Como muchos nos temíamos, la
aparición de Pepe
Blanco en un programa de telebasura no era más que el principio. José Bono
también acudió al mismo programa para darse un baño de santidad y buenismo, en
un espacio de televisión que no puede presumir precisamente de objetividad
política al margen del poder socialista.
Hay que reconocer que hace unos
15 años, cuando aún se guardaba algún escaso disimulo en una televisión que ya
daba sobradas muestras de lo que llegaría a ser con el paso del tiempo, y en
una época en la que el PSOE acudía a todo tipo de argucias para desgastar a
quienes no gobernaban todavía, nadie hubiéramos pensado que todo un ministro de
fomento y un presidente del congreso que, (se supone) nos representan a todos,
acudirían a unos de esos programas-bronca que tanto gustan a la clase de
audiencia que se conforma con lo soez. Pero así es como suceden las cosas en la
España de hoy. Hasta los representantes del pueblo soberano, que deberían ser
absolutamente fiables y transparentes, se presentan en programas de televisión,
que bien poco tienen que ofrecer a la política y la cultura nacionales, para tratar de convencer a las audiencias de
cómo de mala es la oposición y qué bien está gestionando la crisis el
presidente Zapatero.
Sin embargo, si hemos de fiarnos
de las encuestas que publican algunos medios, la popularidad y la valoración
del gobierno caen en picado, pero esto tampoco asegura que, en unas elecciones
anticipadas, el PSOE perdiese el gobierno o que, caso de que esto sucediera,
sufriese un descalabro de votos que le hiciera perder un buen número de escaños
en el parlamento nacional. Desgraciadamente, buena parte del electorado español
vota con las entrañas. O, mejor dicho, con las vísceras. Habo de esos votantes,
tan numerosos, que prefieren votar a su partido, por muy mal que éste lo haya
hecho, antes que entregar el poder a un partido contrario al que odia. Buena
parte de ese electorado español es incapaz de votar con el raciocinio. Incapaz
de ponderar los antecedentes y los mensajes de unos u otros partidos y
políticos, y ciego para reconocer los resultados obtenidos por unos u otros. Si
añadimos a esto que los partidos políticos son completamente monolíticos y no
fomentan la democracia interna, tratando, por el contrario, de imponer el culto
al líder.
Reforma laboral. Huelga general.
Elecciones anticipadas. Crisis económica e incertidumbre sobre el euro y
Europa. Desempleo del 20%. Con estas negras y bajas nubes cubriendo el cielo
sobre nuestras cabezas, las únicas iniciativas con verdadero empeño que
demuestras nuestros gobernantes son los
esfuerzos realizados para convencernos de que quienes denuncian son malos,
quienes critican son malos, y quienes
disienten son malos. Política de ineptos.
La clase política española deja mucho que desear, pero la del PSOE en concreto hace tiempo que ha descendido a las alcantarillas.
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