En la década larga que llevo escribiendo en este
blog, pocas veces he tenido alguna tentación de escribir o celebrar nada
respecto a la Constitución Española de 1978.
Ni como cristiano creyente y practicante, ni como liberal,
puedo estar satisfecho con esta constitución, ni con el desarrollo que ésta ha
tenido a lo largo de estos cuarenta años, ni con el espejismo de libertad que
los gobernantes, y nótese que cuando me refiero a “gobernantes” suelo hablar
más de quienes están por encima de los políticos que de los propios políticos, han
puesto ante nuestros ojos para ocultarnos lo que muchos no ven y otros tantos
se niegan a admitir: que vivimos en un país que resulta ser el cortijo de unos
pocos, que progresivamente y sin descanso, los ciudadanos nos hemos convertido
en vasallos de un régimen que nos asalta, nos expolia y nos exprime del modo
más miserable y vergonzoso, nos enemista entre nosotros, nos embrutece, nos
manipula… y nos empuja a sentirnos agradecidos por ser hijos de un papa estado
que, en realidad, se halla quebrado en todos los aspectos que se me puedan
ocurrir.
¿Podría revertirse esta situación tan lamentable
que vivimos?
Ayer en la noche escuché el editorial del César
Vidal, en el que el comunicador comparte, de un modo mucho más completo y
lúcido lo que yo pretendía y podría hacer, una serie de propuestas que, de
haberse adoptado al principio de la democracia, a buen seguro nos presentarían
ante el mundo como una de las naciones más
avanzadas, estables y prósperas de occidente:
Desaparición y aforamientos para garantizar la verdadera
igualdad de todos los ciudadanos.
Desaparición de trato privilegiado a políticos y
otras castas.
Desaparición de listas cerradas, para debilitar la
posibilidad de que los partidos monopolicen la vida política
Liquidación de acuerdos con la Santa Sede y otras
confesiones, cuyos costes siempre recaen sobre los contribuyentes
Promulgar la derogación de la actual ley sindical
que convierte a los sindicatos en castas.
Establecer una justicia independiente lejos de la
intromisión de los políticos.
Reformar el título octavo de la Constitución y
devolución de competencias de Sanidad, Educación y otras al Estado para
garantizar igualdad real entre españoles y mejor aprovechamiento de los
recursos públicos.
Fortalecimiento de la Ley de iniciativa popular
para promover la participación ciudadana como contrapeso al poder político.
El Tribunal constitucional debería volver a sus
competencias y retirarse de toda injerencia política a favor de ciertos
partidos.
Fomentar Nueva ley de incompatibilidades para
políticos y servidores públicos.
Someter a la Agencia Tributaria al imperio de la
ley para evitar su utilización con fines políticos.
Implementar una ley de limitación de mandatos a los
políticos para impedir la perpetuación en el poder.
Esta visión pesimista que muchos compartimos no es,
ni mucho menos, una justificación ni comparación sesgada de nuestro actual
sistema con el anterior franquismo. Pero sí es una visión realista de lo que
tenemos, lamentándolo aún más cuando pensamos en lo que podríamos haber tenido
si el proceso de la transición y la llegada de la constitución hubiera tenido
verdadera altura de miras por parte de sus responsables.
La actual quiebra del sistema es un hecho imposible
de ocultar. No hay más que atender a la actualidad diaria para comprender que
nuestra nación sobrevive entre los escombros de la moral, la ética y la
dignidad que las castas y sus sicarios han destruido para su propio beneficio.
Y si de suceder una verdadera regeneración, ésta no comenzará por la clase
política ni por su dueña y señora, la casta formada por las grandes
corporaciones. La regeneración de España debe iniciarse en el seno de la
ciudadanía. En sus costumbres y forma de hacer y decir. En admitir los errores
cometidos y en tener afán por remediarlos. Porque, ante una ciudadanía fuerte y
digna, los políticos corruptos tendrían menos facilidad para dominarla como ahora
lo hacen y sus dueños, los lobbies que les premian por sus servicios, se verían
obligados a reconducir algunas de sus funestas estrategias
Así que, por mi parte, tengo poco que celebrar en
este día de la constitución fabricado como otro producto más para contentar a
una parte de la masa y enfrentar a la restante. Para mí será un día para compartir
con mi familia y no ver un solo informativo en el que los políticos posen
felices y satisfechos de sí mismos.
Editorial del La Voz de César Vidal. 5 de diciembre
de 2018. Cuarenta años de la Constitución Española.
0 comments:
Publicar un comentario
Cualquiera es libre de opinar aquí. Pero quien opine será responsable de sus palabras.