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El gobierno PSOE-Podemos no ha sido capaz de
crear confianza entre los españoles en estos momentos de creciente crisis. Tampoco
es que se haya esforzado en conseguirlo
Todas y cada una de las afirmaciones de
Sánchez, sus ministros y sus asesores han resultado ser directamente falsas o
no se han cumplido por falta de previsión y preparación de las autoridades y los
responsables pertinentes. Todo en Sánchez es falso, pero muchos no han querido
reconocerlo hasta que no ha llegado la ocasión en que este infame e inútil
presidente de gobierno debería haber demostrado que vale para el puesto. Y como
no podía ser de otro modo, la realidad ha puesto a este político profesional,
carente de toda virtud necesaria para ostentar la presidencia del Gobierno de
España, en el sitio que merece.
Ha sido durante el estallido de esta crisis
del coronavirus, crisis que está costando ya demasiados muertos y cuyas
nefastas consecuencias son aún difíciles de calcular, cuando se ha puesto de
manifiesto otra de las consecuencias que puede llegar a soportar una nación
cuando un gobernante falsario, cuya imagen ha sido edificada sobre la mentira,
la manipulación y la ausencia de todo principio moral, decide rodearse no
precisamente de colaboradores preparados y meritorios para dirigir un estado,
sino de personas cuyo único requisito parece ser la obediencia y el fanatismo
por un líder y la carencia de todo escrúpulo y conciencia. Por eso, la
presidencia en funciones de Pedro Sánchez no ha pasado de ser una desoladora
época de continuidad de las desastrosas legislaturas del gran traidor Mariano
Rajoy, y su actual mandato en alianza con Podemos y con el apoyo de
independentistas delincuentes, ladrones y proterroristas, un despropósito que
ha llegado a convertirse en fatalidad con la llegada del coronavirus a nuestras
tierras.
El director del Centro de Alertas y
Emergencias Sanitarias declaró que el coronavirus no llegaría a España, y en
caso de llegar, su incidencia sería mínima en la población. Posteriormente dijo
que no había razones para alarmarse, ni para tomar precauciones especiales, que
el riesgo estaba delimitado, que no estaba previsto llegar a suspender actos
multitudinarios, ni cerrar centros educativos, que la red hospitalaria podría
soportar la incidencia del virus aplicando la misma metodología que se emplea
contra la gripe cada año y que no supondría riesgo serio celebrar las
manifestaciones feminazis del 8M. en el momento de escribir estas líneas, este
pertinaz falsario director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias aún
no ha tenido la decencia de dimitir, ni ha sido cesado de su puesto.
El mismo día en el que uno de los asesores de
Sánchez aseguraba que los supermercados no iban a tener problemas para surtir a
sus clientes, los clientes comenzábamos a ver estanterías vacías de productos
de primera necesidad. Hoy, 13 de marzo, varios establecimientos han reportado
incidentes entre los clientes por el abuso de algunos de ellos al adquirir
cantidades desmesuradas de ciertos productos. En buena parte de la población
cunde la sensación de indefensión ante esta crisis por la inacción e ineficacia
del Presidente Sánchez y su gobierno. En las redes sociales aparece personal
sanitario alertando de la falta de medios para hacer frente a esta situación de
emergencia y de la gran cantidad de personas que presentan síntomas sospechosos
y que no están siendo atendidos. Todo esto, acompañado de las últimas noticias
de cierre de algunas poblaciones y hasta de Cataluña entera, y de la tardía
aparición de Pedro Sánchez para anunciar que se decreta el Estado de Alarma,
pero sin notificar una sola medida porque las actuaciones necesarias para dicho
Estado de Alarma serán decididas en el consejo extraordinario de ministros de
mañana, 14 de marzo.
El creciente pánico de una parte no pequeña de
la población española es culpa directa e inexcusable de Pedro Sánchez como
Presidente de Gobierno, de todo su equipo y de sus asesores. Hasta el momento,
entre todos ellos no han demostrado otra cosa que ser unos completos inútiles cuya
soberbia, sectarismo e inoperancia está costando muchos muertos y enfermos en
una terrible situación que no tiene aspecto de mejorar a corto plazo. Si uno
solo de estos políticos, responsables y
asesores tuviera la más mínima dignidad y decoro, habría dimitido hace días. Si
algún partido político tuviera verdadero sentido de servicio a la nación y
especialmente a las víctimas de esta crisis, se movilizaría al día siguiente
del final de esta tragedia para llevar ante la justicia a esta banda de
frívolos desalmados que ocupa el gobierno y los puestos de responsabilidad que
no han cumplido con su deber. Y si los españoles, en conjunto, tuvieran una
mínima capacidad de demostrarse a sí mismos que son un pueblo respetable,
exigirían ese mismo día la dimisión del gobierno y la inmediata celebración de elecciones
anticipadas para enviar a esta casta parasitaria de gobernantes al pozo donde
deberían permaneces hasta el final de sus días.
Pero no nos engañemos. Esto es España. El país
que regaló una segunda legislatura a un presidente Rodríguez Zapatero, amigo de
narcos y terroristas, que llegó a gobernar gracias a unos “casuales” atentados
que provocaron 200 muertos y 2.000 heridos, y que no tardó en sumir a esta
misma España en una espantosa crisis económica que aún no ha finalizado y en
una oscura bancarrota moral definitiva de daño irreparable.
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