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Jorge Bergoglio, actual Papa de la iglesia
católica, quien a veces parece el cónsul preferido de George Soros en el propio
Vaticano, es responsable, como mandatario máximo del estado Vaticano, de
cometer injerencia contra España y su unidad territorial. Y posiblemente
debería ser procesado por ello.
Si hablamos de política -al fin y al cabo en
esta vida casi todo es política- hace muchos años que dejé de creer en las
casualidades. Por eso no creo que sea una mera casualidad que, con diferencia
de apenas 48 horas, la iglesia papista haya dado dos vueltas de tuerca más en
su labor de apoyo sin reservas al independentismo catalán en estos momentos en
los que España espera saber, quizás haciéndose a la idea de lo peor, si el
doctor Sánchezstein formará gobierno en coalición con los partidos independentistas
que parasitan a la nación española.
El pasado viernes 3 de mayo, el canal de
televisión 13TV, de la conferencia episcopal católica, dedicó un programa completo
en horario de mayor audiencia a entrevistar al abad del monasterio de
Montserrat; uno de los principales centros religiosos de la iglesia católica en
Cataluña responsable de alentar y defender el independentismo entre el clero
catalán y sus feligreses.
Prácticamente al mismo tiempo, Bergoglio
anunció el nombramiento de Joan Planellas como arzobispo de Tarragona. Un nuevo
arzobispo con claros y conocidos antecedentes independentistas, entre los que es
simple anécdota haber colgado la bandera estelada del campanario de la iglesia
de Jafre, uno de los pueblos de los que Planellas era párroco hasta el momento
de su nuevo nombramiento.
Este elemento independentista, quien también es
decano de la facultad de teología, no ha
tenido reparos en defender la “república catalana” y el desprecio a España
desde el púlpito en diversas ocasiones; y será, a partir de ahora, parte de esa
cúpula católica que tiene mayor predicamento sobre los catalanes católicos.
La inacción del Vaticano respecto a lo que
sucede en Cataluña es ya, más que un acto anticristiano, un comportamiento
natural. No entiendo cómo puede haber tanto católico que, creyéndose persona
piadosa, decide permanecer miembro de una iglesia que se define cristiana y que
es capaz de promover, sin el menor reparo ni disimulo, ideas y acciones criminales
como las del independentismo catalán. Independentismo que, no nos engañemos, si
bien durante décadas estuvo enmascarado bajo una supuesta moderación de pujolismo,
siempre fue un sentimiento racista, xenófobo y supremacista cuyo trasfondo,
incluso en palabras de la infame Marta Ferrusola, esposa del impresentable presidente
Jordi Pujol, no quería que sus hijos jugasen en la calle con los hijos de
inmigrantes andaluces. Un independentismo que hace ya años se libró de todo
disimulo, y además de seguir robando dinero público de los españoles a manos
llenas, ha promovido un fallido golpe de estado y ha logrado implantar entre
sus acólitos el mensaje del odio y la segregación.
La iglesia papista romana sigue bendiciendo,
desde su lejano pero omnipresente Vaticano, que una nación como España padezca
el azote del expolio de sus ciudadanos por parte de ese catalanismo radical, en
buena parte católico, auspiciado desde la abadía de Montserrat, desde las
parroquias, desde las escuelas, desde los estamentos oficiales y desde los
medios autonómicos; como igualmente sucede
con el independentismo y el terrorismo
de ETA y sus afines, nacido en sacristías vascas y protegido y disculpado por
no pocos curas y obispos vascos.
¿Qué puede haber en el corazón y en
la memoria del clero catalán, que aun siendo sabedor de las atrocidades y
asesinatos que los independentistas infringieron contra los religiosos en
Cataluña durante el tiempo de preguerra y guerra civil española, son desde
antes de la transición una parte importante de los principales valedores de ese
mismo independentismo?
¿Por qué ante este comportamiento a
favor del independentismo, que se ha ido desarrollando durante largas décadas,
las máximas autoridades de la jerarquía vaticana no solo no han llamado al
orden a sus subalternos, sino que por añadidura les han ido entregando mayor poder
e influencia?
¿Por qué ni los distintos gobiernos
socialistas, que tanto han presumido de izquierdismo y anticlericalismo en
España, se han atrevido a romper el arcaico y antiliberal concordato entre
nuestra nación y la autoproclamada “santa sede”?
¿Hasta dónde llega la corrupción que
une al independentismo catalán con no pocos políticos del gobierno central, del
parlamento nacional, de distintos estamentos de diferentes comunidades autónomas,
y de grandes empresas y corporaciones con el Vaticano?
En no pocos momentos de la historia la
iglesia católica ha preferido comportarse antes como un estado que como un
estamento religioso que dice promover el cristianismo. En el caso de los independentismos
catalán y vasco, el Vaticano, con sus papas y cardenales a la cabeza, ha
apoyado abiertamente, bien con sus actos, bien por omisión interesada, y ha ido
de la mano de dichos movimientos criminales antiespañoles. Es decir, el
Vaticano se ha comportado hostilmente contra nuestra nación. España debería
romper el concordato y las relaciones oficiales con el estado papista y despojar
a su iglesia de los muchos privilegios que aún disfruta en nuestro país.
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