
En boca de muchos socialistas de pro, de los de manual, de los de consigna, de los que a fuerza de repetir una mentira hasta la saciedad la convierten en verdad incuestionable, la palabra “tolerancia”, y todo lo que debería significar, no es más que una burla a la inteligencia y la honradez.
No me importa que tal afirmación me traiga como resultado algún insulto. Lo digo porque estoy convencido de que es cierto. No puedo negar que conozco a unos cuantos socialistas que me parecen muy buenas personas. Cada uno con su forma de ser, pero con una característica común: son exmilitantes. Unos, desengañados por algún principio político, otros por contemplar manifiestos casos de corrupción de quienes suben al púlpito a hablar de la clase obrera, mientras van colocando a nombre de familiares y amiguetes sustanciosos incrementos patrimoniales mientras algunos de sus ayuntamientos están en quiebra técnica.
Tampoco voy a negar que, dentro del mismo partido, o entre sus simpatizantes y votantes habituales, pueda haber buena gente. No me cabe duda. Aunque no deja de sorprenderme que algunos de ellos, que se declaran católicos practicantes, mantengan su puño cerrado alrededor una rosa, defendiendo a una formación política claramente posicionada contra los principios de la religión cristiana, los principios morales elementales y los fundamentos sociales indispensables como la familia y el matrimonio. Es un contrasentido al que no puedo encontrar ni una mínima justificación.
Pero, dejando a un lado los casos personales, hoy, de nuevo, me reafirmo un poco más aún en mi punto de vista, desde el que veo al partido socialista exclusivamente como un aparato de poder inmenso y corrupto en sus ideales desde lo más alto de la copa hasta lo más profundo de su raíz.
Volviendo al principio, es el torcido uso de su tan predicada tolerancia el que les deja otra vez en evidencia a sus dirigentes y seguidores. ¿Tolerancia para qué? ¿Para mirar hacia otro lado cuando religiones distintas a las cristianas atentan contra los derechos humanos? ¿Para sentirse orgullosos cuando un político socialista sectario, misógino y mediocre presume en campaña de tener “orgasmos” cuando habla su líder Zapatero” ¿Para aplaudir y apoyar las opiniones de quienes desprecian a la nación y desean su destrucción?
Lo que ha quedado claro hoy, una vez más, es que la supuesta tolerancia de la izquierda funciona para casos similares a los anteriores o para sostener a criminales como Castro, pero jamás para homenajear a personas que, por muchos empeños que hayan puesto en favorecer al prójimo, como es el caso de la religiosa católica Madre Maravillas. El Partido Socialista no puede tolerar que una religiosa sea homenajeada. Y menos sabiendo que ella fue perseguida durante la guerra civil, por parte de los republicanos de izquierdas. Esto último es aún más intolerable para ellos, que llevan treinta años vendiendo que los únicos que sufrieron persecución, desde 1936, fueron los izquierdistas.
Qué lástima. Qué grandísima lástima que no se cumpla la frase que pronunció el ministro Moratinos, refiriéndose a otro vergonzoso asunto, cuando dijo:
“Si usted busca demagogia, no la va a encontrar en el grupo socialista”.
Negar la demagogia en el discurso socialista sí que es demagogia.
No me importa que tal afirmación me traiga como resultado algún insulto. Lo digo porque estoy convencido de que es cierto. No puedo negar que conozco a unos cuantos socialistas que me parecen muy buenas personas. Cada uno con su forma de ser, pero con una característica común: son exmilitantes. Unos, desengañados por algún principio político, otros por contemplar manifiestos casos de corrupción de quienes suben al púlpito a hablar de la clase obrera, mientras van colocando a nombre de familiares y amiguetes sustanciosos incrementos patrimoniales mientras algunos de sus ayuntamientos están en quiebra técnica.
Tampoco voy a negar que, dentro del mismo partido, o entre sus simpatizantes y votantes habituales, pueda haber buena gente. No me cabe duda. Aunque no deja de sorprenderme que algunos de ellos, que se declaran católicos practicantes, mantengan su puño cerrado alrededor una rosa, defendiendo a una formación política claramente posicionada contra los principios de la religión cristiana, los principios morales elementales y los fundamentos sociales indispensables como la familia y el matrimonio. Es un contrasentido al que no puedo encontrar ni una mínima justificación.
Pero, dejando a un lado los casos personales, hoy, de nuevo, me reafirmo un poco más aún en mi punto de vista, desde el que veo al partido socialista exclusivamente como un aparato de poder inmenso y corrupto en sus ideales desde lo más alto de la copa hasta lo más profundo de su raíz.
Volviendo al principio, es el torcido uso de su tan predicada tolerancia el que les deja otra vez en evidencia a sus dirigentes y seguidores. ¿Tolerancia para qué? ¿Para mirar hacia otro lado cuando religiones distintas a las cristianas atentan contra los derechos humanos? ¿Para sentirse orgullosos cuando un político socialista sectario, misógino y mediocre presume en campaña de tener “orgasmos” cuando habla su líder Zapatero” ¿Para aplaudir y apoyar las opiniones de quienes desprecian a la nación y desean su destrucción?
Lo que ha quedado claro hoy, una vez más, es que la supuesta tolerancia de la izquierda funciona para casos similares a los anteriores o para sostener a criminales como Castro, pero jamás para homenajear a personas que, por muchos empeños que hayan puesto en favorecer al prójimo, como es el caso de la religiosa católica Madre Maravillas. El Partido Socialista no puede tolerar que una religiosa sea homenajeada. Y menos sabiendo que ella fue perseguida durante la guerra civil, por parte de los republicanos de izquierdas. Esto último es aún más intolerable para ellos, que llevan treinta años vendiendo que los únicos que sufrieron persecución, desde 1936, fueron los izquierdistas.
Qué lástima. Qué grandísima lástima que no se cumpla la frase que pronunció el ministro Moratinos, refiriéndose a otro vergonzoso asunto, cuando dijo:
“Si usted busca demagogia, no la va a encontrar en el grupo socialista”.
Negar la demagogia en el discurso socialista sí que es demagogia.