¿Hay
algo más incoherente que las ONGs que viven del dinero público?
Organizaciones
que nada quieren tener que ver con gobiernos (eso dicen) pero que aceptan
recursos de procedencia pública, las hay a cientos. Y no pocas de ellas son, en
realidad, agencias de colocación para amiguetes y similares.
¿Hay
ONGs que actúan como pantallas encubridoras de delitos? Sin duda. En los
últimos años hemos podido saber que varias de estas organizaciones se comportan
exactamente igual que, por ejemplo, la
Iglesia Católica, a la que critican. Hay flagrantes casos de abusossexuales que solo se han presentado ante la justicia cuando
han sido publicados en los medios y que, sin la intervención de los medios,
habrían sido mantenidos en secreto, protegiendo a los abusadores. Además,
también existen casos de desvío de fondos, tanto públicos, como privados, que no han ido a
parar precisamente a los fines a los que se decía que estaban destinados.
Pues
ahora, en medio de este clima de presión fiscal contra ciudadanos y empresas,
favorecido por Zapatero, mantenido por Rajoy, y reforzado por Sánchez y sus
socios, aparecen ciertas ONGs, acólitas de ciertas ideologías y habitualmente
beneficiadas por ciertos poderes públicos y medios de comunicación, y pretenden
que los ayuntamientos y las comunidades autónomas aumenten los impuestos para
poder destinar parte de lo recaudado a financiar las iniciativas de estas mismas
organizaciones.
Llevo
muchos años defendiendo que “sin libertad económica no puede haber libertad”
(M. Thatcher). Los gobernantes, y los poderes económicos por encima de ellos,
saben muy bien que un individuo acosado por impuestos es menos libre y que el
mejor modo de influenciar a la población es ofrecerle pan y circo, financiados
por el dinero que se expolia de los bolsillos de los mismos contribuyentes. Y
ahora, en España, un buen número de ONGs (concretamente en Aragón la RedAragonesa de Entidades Sociales) pretenden sumarse al gigantesco aparato parasitario
que, bajo la apariencia de “Papá Estado Benefactor”, sangra a trabajadores,
profesionales y empresas hasta uno de los límites más altos de tributación del
mundo occidental.
Y así,
tenemos otra variante del buenismo social y de la solidaridad por obligación,
que es el entramado de ONGs de dudoso cometido y de probada ineficiencia que
puebla nuestro país, esperando a recibir un pellizco de dinero público. Tienen
muchas posibilidades de conseguirlo. La izquierda gobernante necesita apoyos y
votos desesperadamente y no parece haber momento mejor que este, dada la
debilidad de un gobierno central y de algunos equipos de gobierno municipales
que siempre han sido proclives a todo tipo de iniciativas populistas dirigidas,
en principio, a favorecer a los más necesitados y que, en muchas ocasiones,
solo han servido para que ese dinero público acabe por desaparecer sin rastro
alguno.
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