
El Tribunal Supremo decide que
Como no podía ser de otro modo, hay reacciones para todos los gustos, pero la que más ha llamado mi atención ha sido la que defiende que esta sentencia que está por publicarse es una victoria de la democracia sobre el Partido Popular y la Iglesia (supongo que se referirá a la católica).
Dicha opinión, que lo mismo puede adjudicarse a cualquier político, periodista o simpatizante de la corriente del pensamiento(*) único que campa por España desde hace años, no hace más que caer en el error que muchos hemos denunciado tantas veces – yo mismo, ayer, en este blog. La objeción a la EpC no se basa solo en creencias religiosas. También hay consideraciones morales, éticas y políticas que el gobierno de Zapatero pretende eclipsar para provocar un clima de victimismo contra el fanatismo perseguidor de las libertades.
También he escuchado en radio una opinión que asegura que esta sentencia no es más ni menos que una decisión salomónica: ni para unos ni para otros. Sí así fuera, tampoco considero que la solución pase por intentar no caer mal a nadie.
Estoy convencido de que hoy día, más que nunca, es necesaria una asignatura que transmita a los alumnos unos valores profundos de educación, respeto, esfuerzo y diligencia. El gran problema, el germen de la polémica, es que dicha asignatura, tal y como hoy la conocemos, no transmite tanto esos valores como otros que procuran un verdadero adoctrinamiento político y social, con un trasfondo liberticida en ciertos manuales aprobados por las autoridades de Educación. Como, por ejemplo, aseverar que Cuba es el país con mayor libertad del mundo, o dar lecciones de historia tales como “a lo largo de la Historia, los comunistas han sido víctimas de la represión, al igual que los homosexuales o los judíos” ocultando que los propios comunistas, junto con el nazismo, han sido los mayores represores de la historia.
Del mismo modo, esta asignatura pretende, en algunos casos, menospreciar o ridiculizar las creencias de las familias cristianas de los alumnos. Esto no puede ser considerado más que como un ataque a la identidad e intimidad de cada familia por parte del estado, contraviniendo el principio constitucional que defiende la no discriminación por motivos religiosos. También es significativo el empeño de algunos editores y educadores afines al “progresismo” en fomentar el sentimiento de culpabilidad que el español, como ciudadano de la civilización occidental, debe sentir, a juicio de nuestros gobernantes, frente a los musulmanes y el Islam.
Lo expuesto anteriormente no está basado solamente en mi opinión y en la de tantos otros objetores. Se basa también en declaraciones de editores, redactores y defensores de esta asignatura, cuyos discursos constituyen una verdadera declaración de intenciones, que apunta al adoctrinamiento sin ningún tipo de disimulo.
No se puede ser neutral, (esta asignatura) tiene que responder a las posiciones del actual Gobierno.
(Salvador Giner. Seminario sobre Educación para la Ciudadanía convocado por el Ministerio de Educación. 28 de noviembre de 2006).
El objetivo de esta asignatura es quitar la educación de manos de los padres, que normalmente son muy reaccionarios, y de los curas desviacionistas.
(Fernando Savater, autor del prólogo del libro de texto de Educación para la Ciudadanía de Ediciones El Laberinto. León, 1 de octubre de 2008).
En conclusión, a cada uno de ustedes le corresponde formar su opinión. Yo he basado la mía es lo que he leído en las publicaciones de EpC que han llegado a mis manos, en las declaraciones de detractores y defensores y en mis propios principios. Esto no me convierte en un fanático religioso – mal que le pese a alguno – porque siempre fui partidario de que mis hijos aprendieran nuestra religión en nuestra propia Iglesia, que para eso tiene clases de escuela dominical. Porque me considero laicista en cuanto a que, ante la disparidad de religiones y cultos que existen en España, el estado no debe dar preponderancia a uno sobre otros. Y porque no participo, ni aconsejé nunca participar a mis hijos, de ciertas actitudes que EpC defiende como correctas y aconsejables. Actitudes que mi propia creencia me pide que respete como manifestaciones del libre albedrío del ser humano, pero que no me obliga a aceptar, precisamente porque no soy de los que habitualmente confunde respeto con aceptación.
(*) No pretendía hacer una broma al utilizar la palabra “pensamiento”.