
Hablando sobre ciertas noticias, llega un momento en el que uno se abstrae de sus propios ideales políticos y se queda con las consecuencias que se puedan derivar de los hechos.
Tal y como he escrito en alguna ocasión sobre el fondo social provocado por ETA y su entorno simpatizante, refiriéndome al miedo por un lado, y a la justificación de los crímenes por otro, estuve reflexionando ayer sobre los incidentes que provocaron los independentistas gallegos contra la manifestación en defensa de la educación bilingüe en castellano y gallego.
El análisis del hecho en sí no puede ser más simple: Mientras miles de personas se manifiestan pacíficamente por el derecho a la coexistencia pacífica de ambas lenguas en la educación, un numeroso grupo de extremistas les agredió e insultó, sin importarles en absoluto que hubiera niños entre los asistentes, de tal modo que la policía tuvo que actuar y sucedieron diversos incidentes. También ocurrieron diversos ataques contra las sedes del PP y de UpyD.
Para cualquier persona con verdaderos fundamentos cívicos y democráticos, tal hecho no admite ninguna interpretación, excepto la verdad sin matices: mientras unos se manifiestan pacíficamente para defender su propia idea, otros hacen uso de la violencia y la intimidación para imponer sus argumentos. Unos pedían libertad y derecho a elegir, otros forzaban a la voluntad popular para alienar el derecho a la libertad.
También es innegable que las acciones – y, sobre todo, las acciones continuadas – definen a cada individuo mucho mejor de lo que lo hacen sus palabras y sus discursos. Me refiero a la actitud que ha tenido habitualmente el Sr. Emilio “Siguiente Pregunta” Pérez Touriño, a
Si bien del nacionalismo independentista gallego no se puede esperar otra cosa, porque cada vez se parece más al independentismo vasco y catalán, sí que los votantes deberían reflexionar sobre la mencionada actitud de su actual presidente autonómico. Mal está el despilfarro, cuando menos poco ético, de los recursos de todos los ciudadanos en decoraciones y autos blindados suntuosos. Pero peor es, aún, estar de acuerdo, aunque solo sea por silencio ominoso con los atentados y amenazas continuadas que muchos gallegos sufren por el hecho de no ser nacionalistas.
No cabe otra reflexión, porque los hechos y las actitudes hablan mucho más que las promesas electorales. Unos y otros muestran sus intenciones. Ante situaciones como esta, los votantes son perfectamente conscientes de a quienes votan. Y responsables.