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Por Carmen López Guzmán.
Mucho se ha escrito en España
en los últimos veinte años sobre el tema educativo. Mucho se sigue escribiendo.
La tinta previsiblemente continuará a correr. Sin embargo poco o prácticamente
nada de todo esa profusión sobre un
mismo tema procede del colectivo que
indiscutiblemente detenta
mayor autoridad profesional y moral para
opinar, es decir, los profesores. Entre estos últimos quisiera precisar que
me refiero en concreto a los profesores
de enseñanzas medias, ahora llamados de “secundaria” en la nueva terminología
“logsiana”.
Alguien se puede preguntar él
porqué de esa circunscripción. Pregunta legitima a la cual procedo a dar
respuesta. Creo que argüir que los
profesores de enseñanzas medias constituyen las principales víctimas de nuestro
sistema educativo- implantado a principios de los años noventa por el a la
sazón gobernante partido socialista- no
supone incurrir en una gratuita exageración.
Esta mía aseveración es
fácilmente verificable por cualquiera que se moleste mínimamente en comprobar los datos empíricos y
estadísticos que avalan por doquier como los profesores de instituto son los
que sufren mayor incidencia de bajas laborales por stress, depresión y
ansiedad, como la profesión de profesor de instituto sea la que mayor riesgo
presente para la salud mental, y como han descendido espectacularmente los
índices de valoración social de esta profesión, justo en el mismo periodo
aludido inicialmente en este artículo.
Igualmente ilustrativo sería para el curiosos
deseoso de indagar en el tema de echar un vistazo a las estadísticas de
violencia escolar y de agresiones a docentes, así como de incidentes
disciplinarios en horario escolar. Si después además procedemos a examinar las
encuestas que periódicamente reflejan la motivación y estado de ánimo del
colectivo docente, una solamente somera inspección nos llevará a una conclusión que no deja lugar a dudas sobre el estado real
de la cuestión: ser profesor de instituto hoy día requiere un grado de
heroicidad que no está al alcance del ciudadano medio.
Este estado de cosas así descrito obedece a una razón ignota para la mayoría profana pero muy
sencilla de elucidar y comprender y que es la siguiente: la enseñanza
primaria procede al día de hoy sin
ningún tipo de exámenes o revalidas para el alumno, con lo cual, el tramo de la
educación elemental escapa a ningún tipo de contrales de eficiencia, y aunque
el maestro pueda -no lo niego- sufrir a título personal los resultados de este inexplicable
laxismo (de hecho me consta que los sufre), su competencia profesional no viene
puesta en cuestión a nivel social. Vamos que, por introducir una nota de humor,
podríamos decir que el informe PISA no afecta ni a la estima (ni a la
autoestima) del maestro.
Si procedemos a analizar el
otro extremo del arco educativo, es decir, el periodo universitario, el
profesor constata con estupor la escasa o nula preparación intelectual y
académica de los alumnos de nuevo ingreso en el primer año de cualquier
facultad española, y procede a impartir sus clases tomando nota, lamentándolo y
despotricando contra el “sistema”, sin ninguna duda, pero sin sufrir menoscabo,
una vez más, en su percepción o
proyección social.
Todo lo anteriormente expuesto no es óbice no
obstante para no dejar de señalar, so pena de sonar simplistas, que las etapas educativas tanto de primaria como universitarias presentan una
problemática específica y sobre todo en
este último caso, sobradamente analizada
por cualificados expertos. Recomiendo al respecto al lector la lectura del
magnífico libro de José Penalva “Corrupción en la Universidad”, donde su autor-
por otro lado ahora “ exiliado” en Cambridge- procede de forma lucida
a destripar los problemas de nepotismo, enchufismo y sobre todo, gran
mediocridad intelectual, que afectan a la universidad española.
Una servidora ejerce desde
hace cinco años y- a pesar del desolador panorama más arriba descrito-con mucho
gusto, esta tan bella como hoy día denostada profesión, es decir, soy profesora
de instituto. Y digo denostada porque por doquier leemos y oímos como cualquiera, sin haber puesto pie jamás
en su vida en un aula, osa opinar sin ningún tipo de reservas acerca del
lamentable estado de preparación de los alumnos que concluyen sus estudios de
bachillerato, y como tales creencias deban achacarse sin ningún tipo de
cualificaciones “a la escasa preparación del profesorado”, a su incapacidad
manifiesta para “motivarlo”, a su falta de “imaginación”, creatividad y dominio
de las nuevas técnicas “pedagógicas”, en definitiva, a la incongruencia entre
un profesor “ anticuado” y lleno de carencias y las demandas de un sistema
educativo que tendría que ser moderno y eficaz a estas alturas del siglo XXI.
Confieso, no si sin un cierto
deje de rubor, que yo misma, antes de
ingresar en la profesión, me permitía emitir juicios de valor acerca del
“problema” educativo en España, que yo achacaba por el contrario, como así lo
hacen tantos otros, a la falta de la suficiente
inversión educativa en educación y a las desigualdades sociales de
partida de los alumnos, argumentos estos
también con frecuencia esgrimidos para quien siga el argumento de cerca,
pero que con gran facilidad se derrumban apenas se pone pie en un instituto y
se constata, con honradez y sin prejuicios ideológicos, la cruda realidad.
Comoquiera que, según mi
humilde opinión, el diagnóstico sobre
los efectos desastrosos de la LOGSE y la
realidad cotidiana de los institutos están
ya sobradamente hechos, no
quisiera repetir lo que compañeros con mucha más experiencia que yo en la
profesión han explicado de manera harto elocuente, y una vez más remito al
lector interesado a la lectura del “Panfleto Antipedagógico” de mi compañero el
profesor Ricardo Moreno Castillo, opúsculo puesto a disposición para su
descarga gratuita en la red por el
propio autor.
Me gustaría examinar
aquí una faceta específica y que yo
sepa, poco comentada del problema. Se trata de la historia así como de los fundamentos ideológicos, filosóficos y
sociológicos del sistema educativo español actual, es decir, el que fue
instaurado con la LOGSE y su gemela LOE del gobierno posterior del señor
Zapatero. En esta primera entrega del mío análisis, me centraré más
concretamente en la perspectiva histórica, dejando para una futura segunda
entrega los segundos.
Nos vamos retrotraer a 1989, cuando el partido socialista gana las elecciones y
decide reformar totalmente la enseñanza secundaria. En su afán por instaurar una falsa y utópica “igualdad” entre
los ciudadanos (que no igualdad de oportunidades, cosa muy diferente y en sí
objetivo muy loable y factible) introduce lo que supone la mayor novedad de la
LOGSE, la llamada comprensividad, que obliga a todos los ciudadanos a seguir el
mismo sistema educativo hasta los 16 años, independientemente de las capacidades intelectuales y de las
aspiraciones académicas del alumno.(En detrimento obvio de la libertad
individual, valor al que el gobierno socialista evidentemente atribuyó escasa
importancia cuando comenzó la reforma).
La formación profesional podría iniciarse con
esta ley solamente una vez superada la etapa de enseñanza obligatoria, lo que
sucede a los 16 o incluso muy a menudo, a los 18 o 20 años. Creo que no hace falta decir más
para que el lector colija los efectos devastadores que sobre la educación puede
ejercer semejante despropósito, pues que alguien explique cómo se puede motivar
al alumno que quiere ser electricista a seguir el mismo programa de estudios
que aquel otro que aspira a estudiar filología clásica, por poner solo un ejemplo.
Pero para no desviarme del
tema volvamos a la historia comparada. El origen del término hay que buscarlo
en el sistema educativo del Reino Unido donde, acabada la segunda guerra
mundial, empezó a difundirse de manera experimental un modelo educativo que allí recibió el nombre de Comprehensive
School, aunque en realidad no fue hasta 1965 que el gobierno laborista inició
la implementación a gran escala y de forma sistemática de la “comprensividad”.
Este modelo suprimía las llamadas “Grammar Schools”, que seleccionaban a los
alumnos a los 11 años después de un
riguroso examen y en base a criterios
estrictamente académicos (que no
económicos).
La corriente pedagógica y progresista (de esta corriente y sus supuestos fundamentos
“científicos” hablaré en otra ocasión) debía de soplar ya muy fuerte por
aquellos lares, pues el gobierno conservador de
1970, con nada menos que Margaret Thatcher en la cartera de educación,
no solamente no suprimió, sino que realizó la
mayor expansión en cifras de
escuelas comprensivas llevada a
cabo hasta el momento.
Es precisamente sobre la suerte de la escuela comprensiva en el Reino Unido,
que me gustaría centrar la atención del lector, pues este modelo ha venido
experimentando una erosión sistemática desde al menos 1988 y fue sin embargo
adoptado en nuestro país cuando ya estaba demostrando su ineficacia, hasta tal punto que hoy se procede a sus desmantelamiento sistemático en el país vecino, sin que aquí
se mencione una sola palabra sobre tal
proceso (por no mencionar el caso de EEUU, que daría lugar a otro apartado en
sí. Imagino que existen fuertes motivaciones ideológicas para que se calle
voluntariamente el hecho de que el país más poderoso del globo lleve tiempo
desmontando el modelo de la escuela comprensiva).
Así mismo es notable señalar como se hurta
al debate público el estudio comparado
de los sistemas educativos, donde solo se reitera una y otra vez de forma
manida e interesada ” el milagro finlandés”, pero se omite señalar como esta "comprensividad" española y
británica no está generalizada en el resto de Europa .
Al respecto creo que sea importante hacer saber al público profano en la materia que
excepto en los países nórdicos, la enseñanza común a
todos los estudiantes se da por
concluida a una edad más temprana. En Francia, tras cuatro años de secundaria
(desde los 11 a los 15 años) y tras un examen de carácter nacional llamado
Brevet. En Alemania esta segregación se
realiza ya al final de la enseñanza
primaria, a los 10 años. En Italia, a los 14 años se concluye
la llamada Scuola Media y un examen decide la incorporación del alumno a
los Liceos o bien a la formación profesional. No responde por tanto a la verdad el argumento
que esgrimen los defensores de la escuela única hasta los 16 años, cuando dicen
que la ampliación de la escolaridad obligatoria es hoy un denominador común a
todos los sistemas educativos europeos.
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