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No vi la entrevista que los servidores de
Pedro Sánchez le hicieron ayer noche en la televisión pública al indeseable
Otegi, miembro de la banda terrorista ETA. De hecho, creo que no veo TVE desde
hace años. La indignación general en las redes sociales y en los comentarios de
lectores en diarios digitales era comprensible. Pedían a gritos que un etarra
no fuera entrevistado en una televisión pública con cobertura nacional. Pero la
entrevista fue emitida en directo, el etarra tuvo sus minutos de gloria, y los
españoles supieron responder del modo en que había que hacerlo. Tan solo un
1.6% de audiencia para un espacio emitido en ámbito nacional. Ése es el titular
de hoy con el que yo me quedo. Solo un 1.6%. El comportamiento del público ha
sido de ejemplar ausencia. En contrapartida, no han faltado los periodistas
siempre proclives a criticar a las víctimas del terrorismo antes que condenar
el sistemático blanqueamiento de los asesinos.
Por supuesto que la indignación social
estaba justificada. A ninguna persona decente le puede parecer bien que a un
criminal de semejante especie se le dé carta de naturaleza en los medios, como
ya hiciera el progre venido a acaudalado Jordi Évole en La Sexta.
Ahora bien, ¿a qué obedece este oportuno
nuevo impulso a ETA y a sus satélites por parte de un gobierno socialista? Puede
parecer que la historia PSOE – ETA se repite de nuevo; pero en realidad no es
una repetición. Más bien es la continuación de una vieja historia.
Durante la nefasta era de gobierno de Rodríguez
Zapatero (2044 a 2011) este miserable producto de laboratorio
socialista que fue la imagen de la Marca ZP era el encargado de poner en marcha
varios planes perfectamente estudiados para lograr la demolición definitiva del
sistema tal y como lo habíamos conocido hasta la fatídica fecha del 11 de marzo
de 2004.
Dos de esos planes, casi perfectamente
urdidos en las cloacas más inmundas de la nación, en las que habitualmente se
mezclan ciertos poderes corruptos del Estado, algunas influencias empresariales
y financieras , y el lado más oscuro de la institución religiosa que no ha
dejado de tener influencia de gobierno en una España a la que tanto le gusta
presumir de ser aconfesional, eran la implantación definitiva de la ideología
de género en todos los ámbitos sociales y la aceptación definitiva de las
pretensiones de los dos independentismos más dañinos para nuestra nación.
Zapatero y sus
colaboradores demostraron una habilidad especial para imponer rápidamente la
ideología de género en los ámbitos más importantes de la sociedad española. Fue
como plantar una enredadera. Colocaron las semillas en los puntos más estratégicos y poco después la
planta se encargó de extenderse en todas direcciones. La enredadera, cuanto más
se extiende, más fuerte es y más gruesas se vuelven sus ramas principales. Así
sucedió con esa ideología abominable. Plantaron semillas en la justicia,
incluyendo disparatadas leyes liberticidas contra los hombres, las familias y
la infancia; en el lenguaje de los medios de comunicación y los partidos
políticos, en las escuelas con los manuales de educación para la ciudadanía, en
los programas de televisión más seguidos, contratando a todo un ejército de
presentadores y colaboradores homosexuales que presumían de serlo cada día; en
la publicidad que comenzaba a derrumbar estereotipos heterosexuales para
favorecer y normalizar los homosexuales…, y un largo etcétera de otros ejemplos
que iban enraizando poco a poco y calando en la aceptación social general.
El otro plan era
más complicado. No era tan fácil conseguir que la mayoría de la ciudadanía que
siempre rechazó los atentados de ETA pudiese luego aceptar sin más que los terroristas,
prácticamente acabados en la segunda legislatura de Aznar, recuperasen
influencia política y capacidad de atentar como por arte de magia. En la
actualidad han sido publicadas las actas de las reuniones de ETA con el infame
y traidor Zapatero y en ellas se ha desvelado definitivamente lo que todos
sabíamos o sospechábamos. Hubo pacto con ETA, incluso antes de que Zapatero
llegara al poder ya existían reuniones secretas entre socialistas y terroristas.
Según investigaciones periodísticas fiables ETA sabía en las negociaciones que
con un gobierno del PP aznarista todo estaba definitivamente perdido para sus
intereses y que, para su supervivencia, uno de los factores absolutamente
necesarios a conseguir era que el PSOE recuperase el poder. A esta pretensión,
un delegado socialista presente en esa reunión, perfectamente identificado,
contestó que todo estaba previsto.
Curiosamente, muy
pocos días antes de las elecciones generales de marzo de 2004 sucedieron los
atentados del 11M, y todos recordamos lo que sucedió inmediatamente después. Con
la sangre de las víctimas recién vertida, el PSOE y sus medios afines se
dedicaron a agitar a las masas en contra del noqueado gobierno del Partido
Popular y el cambio de gobierno en las urnas se hizo efectivo días después. El
aún presidente Aznar, que no se presentaba a las elecciones respetando su
promesa de no permanecer en el poder más de dos legislaturas, dejó entonces la
puerta abierta a una de las hipótesis que más aceptación ha tenido entre muchos
investigadores: no había que buscar a los culpables de los atentados en lejanas
montañas, sino que había que hallarlos más cerca. Una clara referencia a la
persecución de los norteamericanos a Ben Laden por las montañas afganas. Hoy,
15 años después, ni CIA ni NSA han incluido todavía los atentados de Madrid en
sus listas de ataques perpetrados por el terrorismo islámico.
Pero, así como la ideología
de género siguió con su imparable avance, alentado por prácticamente todos los
sectores políticos del parlamento con muy escasas excepciones, la estrategia en
favor de ETA acabó por sufrir un serio parón a final de la era Zapaterista.
Hasta ese momento,
poco habían importado al gobierno socialista las masivas protestas
protagonizadas por la ciudadanía contra ETA y el mal disimulado apoyo
socialista a favor de los asesinos. El avance de los intereses independentistas
vascos había sido sustancial. Herri Batasuna, bajo otras siglas, volvía a tener
presencia en las instituciones, y por tanto acceso a información y dinero
públicos, y el PNV se frotaba las manos por las prebendas que Zapatero le
concedía a cambio de apoyo en el parlamento. Pero la brutal crisis económica
que estaba hundiendo al país también tuvo un efecto fatal para los planes de
socialistas y etarras. Una mayoría de españoles estaban absolutamente hartos de
la ineptitud y la estupidez de Rodríguez Zapatero y sus ministros en materia de
economía y empleo. Se habían dejado seducir para una segunda legislatura
socialista porque aún se dejaba notar la inercia de prosperidad económica del
aznarismo. Pero, una vez instalada la crisis con todas sus consecuencias hasta
los sindicatos mayoritarios, siempre siervos del PSOE, levantaron la voz contra
el gobierno.
Esta vez era el
gobierno socialista quien estaba prácticamente noqueado. ETA ya le había
tendido la mano en las elecciones de 2008 atentando contra un socialista de
segunda fila, porque no se podía permitir que el PSOE dejara de gobernar. Rajoy
aún no estaba convenientemente domesticado por el poder. Le faltaba un poco más
para estar a punto y ser un relevo conveniente de ZP si llegaba el momento (que
llegaría en 2011). El PSOE renovó su segunda
legislatura, pero la crisis económica y la ansiedad de cambio en los españoles
arruinaron los planes independentistas, porque tres años después, en elecciones
anticipadas, el voto de los hartos desalojó al infame Zapatero de La Moncloa.
Hasta el independentismo catalán, tan bendecido también por el traidor
Zapatero, tuvo que bajar el ritmo durante el primer año de mandato de Mariano
Rajoy, quien al final resultaría ser otro gran traidor a su partido y a la
nación española, pero un gran benefactor de los independentistas y de la
ideología de género en la legislatura y media en la que como gobernante,
certificó el desastre nacional iniciado por Rodríguez Zapatero.
El ya domesticado
Rajoy, socialdemócrata y masón como corresponde al gusto de las cloacas
gobernantes, continuó aunque a menor ritmo, facilitando el camino de la agenda
criminal del terrorismo vasco. Todos recordamos casos escandalosos como el del
criminal Bolinaga, supuestamente enfermo terminal y a punto de fallecer,
liberado de la cárcel por motivos humanitarios y disfrutando de libertad
inmerecida durante dos años de parrandas en bares de su ciudad natal. Caso que
tuvo un parecido antecedente de indignación popular el 1 de agosto de 2008, cuando
el múltiple asesino De Juana salió libre tras pagar apenas un año por cada vida
que había arrebatado.
Rajoy se aseguró de
contentar a los terroristas permitiendo el acercamiento de presos de ETA a
cárceles de las Vascongadas, proporcionándoles así más privilegios, al tiempo
que con su habitual inacción también permitía un primer golpe de estado del
independentismo catalán promovido por otro personaje nefasto de la cuadra del
clan Pujol: Artur Mas.
Para cualquier
observador medianamente informado, esta sucesión de hechos a lo largo de los
años no puede obedecer a la casualidad. Todos los hechos parecen estar
perfectamente relacionados, y los inconvenientes que hayan podido surgir para
la consecución de tales hechos fueron convenientemente allanados.
Y actualmente,
Pedro Sánchez, heredero de Rajoy y Zapatero, con la excusa de buscar apoyos
para una investidura que aún parece incierta, abre la puerta a que otro
indeseable miembro de la banda terrorista ETA, Otegi, a quien Zapatero ya
tendía la mano sin importar si las de este desalmado estaban manchadas de
sangre, se reafirme como personaje público y disfrute de unos buenos minutos de
entrevista en medio público.
En el horizonte
está la sombra del pacto entre PSOE y ETA para que el primero consiga el
gobierno de Navarra, y el segundo siga fortaleciendo allí su presencia para
forzar, llegado el momento, una “solución política” que acabe con esa región
incorporada a las Vascongadas. Algo de lo que ya muchos hemos estado avisando y
publicando durante años.
De momento, lo único que podemos tener por seguro es que la
estrategia sigue en marcha. Mientras la investidura del Doctor Sánchezstein
siga siendo una incógnita, ni siquiera sabremos si esta legislatura tiene
continuidad o si serán convocadas nuevas elecciones. Aunque no sería nada
extraño que la próxima sesión de investidura en el Congreso nos depare alguna
sorpresa, que dada la clase política que sufrimos no lo sería tanto, lo que sí
podemos tener muy claro es que la táctica de normalización de ETA ante la
sociedad seguirá adelante y se acelerará o ralentizará dependiendo de lo que el
incoherente Sánchez consiga en sus negociaciones para ser presidente.
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