“Y ahora permanecen
la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la
caridad” 1ª de Corintios 13:13
En ocasiones, la caridad, a la que los
cristianos definimos como el amor puro de Cristo, puede mostrarse de muchas
formas. Y en algunas de esas ocasiones, la caridad, el amor puro de Cristo, se
manifiesta con la fuerza imparable de quien está dispuesto a sacrificar mucho
por aquellos que más necesitan el apoyo de otros.
Pero cuando la caridad se ejerce desde la
responsabilidad del liderazgo, constituye un ejemplo especial que nos enseña
que aquél que es llamado a dirigir a otros puede mostrar el camino a seguir
haciendo lo que Jesucristo haría, y lo que el Padre Celestial espera de
nosotros.
El ejemplo del joven Spencer, Presidente
del Quórum de Diáconos de su barrio, muestra un valor y una determinación que
va mucho más allá de un simple gesto o de una dádiva. Es un ejemplo de
superación para Spencer, quien no busca reconocimiento alguno, sino dar la
oportunidad a su amigo Dayton para que éste pudiera hacer lo que nunca había
hecho. Mediante el esfuerzo y sacrificio de uno, ambos ganan bendiciones.
Una de las escrituras más inspiradas que
conozco, en el libro del profeta Mosíah, del Libro de Mormón, otro Testamento
de Jesucristo, dice así:
“Cuando os halláis
al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios”
Mosíah 2:17
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