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Si Dios no lo remedia, el oscuro destino que
le espera a España se ha confirmado de nuevo en la fecha de hoy, al ganar Pedro
Sánchez la votación definitiva para su investidura con el apoyo explícito de Podemos
y las abstenciones pactadas de los independentistas catalanes ERC y los
proetarras Bildu. Pero, pensándolo detenidamente, ¿por qué Dios habría de
remediar una situación que el conjunto de los españoles se ha empeñado en
provocar desde hace tanto tiempo?
La prensa digital se ha extendido sobradamente
en relatar los pormenores de lo que ha sido esta jornada de votación en el
Congreso de los Diputados, y para compartir en este blog un resumen de
titulares que describa lo que ha sido este día, añado los siguientes enlaces a
OK Diario, que ha sido uno de los medios que más exhaustivamente ha seguido la
sesión de investidura:
El portavoz proetarra de Bildu a Sánchez: “Estamos aquí porque ni nos vencieron ni nos domesticaron”
Ahora bien, ¿algún político o algún
comunicador tendrá la gallardía de
plantear públicamente el por qué hemos llegado a esta situación? Seguramente,
no. Porque ningún político ni comunicador del sistema pondrá en riesgo su
pesebre enfrentándose al poder que le da de comer, y ahondará en el problema
que España sufre desde hace años. Quien solamente se quede en la superficie de
dicho problema, es decir, en los hechos que unos y otros políticos han
demostrado durante los últimos tiempos, está negándose a ver la deplorable
realidad que los gobernantes y sus amos han construido para nosotros y que
nosotros, el pueblo español, hemos tolerado y aceptado a cambio de unas pocas
raciones de pan y circo.
No es casualidad que una gran parte de
votantes haya aceptado, de un modo u otro, la posibilidad de tener un gobierno
de extrema izquierda en España precisamente cuando otros países se están
quitando de encima lacras similares. La deconstrucción sistemática de nuestra
sociedad, planificada desde el poder gobernante y ejecutada minuciosamente por
sus sicarios de la clase política, periodística e institucional, no podía
desembocar en otro resultado que no fuera reducir y triturar a la sociedad para
convertirla en una escombrera moral, en un vertedero de la ética y en un
cementerio en el que enterrar todo principio correcto y sano que pudiera
suponer un estorbo para los fines de la agenda globalista y sus principales
estrategias de actuación.
Si nos despojáramos de prejuicios ideológicos
y de ataduras políticas podríamos verlo con toda claridad, pero la gran mayoría
de la gente prefiere parapetarse en su propia escasez de miras para justificar
así su sectario posicionamiento a favor de tal o cual partido y de una u otra
ideología. El poder mantiene enfrentado a un pueblo como el español, que en no
poca medida se halla sumido en una verdadera ciénaga de la que ya ni se molesta
en intentar salir.
Un somero vistazo a la web del Congreso de los
Diputados nos presenta una parte de la realidad que complementa a una imagen
completa que no muestra nada nuevo hoy por hoy, ni augura nada halagüeño para
el futuro. El hecho de leer los currículums de una mayoría de diputados es, de
por sí, profundamente desalentador. No solo se trata de que apenas tienen
preparación académica necesaria para representar un cargo de tanta
responsabilidad como es el de congresista. Es que, por añadidura, un número
bastante alto de ellos ni siquiera tiene alguna experiencia laboral digna de
tenerse en cuenta para avalar a cualquier candidato a ejercer en una cámara de
representantes, y que pueda refrendar con su voto leyes que afecten las vidas
de millones de ciudadanos.
El envilecimiento de la clase política española,
a la que los votantes, invariablemente, han provisto de carta de naturaleza
legislatura tras legislatura, ha dado como resultado inevitable un ejército de
políticos de todo pelaje a los que les une, como condición casi necesaria, un
par de características muy fácilmente reconocibles.
Una, es la ausencia total de principios, cuyo
vacío ocupa completamente una necesaria disciplina de partido que pasa por
encima de toda necesidad de conciencia. El político, que vive de su partido, partido
que vive del dinero de todos los contribuyentes, se convierte en sicario a
sueldo de los intereses gobernantes que trituran toda posible consideración
sobre el bien común. Las excepciones a tal cosa son muy escasas, y la más
reciente es la diputada Oramas, de
Coalición Canaria, y su negativa a votar a favor de la investidura del falsario
Pedro Sánchez. Ella ha preferido salvaguardar su propia dignidad antes que
participar de la gran infamia que se ha vivido en el día de hoy y que quedará
en la historia de España, aunque, a buen seguro, Oramas lo pagará perdiendo su
cargo político.
Y la segunda característica es la falta total
de responsabilidad frente a las propias acciones. Por encima de tal
responsabilidad, aplastándola y anulándola, está la codicia personal y la
seguridad de que, siendo obediente al partido y sus líderes, el político podrá
solucionar económicamente su vida aunque ello suponga un severo perjuicio para
los ciudadanos a los que debería representar del modo más honorable posible.
Como vemos en estos días; en realidad, como estamos
presenciando desde hace tanto tiempo, la generalidad de la clase política que
nos gobierna y representa no es más que un reflejo de la propia sociedad de la
que proceden estos políticos. Así, de una sociedad degradada en sus valores más
fundamentales no puede esperarse que provenga un común de políticos responsables
y comprometidos con un proyecto de nación. Bien al contrario, la práctica
totalidad de los líderes políticos y sus correligionarios no han demostrado
otra cosa que ser unos perfectos falsarios, unos completos incompetentes, unos
no disimulados corruptos, y unos enorgullecidos en su insultante vileza. Y aquí
los tenemos a todos ellos. Un presidente y un vicepresidente a los que
cualquier examen de hemeroteca les dejará como mentirosos, hipócritas y necios,
rodeados de ministros con el mismo grado de falsedad y sectarismo y con
idéntico objetivo de servir al globalismo que impone ideologías aptas para
degenerados y abusadores, Y todos ellos arropados por un buen número de diputados
y votantes que se niegan a sí mismos la capacidad de valorar las consecuencias
futuras de sus actos.
Pero hay aún otra parte de la realidad que es
aún más inquietante que la que ven aquellos que se niegan a reconocer lo que en
realidad está sucediendo. España no ha tocado fondo todavía. La era del
Gobierno Sánchez – Iglesias comienza ahora, y los resultados de un gobierno de
socialistas y comunistas, apoyado por independentistas y defensores de
terroristas, jamás podrán ser beneficiosos para la nación. En los últimos
cuarenta años, nunca España habrá tenido un gobierno tan indigno como el que
formará Pedro Sánchez, el socialista que ha preferido ser presidente pisoteando
la sangre de los socialistas asesinados por ETA, y que admite como socio y vicepresidente
a quien en el pasado denigró y acusó, con todo acierto, al partido socialista
por ser el partido de la “cal viva” del terrorismo de los GAL y responsable
durante muchos años de la podredumbre del Estado y de sus servicios de
inteligencia. Un vicepresidente que se presentó ante el electorado como
martillo de políticos de la casta, para convertirse poco después, él mismo, en
parte de esa adinerada y acomodada casta de chalets caros y crecidos sueldos.
No. España no ha tocado fondo. Dure lo que dure
esta legislatura, que muy posiblemente se prolongue hasta los cuatro años
preceptivos, viviremos momentos muy amargos y situaciones que hace veinte años
habríamos tenido por improbables en nuestra propia nación. Pero la sociedad lo
ha permitido. La sociedad lo ha permitido lo ha fomentado aupando al poder a
indeseables a los que siempre disculpa sus traiciones y falacias. Si Dios no lo
remedia, las consecuencias de lo que hemos vivido en lo que va de milenio serán
desastrosas en un cercano futuro.
Pero, pensándolo detenidamente, ¿por qué Dios
habría de remediar una situación que el conjunto de los españoles se ha
empeñado en provocar desde hace tanto tiempo?
¿No es esto lo que tantos votantes han
preferido, a pesar de los antecedentes de sus políticos?
Así sea, entonces.
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