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Actualmente Vox es
el partido revelación. Ya nadie le ignora y los doce escaños conseguidos en las
pasadas elecciones andaluzas constituyen un preocupante aviso para muchos
navegantes de formaciones contrarias que, seamos sinceros, ven peligrar sus bien
pagados puestos y prebendas y disfrazan su temor ante la llegada de un nuevo
comensal que pretende su ración de un pastel cada año más menguado con una supuesta
preocupación por la democracia y los derechos y libertades conseguidos por el
pueblo español desde la transición. Derechos y libertades que en realidad les
importan un soberano pepino vistas las redes clientelares de corrupción y
favoritismo que todos los partidos han ido construyendo en los municipios y
comunidades donde han gobernado.
Vox ha crecido mucho. Y
crecerá más, porque el Partido Popular ya no se atreve a ocupar el lugar en el
que se desarrolló hace mucho tiempo. Y si se atreviera, seguramente George
Soros no le dejaría hacerlo. Su dinero ordena y manda. Y como Vox ha crecido
tanto, inevitablemente también creciendo su banquillo de arribistas, caraduras
y traidores que buscan afanosamente la oportunidad de hacerse con una
concejalía, una alcaldía, un cargo de confianza, o cualquiera de tan codiciados
premios que la mayoría de los políticos anhelan para sí, pero siempre teniendo
en cuenta el afán por servir al ciudadano y al interés general de España.
Debe haber casos así por toda España. Al fin y
al cabo Vox en un partido de aluvión, como lo fueron en su día Ciudadanos y Podemos. En la localidad donde
vivo, en el extrarradio norte de Zaragoza, un impresentable que tonteó con el
PSOE, con Chunta Aragonesista y con el Partido Aragonés, ha pretendido
presentarse como cabeza de lista del Vox local para las elecciones municipales
2019. Un elemento que hace años llegó a comentarme en cierta ocasión que él
estaba en política “para lo que estaba”. Ni que decir tiene que durante estos
días contacté con simpatizantes de Vox en Zaragoza capital para que desde su
sede se librasen de semejante garrapata de la política, como así ha sucedido.
No lo hice por afinidad al partido. Fue por deber moral, aunque soy consciente
de que esto, hoy día pueda sonar ridículo para la mayoría.
Parece que casos como éste están a la orden
del día, lo que supondrá, en un futuro cercano, el afloramiento de casos de
corrupción que llenarán informativos, portadas y páginas de política.
Según me comentaron hace seis días fuentes
contrastadas del mismo Vox en una provincia andaluza, que además han filtrado
la noticia en algún medio, la campaña electoral provincial está dirigida por un
reconocido y avanzado masón pro
feminista que en ocasiones se ha mostrado públicamente a favor del lenguaje de
la ideología de género y sus propuestas de feminizar lo masculino.
Así mismo concejales y cargos del PP en
diversas provincias españolas, que ven peligrar sus puestos tras las elecciones
generales y las siguientes municipales y autonómicas, están ingresando en Vox
tratando de hacer valer su “experiencia en la política y las administraciones
como un valor que se debe reconocer y respetar en Vox”.
Incluso algunos peperos gallegos parecen
estar valorando pedir su ingreso en Vox, viendo las expectativas de la
formación de Abascal por todo el territorio nacional, que podría colocar
concejales en Galicia en detrimento de un
PP de Feijoo, quien se ha comportado como un Rajoy cualquiera
favoreciendo el artificial nacionalismo gallego de un modo sorprendente.
Puesto que parece que actualmente no hay
mucho filtro a la hora de admitir nuevos fichajes, ¿sabrá cortar la cúpula de
Vox este goteo de casos de corrupción que a buen seguro sucederá a no tardar?
Mi desvinculación con este partido fue total
desde el momento en que Vidal-Quadras, González Quirós y otros tantos liberales
fuimos invitados a irnos. Así que veo este asunto con verdadera curiosidad y
nada más. Pero Vox tiene un problema en ciernes. Y no creo que sea un problema
menor.
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