Definirme como republicano me está
costando no pocos insultos prácticamente a diario. Insultos que me resbalan lo
mismo que a un monárquico le resbala que su rey se haya servido de su posición
de privilegio para enriquecerse con comisiones y otros negocios durante cuatro
décadas.
No pocos grupos de Facebook me han
expulsado en los últimos meses por ser crítico con la monarquía, aunque no les
molestaba en absoluto cuando lo he sido con los partidos políticos,
especialmente aquellos a quienes estos grupos atacan. Ayer, sin ir más lejos, fui
censurado en uno de esos grupos que tanto presumen de amar a España cuando
contesté a quienes defienden y hasta alaban a Juan Carlos I por haber cobrado
comisiones del petróleo desde la transición. Lo justificaban alegando que si a
cambio de esas comisiones el rey había conseguido buenos contratos para los
españoles, era algo completamente comprensible.
Resumiendo mis respuestas a
semejantes comentarios, yo contesté que cuando un político ha sido descubierto
cobrando comisiones se le ha llamado todo lo imaginable, y nada bueno. Contesté
también que si a un alcalde, un concejal, un secretario municipal, un presidente
autonómico, o cualquier otro servidor público, sea funcionario o político,
cobra comisiones, puede ser encausado porque hay legislación al respecto. Y si
esto puede suceder con todos ellos, es decir, si todo esto está prohibido para
ellos y se les llama corruptos… ¿por qué habría que admitirselo a un rey, por
muy alto y campechano que sea?
Mis planteamientos no obtuvieron más
que dos respuestas, aparte de los escasos apoyos de ciertas gentes que aún
conservan algo de criterio. Los hooligans de la monarquía no contestaban otra
cosa que no fuera risas y respuestas ciertamente infantiles, y en igual cuantía
aducían que “otros también robaban”. Así hasta que me vi expulsado de ese grupo
concreto que presume de amar a España y permitir “hablar claro”. Imposible
razonar con tales gentes con un mínimo de seriedad. A los tópicos de que el rey
trajo la democracia y que fue un héroe del 23 F se sumaban consabidas frases
tales como “qué va a decir un republicano de la monarquía” o “eres un troll de
Podemos”. Lamentablemente, la capacidad intelectual de la hinchada juancarlista
no parece llegar más allá. Y sus argumentos tampoco.
Esta anécdota, sin importancia
ninguna para mí en el plano personal, me demuestra nuevamente que uno de los
motivos por los que España permanece en divisiones inferiores, y muy contenta por
ello porque los países de primera división no tienen toros ni paella ni una
liga de fútbol como la nuestra, así que qué sabrán ellos de nada, es que el
muro de prejuicios y desconocimiento en tan alto, que hay muy pocos españoles
no ya dispuestos a escalarlo para ver qué hay al otro lado; es que ni se
molestan en mirar hacia arriba, al menos para valorar cuán alto es dicho muro.
El pueblo español culpa a sus políticos de todos los males que aquejan a la
nación. Pero obvian que los políticos proceden del pueblo, del que son un
reflejo perfecto.
En otro de esos grupos en los que fui
bloqueado cuando además de opinar sobre el gobierno socialista/comunista lo
hice sobre la monarquía durante la transición, otro hooligan me llamó
directamente mentiroso porque no podía ser cierto que Roberto Centeno fuera, tal
y como yo le aseguraba, republicano y defensor de una República Constitucional.
¿Para qué más palabras? ¿Cómo se
puede razonar con quien no quiere ver ni oír otros argumentos por temor a saber
que su propia historia ha sido siempre una farsa?
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