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No hace muchos años un par de concejales
independientes que se presentaban en una lista del Partido Popular para las
elecciones municipales de una localidad del extrarradio de Zaragoza decidieron,
una vez llegados al equipo de gobierno en coalición con otros partidos, que
renunciaban a su asignación municipal dado el preocupante estado de las
finanzas públicas de aquél pueblo. Otro concejal más, de otro de los partidos
que formaban la coalición, también decidió renunciar a la misma asignación.
Pero el resto de concejales de ese equipo de gobierno, junto a la que tiempo
después demostraría ser una nefasta alcaldesa, no permitieron que el ejemplo
siguiera cundiendo. De hecho, aquella renuncia a un sueldo municipal fue el
inicio de una brecha que acabó en ruptura del pacto de gobierno, en el paso de aquellos
tres concejales a la oposición y el posterior abandono por parte de un infame y
corrupto Partido Popular de dos concejales que, con todos y cada uno de sus
hechos durante aquella legislatura, siempre demostraron absoluta coherencia con
sus ideas y su programa electoral, además de una entereza que fue puesta a
prueba incluso por familiares y amigos traidores que preferían la posibilidad
de obtener algún beneficio económico de la política ante que defender cualquier
principio correcto de honradez y lealtad. Al tercer concejal, el que pertenecía
a otro grupo de la coalición, no le fue mucho mejor con su propio partido, del
que también acabó decepcionado. Y como suele suceder en un país como España,
donde la picaresca, el hurto y la búsqueda de influencias suele ser disculpado
y hasta alabado por muchos, aquellos tres concejales, una vez fuera de la
política, a la que llegaron no para enriquecerse y de la que salieron porque no
querían acabar vendidos al mejor postor, acabaron por ser estigmatizados en una
localidad en la que una mayoría de votantes apoya a sus políticos a cambio de
favores y promesas, tal y como ellos mismos lo declaran sin el menor pudor.
Hoy quiero compartir en este blog un hecho
para mí prácticamente insólito y que me ha recordado al anterior por el limpio
comportamiento de sus protagonistas. Los dos concejales con los que cuenta un
partido político en el Ayuntamiento de Zaragoza han devuelto el 90% de la
asignación municipal correspondiente a 2019 por no haber hecho uso de ella. Un
ejercicio de responsabilidad como prácticamente no se ve ninguno en el podrido
mundo político español. Y, precisamente porque la política en España es un
estercolero en el que chapotean una larga colección de indeseables de la peor especie, el ejemplo de estos dos
concejales debería sentar precedente. Porque, por norma general, el político
que consigue su objetivo de vivir de lo público, prefiere malgastar el dinero
del contribuyente antes que reingresarlo para que otros hagan buen uso de él. Aunque,
al menos en algunas escasas ocasiones, hasta dentro de la política se pueden
encontrar unos pocos escasos ejemplos de rectitud.
Así como aquellos tres concejales del
extrarradio de Zaragoza, ahora otros dos del Ayuntamiento de la capital han
hecho buena aquella cita de Marco Tulio Cicerón que decía: “Mi conciencia tiene
para mí más peso que la opinión de todo el mundo”
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