Puede escuchar el texto y ver el vídeo al final del artículo.
El otro lado de la moneda de la ideología
de género suele ser oscuro y sórdido. Bajo la excusa de “visibilizar a
colectivos marginados y perseguidos” se oculta un interés sucio y aberrante que
consiste en manipular al individuo mucho más allá del sectarismo político.
Un lado oscuro y sórdido donde todo se
justifica si es para que cualquiera que se niegue a sí mismo pueda contar con
la aprobación de una sociedad corrupta y cobarde que le protegerá frente a
cualquier persona coherente que vea la realidad y se atreva evidenciarla ante
los demás.
Y dentro de esa ideología de género que
encuentra acomodo en una inmensa mayoría de medios de opinión e información, se
está imponiendo una de las corrientes de “pensamiento” más infames junto a la
que pretende la normalización y legalización de la pederastia: la aceptación de
que cualquier niño, sin importar su edad, pueda definirse sexualmente como él
mismo “se percibe”.
Afortunadamente, cada vez son más
numerosas las voces que se alzan para denunciar los profundos trastornos que la
ideología de género provoca en la infancia que cae bajo su influencia.
Profundos daños que llegan a convertir casi en pura anécdota que un niño se
declare niña, o viceversa, con el fin de llamar la atención de su entorno y
conseguir alguna notoriedad. Las consecuencias inmediatas, que el niño no puede
llegar ni a prever ni a valorar, suelen ser demoledoras. Educadores, psicólogos
y psiquiatras advierten que el estado de confusión y ansiedad en el que suelen
vivir muchos de estos “niños trans” llega a ser tan devastadora que el número
de casos extremos que acaban en intentos
de suicidio y suicidio de facto es abrumador, y que incluso los que no llegan
hasta tal punto presentan en no pocos casos un alto índice de trastornos de
ansiedad, alimentarios y de comportamiento.
A los defensores de la ideología de
género todo esto les trae sin cuidado. Su interés va por otro lado, y los
menores, jóvenes y adultos que acaban trastornados, o algo peor, son daños
colaterales sin importancia, fruto de una estrategia planificada para desarticular
la personalidad del individuo en aras de una mayor obediencia a una sociedad hedonista y falta de todo principio
moral y ético.
En el siguiente vídeo de tres minutos y
medio, el conferenciante incide en algunos aspectos que no se suelen tener en
cuenta a la hora de valorar por qué un niño quiere ser visto como otra persona
del sexo contrario. Es decir, ser aceptado como lo que nunca llegará a ser, por
una sociedad que le apoya en su autoengaño. Motivos que en muchas ocasiones son
verdaderas tragedias de las que un niño trata de huir queriendo ser una persona
diferente, y que pueden llevarle a una desesperación mayor de la que su propia
personalidad, aún sin formar pero a la que se le quiere conceder una capacidad
de elección y raciocinio que realmente no existe, no puede soportar y que acaba
en tragedia demasiado a menudo.
Una gran parte de la sociedad no quiere
aceptar lo que sucede, y muchos de los padres de estos niños creen, intoxicados
por una ideología de género omnipresente e inquisitorial, que apoyar a un hijo
en sus desvaríos es respetarle y protegerle. Pero, en demasiadas ocasiones, esos
mismos padres acaban por aceptar que, lejos de ser una solución, lo que su hijo
ha decidido y que ellos han permitido es acrecentar un problema que, con el
paso del tiempo, llega a ser insalvable.
El extracto de la conferencia de Walt Heyer comienza en el minuto 3:17
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