Tal y como aprendí yo, enseño a mi hija que, a la hora de discernir entre quienes tienen buenas y malas intenciones, uno de los mejores métodos es analizar lo que dicen y lo que hacen, para analizar después el resultado de sus dichos y sus hechos.
El ejemplo que a ella más le divertía es uno que le conté hace años, cuando era pequeñita.
- Imagina que camino por el campo y me paro a charlar con un árbol. (Eso era lo que le hacía gracia; que yo hablase con un árbol…) Y que mientras él me explica con mil razones que es un manzano, yo solo veo cerezas y más cerezas por todas sus ramas. Pero el jura y jura que es un manzano. ¿Qué árbol piensas tú que es?
- … ¡Un cerezo, papá! ¡Un cerezo!
Muchas veces en mi vida he aplicado este mismo ejemplo a la hora de intentar dilucidar si alguien quiere convencerme de algo bueno o si tan solo quiere colarme un gol. Y a veces no es necesario hacerse demasiadas preguntas sobre tal o cual individuo, ideología, partido político o candidato. Se les oye y ve venir de lejos.
Me refiero a quienes, camuflados de ideas que ellos llaman progresistas, ofrecen su cara amable y sus doctrinas ambiguas para ir metiendo - poco a poco al principio y a bombo y platillo después – cuñas que comienzan debilitando un principio correcto, con la connivencia y complacencia de un país dormido que se goza en el pan y circo, para arrasar dicho principio hasta tales términos que hacen después poco menos que imposible recuperarlo para la sociedad.
Hoy he tenido la humorada de oír enterito un espacio del programa de Julia Otero, en el que ella y sus colaboradores se quejaban amargamente de que los adolescentes de hoy no sienten ni guardan respeto hacia los mayores, no tienen el más mínimo estímulo por el esfuerzo y se enfrentan a sus padres hasta tal punto que les hacen sentir culpables al cien por cien de los fracasos y gamberradas de sus hijos. O es un gran ejercicio de hipocresía por parte de la locutora y sus acólitos, o un tremendo ejemplo de desmemoria y desvergüenza, por parte de quienes, como ella y algunos de sus colaboradores, se vestían de nueva “progresía a principio de los noventa y nos tachaban de fachas y antiguos a quienes defendíamos que los padres no tienen que ser amiguetes de los hijos, sino padres ; a quienes defendíamos el principio de autoridad bien entendido en la familia y en las aulas, a quienes defendíamos el valor didáctico del esfuerzo como medio para conseguir la excelencia del individuo.
Toda esta pandilla doliente que se queja ahora de lo mal que está saliendo esta generación, ya contó con la indiferencia de la gran mayoría de padres y familias, que veían con buenos ojos esa falsa modernización basada en el todo vale para que el niño no se traumatice. Quien calla otorga y en muchas ocasiones es tan culpable quien actúa como quien asiente con su silencio.
Ahora, el nuevo desafío para nuestra ya degradada sociedad se encuentra en todos estos políticos, profesionales y pedagogos de nueva hornada que pretenden sensibilizar a nuestros hijos a base de enseñarles que nuestro sistema y nuestra sociedad son opresores y exterminadores de otros colectivos y naciones diferentes, acompañando últimamente la receta con el demencial condimento que explica a nuestros hijos que el comunismo y el anarquismo son corrientes que respetan los derechos y libertades del individuo. Ya no se trata únicamente de convencer a los jóvenes de que la homosexualidad es correcta y aconsejable y que la religión es algo anticuado y vergonzante. El nuevo objetivo insistir en que Castro y la extinta Unión Soviética, por ejemplo, son la verdadera salvaguarda de la humanidad.
Para esto han venido quienes hablan de libertades y solo entienden de coartarlas. Para destruir la libertad del individuo en aras de su idea de “bienestar”. No importan los millones de muertos de sus favoritos; no importan sus delitos ni sus aberraciones. Tanto el pederasta Comandante Ortega como el asesino Ché Guevara son los iconos de su libertad.
No importa que vengan disfrazados de puños con rosas. Tan solo son cardos de la peor especie. Los conocemos por sus frutos.
Algo del ADN de esos tiene Rodríguez el Traidor...
ResponderEliminarPues tiene su gracia que la Otero se queje ahora de estas cosas, con lo progre que es y lo que ha soltado por esa boca...
ResponderEliminarA ver si va a ser otra que se derechiza cuando se hace mayor y los hijos van creciendo...
Es que es la izquierda la culpable de todos los males del mundo???
ResponderEliminarEsta mas que comprobado que la mejor forma de llevar a la quiebra a una sociedad es minar su juventud.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo.
Los hijos de la logse... ya se sabe...
ResponderEliminarBuen post. Y valiente.
Tienes un premio en nuestro blog.
ResponderEliminarA mí lo de Otero quejándose de la pérdida de autoridad de los padres me parece una hipocresía similar a la de las televisiones que se horrorizan de que haya gente que grabe palizas y sin embargo, al mismo tiempo, emiten dicha grabación.
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