideológicos del
nacionalismo vasco. Sabino Arana fue un hombre tan absolutamente xenófobo,
racista y mentalmente retorcido, que el independentismo que fue pergeñando con
el transcurso de los años bien podría ser considerado como un ideario excesivamente
similar al posterior nacional socialismo alemán en lo que se refiere a términos
de supremacía racial y desprecio a los no oriundos de la tierra vasca. Es muy sencillo encontrar en la red algunas
“perlas escogidas” escritas por Arana para presentar y justificar su ideología.
Auténticas barbaridades que yo no repetiré en este blog. Pero quien las lea
comprenderá que sí; que el Partido Nacionalista Vasco se fundó bajo principios
de racismo, xenofobia e incluso misoginia. Además, habría que añadir a este
origen incontestable algunos hechos complementarios, como que bien avanzada la
guerra civil española, el PNV decidió abandonar a sus aliados del
ultraizquierdista Frente Popular -alianza extraña para un partido de
ultraderecha como el vasco- para unirse
al bando sublevado y liderado por el General Franco, o que durante el periodo
de la dictadura franquista, si hubo una región, además de la catalana,
favorecida por las políticas económicas desde el poder central fue la región
vasca, en cuya historia de siglos no existe un solo hecho significativo que
pudiera servir para justificar una supuesta identidad de nación vasca frente a
la nación Española, sino más bien todo lo contrario.
Por eso resulta chocante que
cualquier representante del PNV sea hostil y haga alarde de desprecio público a
quien considera franquista. A estas alturas, poco importa que una u otra
persona de Vox lo sea. Ése no es el problema. Y si afinamos más, aún resulta
más absurdo que un representante del PNV, un partido que durante años consideró
a los asesinos de ETA como “sus chicos”, que repetidamente se negó a condenar
sus atentados criminales, que dio cobertura, de la mano de la iglesia católica,
al terrorismo vasco, y que durante 40 años, a semejanza del independentismo
catalán, ha ido instaurando un sistema de segregación y persecución contra todo
lo español desde las escuelas de primaria hasta la convivencia vecinal más
elemental, aún resulta más absurdo que cualquiera de los nacionalistas vascos
acuse a nadie de algo que ellos han sido, son, y seguirán siendo. Partidarios y
defensores de una ideología de odio que en no pocas ocasiones derramó sangre de
hombres, mujeres y niños, en nombre de un sentimiento nacionalista propio de
perturbados a caballo del que vivir a costa de la tragedia de inocentes y del
expolio de los impuestos del resto de españoles.
Joseph Goebbels tenía razón.
La mentira, a fuerza de repetida, se convierte en realidad para muchos. No
faltará quien asuma esa nueva verdad para hacerla su religión y su modo de
vida. No faltará un Aitor Esteban que, envuelto en su bandera manchada de
sangre, odio, cobardía y latrocinio, considere a otros como “franquistas” para
negarles el saludo. Ni faltará quien le aplauda. Ni quien le bendiga desde una
parroquia o un obispado de sotana y chapela.
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