Según las explicaciones del propio César Vidal, su salida de La Razón le fue comunicada sin más; sin posibilidad de negociación alguna. Tampoco Vidal lo habría pretendido, y desde luego no parece estar apenado por tal suceso. Sin embargo a Ussía, quizás para mostrarle la puerta de salida, el director Maruenda le anunció a éste que el espacio exclusivo que ocupaba pasaría a ser compartido entre ambos. Triste compañía la de un lame botas de políticos para cualquier escritor que se precie. De modo que Alfonso Ussía renunció a su puesto en este diario de la derecha pepera, en el que dicho sea de paso siempre tuvo mucho mejor trato que César Vidal.
Así como hay periódicos que tienen sus propias hinchadas, también sucede con ciertos periodistas. Del mismo modo que El País o el ABC (o un simplón La Razón) tienen a sus aficionados y hasta sus hooligans, sucede lo mismo con los columnistas que ocupan los lugares preferentes en estos medios. Pero tal y como algunos leen su diario favorito sin importar realmente el contenido que éste ofrezca, también existen lectores dispuestos a dejar de consumir el producto si su escritor de referencia no aparece. Y eso es lo que a buen seguro está sucediendo con La Razón. En las últimas semanas he tenido ocasión de hablar con al menos siete personas sobre la salida de Vidal y Ussía de este diario en varias capitales de provincia. Se da la circunstancia de que todas ellas son lectoras de ambos periodistas y seguidores del programa La Voz de César Vidal; y de todas estas personas, los que son lectores habituales del periódico de Maruenda coinciden en que ya no lo compran, porque si lo hacían era para leer a uno o ambos columnistas. Por añadidura, tres de ellas me dejaron bien claro que no renovarán sus suscripciones. Así las cosas, es sencillo pensar que este fenómeno se puede extrapolar al resto de España y llegar a la conclusión de que Francisco Maruenda le ha pegado un tiro en el pie al medio que dirige.
De todos los comentarios al respecto que escuché estos días, me quedo con uno en particular. Una mujer muy lectora de prensa, me comentaba que si leía a menudo La Razón era porque su jefe estaba suscrito y lo recibía a diario en su empresa. Me explicaba que este diario dio un giro nefasto en su línea editorial con la defensa a ultranza de Maruenda a Mariano Rajoy cuando éste era presidente de gobierno. Yo doy fe de que eso sucedía. Hasta hace unos años yo era oyente habitual de las mañanas de Esradio cuando tenía que viajar en mi auto, y varias veces a la semana Maruenda aparecía como tertuliano en el programa de Jiménez Losantos. Y las intervenciones del director de La Razón, defendiendo hasta el enamoramiento a un indefendible Mariano Rajoy y a su gobierno de impresentables con Cristóbal Montoro como primera figura, resultaban estomagantes. Un comentario muy gráfico y creo que muy ajustado a la realidad que dijo esta mujer, ex lectora ya de La Razón por la ausencia de Vidal, fue que “este periódico se ha quedado para un público de peperos progres”. Una definición muy acertada teniendo en cuenta cómo este diario ha defendido a ultranza a un Partido Popular que desde los inicios del liderazgo del nefasto Rajoy fue convirtiéndose en copia azul del PSOE en el peor sentido el término.
Los comentarios de los lectores en los distintos diarios de internet que reseñaron la salida de César Vidal del diario dirigido por Maruenda suelen coincidir en que la causa del despido del escritor puede deberse a interferencias políticas. No sería de extrañar. En una España cada año más intervenida en sus libertades hace mucho tiempo que se da un curioso fenómeno. Los comunicadores que demuestran a diario su independencia acaban arrinconados, mientras que en periódicos, radios y televisiones, políticos y periodistas serviles acaparan espacio y tiempo para seguir aborregando a sus espectadores. En este aspecto, el propio Francisco Maruenda desfila por las televisiones y radios como colaborador, sin méritos suficientes para que el poder mediático le asigne otro papel. No llega a la altura de un Ferreras o un Gabilondo, vergüenzas andantes del periodismo a quienes les sale muy rentable vivir genuflexos ante la izquierda. Maruenda no llega a eso, bien porque no encuentra un amo suficientemente poderoso, bien porque no demuestra el talento suficiente. En cierto sentido, éste es peor que aquellos. Mientras los anteriores tienen su plaza ganada y su camino hecho, el heredero de Anson y director de La Razón sigue como becario en alguna televisión progre haciendo el ridículo en cada debate en el que aparece.
¿Qué se puede esperar de semejante personaje cuando tiene la responsabilidad de dirigir un medio de comunicación? Pues, precisamente, lo que se puede esperar es que actúe tal y como lo ha hecho recientemente, prescindiendo de un valor como César Vidal, y sin embargo dando cancha y tribuna pública a indeseables como cierto impresentable exministro del gobierno de Rajoy. Desgraciadamente, en el mundo de la comunicación, como en cualquier otro ámbito laboral, hay personas que no dan para más. No es César Vidal quien necesitaba a La Razón. Mucho me temo que era la Razón quien necesitaba a César Vidal. Está muy claro quién pierde en este caso.
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