Tan solo hace falta
buscar algún ejemplo similar en la historia reciente de ideología implantada
mediante adoctrinamiento para comprender que la ideología de género, con todo
su compendio de leyes aberrantes y conceptos antiliberales y antisociales, no
sería capaz de crecer y mantenerse viva por sí misma en la sociedad,
precisamente por ser nada más que eso; aberrante, contraria a la libertad y la
sociedad.
Y uno de esos ejemplos
recientes, quizás el mejor si nos atenemos solo al ámbito español, es el resultado
de casi cuatro décadas de continuo y progresivo adoctrinamiento en las escuelas
catalanas contra la identidad catalana española, contra los españoles y contra
la hispanidad en general. Lo que a finales de los 70s era un movimiento
minoritario como independentismo, sin confundirlo entonces con el nacionalismo
catalán, que no era otra cosa que una gigantesca maquinaria de expoliación del
resto de España, aunque en la última década haya mostrado su verdadera cara,
identificándose plenamente con el movimiento independentista más radical.
Para que ese
independentismo racista y delincuente tenga los ahora los apoyos que tiene, ha
sido necesario un constante y progresivo aleccionamiento no solo en las
escuelas; también en los medios de comunicación de masas. Y ya conocemos los
lamentables resultados de tal aleccionamiento.
Precisamente, con la
ideología de género sucede exactamente lo mismo. Es una corriente que no
tendría apenas aceptación entre la gente, principalmente por desinterés, si no
fuera por el insistente martilleo de sus defensores en los medios de
comunicación, en la política y en la educación. Como se ha explicado en muchas
publicaciones escritas y audiovisuales, la ideología de género fue ideada y
patrocinada por la izquierda ya en los primeros años 70s, como una nueva
herramienta con la que tratar de socavar los cimientos de la civilización
occidental de influencia judeo-cristiana y las sociedades que se basan en esos
cimientos. Y para ello, desde los inicios de semejante estrategia, sobrepasaron
límites sobre los que ellos mismos llevaban criticando a otros colectivos, como
el caso de la pedofilia.
La ideología de género
no es solo una mera cuestión sexual. No es una simple cuestión política. No es
solamente un absurdo y estúpido asalto al lenguaje y al diccionario. No es solo
un delirante intento de enfrentar a mujeres contra hombres, a homosexuales
contra heterosexuales o a transexuales contra cualquier persona que acepte sin
problemas lo que realmente es y será hasta el día de su muerte.
La ideología de
género pretende, entre otras cosas tremendamente graves, destruir la
infancia tal y como la hemos vivido hasta ahora; privarla de la inocencia
necesaria para el bienestar de los niños y de la seguridad emocional que los
adolescentes necesitan para formarse. No en vano cada año que pasa es más
habitual ver a niños y adolescentes participando de algún modo en los desfiles
del “orgullo” gay y en otras manifestaciones similares. Porque los promotores
de la ideología de género saben que, cuando algo es aberrante para una
sociedad, no se puede imponer culturalmente con ataques frontales. Es mucho más
efectivo presentar semejantes aberraciones
poco a poco, buscando primero el
debate social disfrazado de libertad de expresión, para, posteriormente y en el
momento apropiado para sus intereses, ofrecer más “alternativas de
comportamiento sentimental y afectivo” que las socialmente aceptadas, para no
discriminar a los que practican semejantes comportamientos. En definitiva, la
ideología de género es una puerta hacia una pedofilia aceptada y legalizada. Es
lo que pretenden, y ya no lo disimulan.
Para lograr tal objetivo
no solo cuentan con el apoyo del movimiento LGTBI (+ lo que sea). Disponen de estamentos oficiales e instituciones estatales y privadas, de
no pocos medios de comunicación, incluso conservadores que no se atreven a
oponerse a lo políticamente correcto. Funcionan con el soporte que le brindan
las opciones políticas de izquierda… y de la derecha tibia - que ha
renunciado a defender los principios que antes abanderaba – para no ser
impopulares ante no pocos de sus votantes que, en aras de una modernidad mal
entendida y una tolerancia cobarde, aceptan una ideología que les ha desposeído de su identidad
política, religiosa y social. Están estableciendo una base inmejorable de
lanzamiento de sus degeneradas ideas en planes escolares que serán obligatorios
desde los primeros años de educación primaria. Y añadido a todo lo anterior, se
infiltran en confesiones cristianas, aunque bien es cierto que están teniendo
éxito en unas más que otras.
Pero toda acción provoca
reacción. Es una ley física que puede aplicarse habitualmente también a la
historia. Y en lo que se refiere a ideología de género y sus insanas
pretensiones, hay unos pocos gobernantes que protegen a sus naciones
enfrentándose sin complejos a los lobbies LGTBI y sus holdings políticos y
económicos. Hungría, Rusia y China son países que impiden el avance del
totalitarismo de género para proteger a las familias y a la sociedad. Y en
Estados Unidos, tanto Donald Trump, como algunas de las cámaras estatales están
revirtiendo leyes que fueron aceptadas por mayorías del partido demócrata de la
corrupta Hilary Clinton, servidora incondicional de George Soros uno de los
principales valedores en todo el mundo de la ideología de género y de los
movimientos migratorios ilegales. Desgraciadamente, si los ciudadanos en sus
respectivos países no se movilizan en Europa, USA e Hispano América, la nefasta
ideología de género seguirá avanzando hasta desestructurar sus sociedades. Para
lograr semejante ruina, estamentos como el FMI condicionan la aprobación de
créditos a países en desarrollo mediante la aceptación de los gobiernos de
implementar leyes de género en los ódigos penales, civiles y en la educación,
como ha sucedido en ciertos países de América del Sur.
Estamos en una verdadera
guerra. Una guerra que la iniquidad siempre mantiene contra la dignidad y la
virtud. En estos tiempos la iniquidad ataca a lo más tierno y débil de nuestra
sociedad: nuestros niños. Si la iniquidad gana esta guerra, quienes no hayan
hecho frente a estas abominaciones también serán responsables de lo que nos
toque vivir. Luego, solo habrá oportunidad de lamentarse, porque el daño será
tan profundo que seremos incapaces de repararlo.
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