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Si prescindiera por un momento de mis convicciones, tendría que reconocer que los líderes del Partido Socialista han sido, con diferencia, los mejores estrategas de la política española.
Han demostrado ser expertos en la manipulación y movilización de masas, en el linchamiento mediático de quien ellos han considerado que podría ser más molesto. Han protagonizado, por sí mismos u ocultos tras sus empresarios predilectos, los mayores escándalos políticos, económicos y judiciales que se han dado en la democracia, dejando pequeños e infantiles a los círculos de poder e influencia del franquismo. Y todo esto, que no es poco, lo han repetido en diversas ocasiones con éxito y, lo que también resulta doloroso para cualquier conciencia honesta, con la connivencia del electorado, al que no le ha importado sostener en el poder, una elección tras otra, a toda esta casta de piratas y corsarios.
Tan solo voy a comentar un ejemplo – de tantos que se repiten – que en estos días ha pasado desapercibido a buena parte de la opinión pública; y empezaré recordando los principios de la década de los 90. El mayor y más vergonzoso ejemplo de control de medios de información, que llegó a las últimas consecuencias.
Quien, en mi opinión, fuera entonces el mejor presentador de informativos diarios de televisión, Luis Herrero, desafió en muchas ocasiones, en directo, al entonces monolítico Presidente del Gobierno Felipe González. Le desafió repetidamente para que se presentara en los estudios de Antena 3 Televisión (la antigua, la libre) para sostener un debate sobre la crisis económica y social que entonces desbordaba al país. Le retaba a hablar de tantos casos de corrupción, innumerables, que se habían convertido en la inercia del funcionamiento del partido. Por supuesto que González no se presentó nunca, ni contestó desde Moncloa a ningún requerimiento de Luis Herrero, pero tanto desafío debió abrirle los ojos. Antena 3 tenía los días contados y el objetivo, además de acabar con la empresa, pasaba por repartir los despojos.
Casi un año antes de las Elecciones Generales de 1993, el Presidente del Gobierno se reunió con los principales dueños de medios de información, quienes siempre se habían mostrado prestos a acudir al rescate de su amo en los momentos más críticos. Y, desde luego, aquel momento era muy crítico. El gobierno estaba acosado por innumerables escándalos, que salían a la superficie casi a diario. Políticos de su partido estaban enfangados en comisiones, ventas, tráfico de influencias, estafas, tramas legales y delitos nunca resueltos. Las encuestas se inclinaban hacia otro lado, no hacia el socialista. Según dichas encuestas, la intención de voto al Partido Popular, Partido Comunista y la abstención crecían significativamente. Además, la decepción y el desencanto, tras dos legislaturas de mandato y la reciente entonces dimisión de Alfonso Guerra como Vicepresidente, habían destruido prácticamente la imagen que los asesores de Felipe habían construido sobre él de estar por encima de todas las cosas.
Si no recuerdo mal, fueron Polanco, Asensio, Godó y Conde quienes acudieron al rescate del tambaleante icono del socialismo español. Los tres primeros, en calidad de propietarios de medios de comunicación. El último, como banquero estrella, admirado y doctorado honoris causa.
Todos prestaron su apoyo a González. Lo que significó, entre otras cosas, que Antena 3 debía desaparecer, tal y como se la conocía, y sus periodistas más importantes y seguidos a diario por millones de oyentes, echados a la calle y desprestigiados hasta donde fuera posible. Aún recuerdo un comentario de Martín Ferrand, en un programa de radio de la cadena: “Los tiburones se acercan a las costas de nuestra casa y estamos solos para hacerles frente”. Y así sucedió.
Al poco tiempo se materializó el mayor ataque a la libertad de expresión de la democracia – de momento –, Antena 3 desapareció tal y como la conocíamos. El desembarco de los profesionales de la Primera y la 2 en la nueva Antena 3 fue general. Los informativos cambiaron de forma, de logotipo y de orientación. Las emisoras de radio, repartidas por toda España, acabaron en manos de la Cadena SER. Luis Herrero, Antonio Herrero, Martín Ferrand, Federico Jiménez Losantos y tantos otros, que durante la anterior década habían construido un medio de comunicación que los amantes de la radio aún recordamos, acabaron refugiados en la COPE , la única cadena de radio que no temía enfrentarse a un gobierno corrupto y su flota de medios afines.
Sin voces contrarias, el PSOE consiguió su objetivo. Ganó las Elecciones Generales, aunque necesitó el apoyo de CiU para poder gobernar. Muchos años más tarde la justicia dió la razón a quienes fueron los primeros y legítimos propietarios de la cadena de televisión y radio pero, como en el caso de RUMASA, ya no se les podía devolver nada porque nada quedaba para restituir.
Actualmente, y con el desinterés de la ciudadanía, tal y como pasara en aquellos años, el Presidente del Gobierno Socialista, interpreta la libertad de información tal y como lo hiciera Felipe González. Zapatero se reunió hace pocos días con los descendientes de Asensio y Polanco, continuadores de la saga de servilismo al poderoso a cambio de productivos monopolios de información. El objeto de dicha reunión ha sido, en pocas palabras, conseguir una vez más el aborregamiento de los ciudadanos. Los informativos de estos medios no informarán de modo objetivo. Le harán el juego a Zapatero como se lo han hecho desde que llegó al poder. Adoctrinarán a lectores y audiencia. Les insensibilizarán. Les ofrecerán la actualidad light que interesa al líder, plena de programas basura e informativos manipulados.
No tendrá Zapatero oposición. El partido popular está ya domesticado y vestido con el collar de la memoria histórica, que no sabe sacudirse porque cada vez que lo intenta le abruman sus propios complejos y los tópicos que militantes y responsables han asumido como ciertos.
El intento de derribo de la COPE se repetirá a buen seguro. Pero no creo que sea porque estén los obispos en el escenario. Más bien le molesta al poder que unos cuantos personajes, capaces de criticar y hablar por igual sobre la derecha y la izquierda, acaben por abrir los ojos a los electores, dándose cuenta estos de que hay vida política más allá del partido único que ZP, Blanco y el resto del clan pretenden imponer en España, o lo que quede de ella.
Tienen estos muchas armas para conseguirlo, y un sin fin de colaboradores como Garzón, dispuestos a obedecer en el momento oportuno. Se trata de que la gente mire para otro lado y se tape los oídos. En estos días toca mirar fosas comunes, remover lo que pretendieron aquietar hasta los comunistas hace cincuenta años. Seguir rentabilizando el recuerdo de Franco, que tan bien les funciona en cada campaña electoral. Así, los problemas le parecerán menos problemas a los votantes, quienes, al fin y al cabo, son los que se dejan timar por un cheque y un par de leyes sobre el aborto y los matrimonios homosexuales.
Todo está bien en España. Excepto la crisis económica que, como Pepe Blanco sabe, es culpa de los americanos.