
Por circunstancias que no vienen al caso, no pude seguir el partido España – Rusia, ni por televisión, ni por radio, pero me bastó con oír los comentarios posteriores y las entrevistas en Onda Cero. Todos coinciden en que fue un auténtico recital de nuestra selección. Y todos están convencidos de que España ganará ampliamente a Alemania, si juega como ayer.
Como dije hace unos días, no soy especialmente aficionado al fútbol. Pero me alegro mucho de ésta victoria, por todos nosotros y por lo que puede suponer también como imagen internacional. Aunque debo confesar que parte de la alegría que siento se debe a mi maldad intrínseca de anti nacionalista convencido.
Sé que no esta bien alegrarse de los males de nadie, pero no puedo evitarlo. Me puede mi otro yo siniestro. Me gozo en la decepción de unos cuantos que, abiertamente y esperando provocar reacciones adversas para ejercer luego el consiguiente victimismo de manual, manifestaron su apoyo total a la selección rusa. Me deleito no solo en que tienen que identificarse con un DNI español y hablar en español buena parte de sus vidas; también en que ayer nadie les hizo caso ni les entró al trapo por sus declaraciones anti españolas. Me plazco en que su odiada España ganó 3 – 0, con algún jugador nacido en esas tierras pretendidamente reprimidas por el “nacionalismo fascista español”
En fin. Que yo resumiría este post del siguiente modo.
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