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Si no estuviéramos hablando de una niña
enferma, el caso de Greta Thunberg sería digno de una película de los Monty Python.
Si no estuviéramos hablando de una
estrategia globalista liberticida y sociópata, los discursos y mensajes de
Greta Thunberg podrían figurar en cualquier guión de los Hermanos Marx.
Y
si no estuviéramos hablando de un fenómeno social orquestado para manipular
hasta las lágrimas a esa parte de la sociedad mundial que está definitivamente
enferma de debilidad mental y de comodidad extrema a partes iguales, Greta
Thunberg, como fenómeno social, debería ser estudiado por los sociólogos y
expertos en marketing, quienes quizás llegarían a la conclusión de que, a estas
alturas, esta pantomima de la niña llorosa con cara de envenenadora de ancianos
se podría adaptar para lanzar cualquier producto al mercado con todo éxito.
Pero
estamos hablando de una niña a la que le dio por manifestarse un día de cada
semana en su país por la defensa del clima, y sus padres, de contrastada
experiencia en el mundo del espectáculo, vieron el seguro filón que supondría
lanzar a la niña hacia la órbita Soros; y se pusieron a ello.
La
niña navegó hasta Nueva York en un velero de lujo para protestar contra la
contaminación, discursó en la ONU haciendo el ridículo para unos y ganándose la
comparación con la virgen María para otros, y fue entrevistada en varios
canales de televisión. Solo le faltó actuar en Broadway y ser la estrella del
show de Ellen DeGeneres para consagrarse como la nueva diosa progre al mismo nivel
que Madonna; y quién sabe si en el futuro no será así, porque en el universo
Soros cualquier cosa es posible.
En
las últimas horas, el asesor que maneja las redes sociales de Santa Greta de
Soros ha decidido dar un paso más en la estrategia antisocial de George Soros,
patrocinador de la niña y pagador de sus padres, y en el twitter de Greta ha
lanzado ya los primeros mensajes de incitación a la rebelión de manifestantes
contra las fuerzas del orden. Concretamente el mensaje, revestido de buenismo
climático para restarle dureza pero presentando otras claras intenciones, reza
lo siguiente:
“Si
permanecer en pie contra la descomposición ecológica y el clima y defender a la
humanidad va contra las reglas, entonces hay que romper las reglas”
Así
dicho, yo no aprecio diferencias con aquellos slogans de los 70 que los
adolescentes repetían a menudo para hacerse los comprometidos, y que a los
niños nos parecían cosas de mayores. Pero esta frase, supuestamente en boca de
una marioneta manipuladora que ha encandilado a no pocos adolescentes de entre
14 y 50 años en un momento crucial de forzados cambios sociales y
aherrojamiento de libertades, constituye una clara invitación a la violencia.
El
momento elegido para publicar semejante mensaje ha sido realmente oportuno,
puesto que fue lanzado a las redes al tiempo que las autoridades londinenses,
por medio de la policía metropolitana, detenían a varios manifestantes de la
movilización “levantamiento de otoño” acusados de causar “caos y disturbios” en
las calles de Londres.
Posiblemente
aún sea pronto para conocer el alcance de este nuevo paso de Greta, de sus
asesores, y en definitiva de George Soros. Incitar a la rebelión y a la
violencia en estas circunstancias requiere de un motivo, una figura a quien
seguir, y antes que todo una capacidad de influencia sobre las convencidas
masas de la que no se puede estar seguro a no ser que se haya experimentado
antes. ¿Es el mensaje de Greta un test, a la vez que la presentación de una
nueva faceta de la niña mediática que decide pasar -no ella, sino quienes la dirigen- del cabreo y las lágrimas a interpretar un
papel más activo en la movilización de los mentalmente abducidos catastrofistas
climáticos?
Creo
que no tardaremos en comprobarlo. Pero quienes deberían tomar cartas en el
asunto y frenar esta trama que parece iniciarse en Londres y que podría darse
en breve en cualquier otra ciudad importante del mundo, harían bien en tomar
buena nota de lo que supone mirar para otro lado y dejar hacer a los
indeseables, simplemente observando lo que está sucediendo estos días en
Cataluña: una revuelta planificada por oscuros intereses que no dudan en
alterar el orden público para conseguir sus objetivos.
Observando
fríamente el fenómeno Greta, no podemos llegar a otra conclusión de que hasta
el día de hoy no ha aportado nada bueno; lo que debería servir para hacer
recapacitar a esa parte de la sociedad que se deja hacer, que se deja guiar sin
más, y que acaba pagando las consecuencias no solo de la barbarie; también del
desinterés y la cobardía. Greta ha dado un paso más. Es el momento oportuno
para enviarla a su casa, de retomar sus estudios y de consultar de nuevo con
los psiquiatras que trataron su síndrome. Y sobre todo, quizás sea el momento
de explicarle que Juana de Arco, cuando dejó de ser útil, acabó asesinada por
los mismos que hicieron de ella un ídolo. Sí. Luego la hicieron santa. Pero
antes la quemaron en plaza pública.