Un artículo del Wall Street
Journal sugirió ayer a Zapatero que se desmarque del “cariño” que pidió a los
sindicatos, y que éstos le han dado a manos llenas mientras evitaban defender a
los millones de desempleados que la política económica del gran líder planetario
ha provocado por toda la nación.
Es más; el WJS comparó a nuestro
presidente y protagonista de acontecimientos históricos, por increíble que
pueda parecer a cualquiera con un mínimo de coherencia mental, con Ronald
Reagan, por haberse enfrentado ambos a los respectivos controladores aéreos de
cada país. En mi opinión, esto es como comparar a De La Vega con Margaret
Thatcher por el hecho de que ambas sean mujeres.
La comparación vino a cuento del
enfrentamiento del gobierno español con los controladores aéreos. En su tiempo,
Ronald Reagan tuvo el valor de enfrentarse a más de 13.000 controladores aéreos
– en realidad, no importa tanto el número como la intención – y recordarles
que, al margen de la posible validez de sus reivindicaciones, su huelga era
ilegal. Reagan no cedió a las presiones del sindicato de controladores, algo
tan parecido a una mafia como el sindicato español, y los despidió sin
contemplaciones. Es obvio que Zapatero y Reagan no se parecerán nunca. Hoy se
ha puesto de manifiesto, otra vez, que Rodríguez Zapatero no tiene ni la
capacidad, ni los principios, ni las ideas políticas y económicas necesarias
para poder conducir a la nación hacia una recuperación que, cada día que pasa,
se ve más lejana.
Subrayo parte de las palabras de
Rajoy, hoy en el congreso. La oposición ofreció ayuda al gobierno en varias
ocasiones, y Zapatero la rechazó. Algunos han citado hoy el ejemplo de
Alemania, donde los partidos mayoritarios trabajaron juntos, buscando intereses
comunes, para llevar a su país en buena dirección. Aquí, hoy por hoy, eso es
prácticamente imposible. Las relaciones entre los dos principales partidos
están más encanalladas que nunca. El odio viene de largo y ha sido bien
cultivado durante los últimos años. De todos modos, el Presidente Zapatero ha
evitado pedir ayuda o consenso con claridad. Si hubiera hecho tal cosa, eso
habría supuesto un reconocimiento de su fracaso político como gestor en tiempos
de crisis.
Las promesas de mejoría se siguen sucediendo. Pero, si Rajoy
y su equipo no logran ofrecer mucha confianza y no consiguen separarse del PSOE
en las encuestas de opinión, el gobierno consigue, al menos en parte,
transmitir a sus partidarios la extraña idea de que la oposición tiene buena
parte de culpa en esta crisis-recesión que estamos viviendo. Todo esto, añadido
al olvido sistemático de los españoles en lo que se refiere a las promesas
socialistas sobre empleo y economía, forma un colchón gracias al cual Zapatero
y sus ministros no llegan a caer demasiado estrepitosamente en popularidad e
intención de voto.
En el debate de hoy no ha habido entendimiento. Tras los
reproches de la oposición, el Presidente ha retado especialmente a Rajoy para
que éste presente una moción de censura. Rajoy no lo hará. Son demasiadas las
diferencias del PP con los partidos nacionalistas que podrían ayudarle y es el
Gobierno quien tiene la llave de la caja para comprar los votos necesarios,
como ya se ha visto en tantas ocasiones.
En fin. Que el debate parlamentario de hoy no parece haber
servido para nada.
¿Y ahora, qué?