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No existe la vida que
muchos creen perfecta. Nadie está a salvo de sufrir problemas, desventuras y
enfermedades. En ocasiones, esos malos momentos serán consecuencia de nuestros
actos, y muy probablemente no querremos reconocer nuestra responsabilidad en lo
que nos está sucediendo. Otras veces las pruebas serán las que el propio transcurso
del tiempo pone en nuestro camino. Y de estas últimas podemos tener la
seguridad de que Dios no permitirá jamás que tengamos que pasar por una prueba
que no podamos superar. Yo puedo testificar que esto es real. Puedo
testificar que si nosotros hacemos un
esfuerzo sincero para superar estas situaciones, Dios hará su parte aun cuando
pensamos que la situación ha llegado al límite.
Ante la tragedia y la
tribulación, con la ayuda de Dios, que a veces nos llegará de formas que nos costará
reconocer, debemos seguir adelante; sin desmayar, haciéndolo por nosotros
mismos y por los que nos quieren, confiando en que nuestro Padre Celestial nos
ama con un amor incondicional y que nunca nos dejará caer
en el abismo. Porque al final de la prueba siempre hallaremos bendiciones.
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