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Hoy día la política es más elástica que
en cualquier otra época pasada y los partidos, tan moldeables como la
plastilina que usábamos en el colegio, ya no tienen otro aspecto que no se
parezca al de gigantescas agencias de colocación laboral equipadas con numerosos
departamentos destinados al adoctrinamiento antisocial. Aquí no hay principios
que valgan. Y si los hay; si alguien los tiene, o sale por la puerta por sus
propios medios o acaba arrojado por la ventana.
La falta de principios es el denominador común
que hace tan parecidos a los partidos políticos. Y la única diferencia que
puede llegar a existir entre ellos es que mientras unos hacen gala precisamente
de esa falta de principios, o lo que viene a ser lo mismo, presumen de defender
cualquier cosa que atente contra esos mismos principios de los que carecen,
otros partidos prefieren no destacar, o no correr el riesgo de ser
completamente excluidos, y guardan silencio en las situaciones en las que se
deberían defender esos principios que sus votantes reclaman.
Así las cosas, el centro derecha español está
dividido en dos actualmente. Por un lado, Ciudadanos. Una fuerza política que
no acaba de dar el salto hacia una mayoría de votantes que le consolide como el
gran partido del centro derecha español. Y por otro, el grupo político que en
menos de una década ha pasado de ser mayoría absoluta en el Congreso a ocupar
una tercera parte de los escaños que llegó a obtener en su mejor momento en
2011. Una debacle de escaños propiciada principalmente por la traición a su
electorado y los numerosos casos de corrupción, cuya cantidad solo ha sido
superada por el PSOE.
Ciudadanos y PP suelen dar la impresión,
creo que interesada y estratégica, de ser dos formaciones condenadas a no
entenderse por completo. Una táctica muy estudiada que trata de asegurar el
mayor número de votos posibles entre un electorado que piensa en centro derecha
con pocos matices de diferencia.
A día de hoy hay muchos votantes que seguirán
votando a la derecha moderada que hable de bajar impuestos y de liberalizar la
economía pero que jamás en su vida volverán a votar al PP por la traición del
infame e impresentable Rajoy y su sicariado en el que Montero y Sáenz de
Santamaría ejercían de lugartenientes con plenos poderes. Este tipo de votantes
tiene su nuevo refugio en Ciudadanos. No en Vox, que aunque habla de unidad de
España y de combatir al independentismo, como C’s, se distingue de los
anteriores por manifestarse contra la inmigración que España está dejando
entrar sin control, asunto del que huyen los de Rivera por un motivo del que
hablaremos más adelante.
Otro aspecto en el que PP y Ciudadanos
parecen haber sido sacados del mismo molde es el trasfondo económico que
subyace bajo sus mensajes electorales. Puede ser atrayente lo que ambos
propongan en sus programas, y la inmensa mayoría de los votantes se contenta
simplemente con eso, con leer en un programa electoral maravillosas propuestas
sobre economía de mercado, pero prácticamente nadie se molesta en escudriñar en
el historial de quienes elaboran tales propuestas.
En C’s, el economista Garicano se ha
distinguido en los últimos meses en insistir en la imagen liberal que el
partido se decidió a adoptar no hace mucho tiempo. Sin embargo, este mismo
personaje no ha reparado en elogios hacia la figura de George Soros; un nefasto
elemento al que no se le puede achacar precisamente un significativo apoyo a la
libertad económica… ni a ninguna otra libertad que no sea la inmigración
descontrolada y la ideología de género. Y ahí es donde llegamos a la relación
con el párrafo anterior. Soros es el promotor de no pocas ONGs ya investigadas
por fomentar la inmigración ilegal hacia Europa, asunto sobre el que Ciudadanos
no incide demasiado, si no es para tratar de salir del paso en algún debate. Así
que podemos deducir claramente, sin error, y con abundante hemeroteca en la
mano, que el partido de Albert Rivera, bien de hecho, bien tácitamente, es
favorable a la inmigración descontrolada, es favorable también a la ideología
de género, es liberal en su programa pero no tanto en la práctica… coincidiendo
con la línea estratégica a seguir auspiciada
por George Soros y su dinero para conseguir su objetivo de “deseuropeizar”
España. Es esto y no otra cosa lo que en realidad están votando los adeptos a Ciudadanos.
¿Pero, y qué votan los simpatizantes del
Partido Popular? ¿Es el PP un partido
liberal? No. Eso terminó en 2008 con la deriva hacia la socialdemocracia que impuso
Rajoy y que posteriormente practicó como presidente del Gobierno. ¿Es el PP un baluarte
contra la ideología de género y sus nefastas consecuencias sociales? En
absoluto. Rajoy continuó las políticas de género de Zapatero y no derogó una
sola de esas disparatadas leyes impuestas por el indigno presidente socialista
y sus falsarios ministros. ¿Pretende el PP racionalizar la inmigración y restar
insultantes privilegios a inmigrantes ilegales? Rajoy no lo hizo nunca. Se
plegó a las exigencias de la corrupta Europa y jamás frenó el goteo cada vez
mayor de inmigración que no solo no aportaba nada bueno a España sino que,
además, consumía recursos de un estado en crisis que ya no proveía las
necesidades de muchos españoles llegados a la pobreza casi absoluta y a la
indigencia.
Las líneas maestras de ambos partidos,
definidas durante los últimos dos años y afinadas y pulidas en estos pasados
meses, si lo vemos con objetividad, son demasiado parecidas. Prácticamente
idénticas. Y si en algún detalle importante hay diferencias y volvemos a
observar con la misma objetividad, notaremos que esas diferencias no parecen
tales, sino más bien accesorios repartidos entre ambos grupos políticos para
que los votantes que un partido no atraiga sí sean captados por el otro.
Accesorios como la batalla contra el independentismo, que ambos parecen querer
usar ahora, pero que mientras C’s enarbolaba con gallardía, Rajoy abandonaba
con falsas promesas y clarísima de dejación de funciones. O el paraguas
protector de la corrupción socialista en Andalucía que Ciudadanos prestó a
Susana Díaz durante toda una legislatura, gobernando en coalición durante
cuatro años, antes de aliarse con el PP y Vox para desbancar a una presidenta
socialista a la que, curiosamente, Pedro Sánchez quería hacer desaparecer del
mapa.
Alguien podrá pensar que si Ciudadanos y
PP se parecen tanto y uno es disidencia controlada de otro, cómo es que se
perfila en el horizonte un posible pacto global entre C’s y PSOE que asegure a
ambos el gobierno de comunidades autónomas, diputaciones y alcaldías por buena
parte de España. Muy buena cuestión. Pero sigamos pensando fríamente, sin
preferencias ni partidismos, y vayamos un poco más allá:
¿Es el PP de Rajoy tan distinto al PSOE
de Zapatero, que en definitiva es el PSOE de Sánchez? ¿Es que no existe un eje
común que une las líneas de actuación de los tres partidos, PP, Ciudadanos y
PSOE? No están los tres partidos, con escasos matices, defendiendo e
implementando en todas las comunidades autónomas donde tienen poder las nuevas
leyes de género en la educación?. ¿No se parece sospechosamente el comportamiento
de estos tres partidos respecto a la inmigración? ¿No comparten demasiados
puntos semejantes en sus políticas impositivas? ¿No cuentan los tres grupos con
políticos simpatizantes de George Soros y de sus estrategias diseñadas para
tratar de imponerlas en la Unión Europea? ¿No ha mantenido el propio Soros
notorios encuentros con Pedro Sánchez, encuentros algo más discretos con Albert
Rivera, y encuentros mucho más discretos con Rajoy, el último de ellos con
cierto miembro de la directiva de Casado como invitado?
Desgraciadamente, nadie en España parece
plantearse las cosas en estos términos. Los españoles se pierden en vaguedades
o en luchas políticas que solo benefician a los líderes de los partidos y a
quienes gobiernan por encima de ellos. Y si apartamos a unos pocos que de
verdad se interesan por lo que sucede en nuestra nación, el resto, los que
pasan de la política, están más atentos a Sálvame y Supervivientes que a la
subida de impuestos en ciernes que amenaza con hacernos, otra vez, un poco menos
libres.
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