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Es llamativa la reacción de la izquierda
en algunos foros al hacerse oficial que hoy entra en vigor en Holanda la
prohibición parcial del uso del burka, que será efectiva en edificios y
transportes públicos.
La polémica que se plantea no es nueva.
Desde que el Islam comenzó a llegar con fuerza a Europa con el beneplácito de
la extrema izquierda, no han sido pocos los activistas izquierdistas que han
enarbolado la bandera de la libertad en
defensa del derecho de las mujeres musulmanas para vestir el burka en cualquier
lugar.
Si bien no deja de ser chocante que sea
la izquierda la que se erige siempre en defensa de las libertades, no lo es
menos que pretenda salvaguardar esas pretendidas libertades en favor siempre de
ciertos sectores, cuando a la hora de proteger a otros, a esos mismos
“defensores” ni se les ve ni se les espera, o peor aún, se muestran
decididamente en contra de que esos otros sectores sí puedan manifestar sus
creencias.
El caso de Holanda no es el único. Otros
países, concretamente Suiza, Austria o Francia, ya están aplicando leyes
parecidas que, pese a lo que aseguran ciertos polemistas escorados y algunos
comunicadores escasamente objetivos, no
están basadas en ningún tipo de persecución religiosa. Lo que prima en estas
iniciativas legislativas es tratar de salvaguardar la seguridad de los
ciudadanos en los espacios públicos que son puntos preferidos por los
yihadistas para consumar sus atentados. Una necesidad que algunos no quieren
reconocer y que tratan de soslayar acudiendo a los argumentos recurrentes de la
xenofobia y el racismo
En cualquier caso,
la polémica está servida de nuevo, y a buen seguro se repetirá si algún otro gobierno
europeo reúne el valor suficiente para dejar a un lado lo políticamente
correcto y aprueba leyes parecidas a la que hoy comienza a ser efectiva en
Holanda.
Y aunque es posible
que en esta ocasión no sea una polémica excesivamente cruda, porque hasta los
izquierdistas más furibundos guardan vacaciones en agosto y muchos de ellos no
están para trolear cualquier noticia que no se ajusta a su particular concepto
de la libertad, no me cabe una sola duda de que a la vuelta de las vacaciones,
y si es conveniente para ciertos fines, esos mismos activistas que tratan
continuamente de imponer cualquier costumbre o creencia que pueda solapar a la
civilización judeo cristiana que tanto les molesta, retomarán la ley de
prohibición del burka como instrumento de agitación con el silencio cómplice de
los lobbies feministas y de género que jamás levantan sus voces para defender a
las mujeres asesinadas por negarse a vestir un burka, o a los homosexuales
muertos por el hecho de ser homosexuales.
Será que en agosto,
hasta los “derechos humanos”, tal y como los entienden los partidarios del
totalitarismo, también se marchan de vacaciones.
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