… por mucho empeño que pongan los nacionalistas de todo pelo y condición, insultadores profesionales, xenófobos y sociópatas.
Cataluña es mucho más. Mucho más que la provocación continua y el ansia desmedida de ser diferente a toda costa. Yo lo he atestiguado muchas veces, porque conozco muy bien a su gente. Cataluña es laboriosidad, ambición, responsabilidad, hospitalidad y solidaridad.
Pero tiene su propio cáncer. Así como en Aragón ese cáncer es una clase política entregada en su mayor parte a las decisiones arbitrarias de sus cabezas de partido en Madrid, con la connivencia de algunos baluartes nacionalistas que viven del pesebre del que gobierna en la comunidad, en Cataluña el tumor maligno es un nacionalismo machaconamente insistente, con el suficiente poder como para ser bisagra necesaria en Madrid mientras que en su propia tierra se extiende como una verdadera y profunda metástasis desde los más altos estamentos, descendiendo a los medios de comunicación, al sistema educacional y, últimamente con más ímpetu, a la vida cotidiana de sus ciudadanos.
El nacionalismo catalán, que en ocasiones tiene bien merecido el apodo que se le ha adjudicado en la comunidad Blogger como “nazionalismo catalán”, es una infección constantemente agresiva, que avanza paso a paso y que va logrando sus conquistas a fuerza de insistir sobre sus objetivos y con el apoyo tácito de quienes niegan la evidencia a cambio de favores.
La vieja maniobra que todos conocemos ya de antiguo, tan usada por estos nacionalismos próximos inspirados a veces en otros de los años 30 del pasado siglo, es la de provocar el insulto para que, una vez recibido, se pueda usar el hecho para justificar un victimismo que incita a sus bases, absolutamente manipulables por su profunda y absoluta falta de criterio, al tipo de odio más peligroso de todos: el odio sin motivo, sin razón y alimentado de falsedades y tópicos subvencionado muchas veces con dinero de todos los españoles.
He insistido muchas veces, y no me cansaré de repetirlo porque considero que es importante hablar a favor de esa otra Cataluña, precisamente más numerosa que estos desestabilizadores, parásitos y profesionales del cargo público, que se afana diariamente en vivir y en progresar, como cualquier otro español de cualquier rincón del país.
No quiero transmitir tampoco la sensación de que aquello es el paraíso de la multiculturalidad, ni nada parecido, porque ninguna de las comunidades autónomas que conozco lo es. Dice un refrán en Aragón “si en tu casa cuecen habas… en la mía, a calderadas”. Claro que en los años que viví en Tarragona tuve que pasar por alguna experiencia desagradable sobre el particular, o ver como la pasaban otros; pero, para disgusto de xenófobos de pro y brutos ignorantes que llevan la bandera hasta en el papel de porros que fuman, eso no está a la orden del día. Ni siquiera obligando a la población a que proscriba uno de sus idiomas naturales en la rotulación de tiendas y otros lugares públicos.
El caso que me ocupa hoy es la ocurrencia de uno de estos xenófobos, con cargo y representatividad pública, que ahora está en boca de todos. El inefable LLuis Suñé, regidor en Torreforta por el partido ICV-EUiA promueve una supuesta campaña de apadrinamiento de niños extremeños necesitados, como si Extremadura fuera todavía aquella de la comarca de Las Urdes de principio de siglo XX, o como si fuera parte del tercer mundo.
Esta “cómica” ocurrencia, que seguramente habrá hecho las delicias de muchos Carods y similares, me recuerda una ocasión en la que a raíz de un comentario en el que charlábamos algunos sobre el marcado acento de Jaén que conservan muchos vecinos de barrios y pueblos de la periferia tarraconense, tales como Bonavista, Torreforta y La canonja, nacidos ya en Cataluña pero de padres inmigrantes, un independentista de manual, con camiseta con slogan al pecho y teléfono móvil con la señera en la batería, contestó, metiéndose en nuestra conversación: “Egipto también lo levantaron los esclavos” y se quedó tan ancho, sonriendo a la concurrencia, el muy imbécil.
Este es el recuerdo que vino a mi mente cuando leí anoche en El Mundo la provocación de este agitador. Si bien las consignas de los nacionalismos no cambian y unos las imitan y aprenden de otros, también puede decirse lo mismo de muchos políticos que aprovechan el tirón de estas polémicas para pescar en aguas revueltas.
Desde el “moderado” Jordi Pujol – que no dudaba en hablar en español en los mítines de los barrios citados anteriormente y de marcada población andaluza de nacimiento – hasta los más declaradamente radicales como los Carod Rovira y Tardá, ven con buenos ojos que se revuelvan los ánimos para aparecer ellos mismos como rescatadores de las víctimas agraviadas por el anticatalanismo feroz y opresor.
Cataluña es mucho más que todo esto, porque Cataluña lo demuestra cuando se visita y se conoce. A pesar de sus extremistas, que en tantas décadas no han podido evitar que la gente piense y hable lo que quiera, como quiera, y donde le dé la gana.
Muchas gracias de corazón por tu defensa de Cataluña. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarCataluña es una mierda pinchada en un palo. Son separatistas y terroristas.
ResponderEliminarEs cierto que el separatismo fomenta el odio fuera de Cataluña para luego explotarlo con ese victimismo rancio. Y lo están consiguiendo poco a poco. Hay mucha gente que no puede ver a los catalanes, sin ni siquiera conocerles.
ResponderEliminarespero que borres el comentario de xxx
ResponderEliminarNo. No lo borraré, porque él solo se pone en evidencia, y demuestra que es igual que esos extremistas a los que critico en este artículo: un mediocre absoluto que ni sabe gobernarse a sí mismo.
ResponderEliminarSaludos.