
Me considero un buen aficionado a la cocina, pero esto no me convierte necesariamente en un buen cocinero. Aún así, puedo presumir de no haber causado bajas entre quienes comen mis platos. La cosa va por otro lado, en realidad. No voy a hablar de recetas culinarias, porque para eso ya están los que de verdad conocen el asunto, como es el amigo y paisano Javi. Lo que sucede es que, a mi entender, el perejil se le atragantó ayer al presidente del gobierno, quizá por exceso, o por estar ya rancio.
Que Zapatero haya querido ridiculizar al PP y al gobierno de Aznar por la recuperación del islote Perejil ni si quiera me parece ya un argumento pobre. No sería la primera vez que al presidente le traiciona el subconsciente, cosa que le puede pasar a cualquier político. Reconozco que mentir continuamente resulta un ejercicio agotador, del que en España tenemos verdaderos campeones. La mofa de Perejil comenzó ya cuando el PSOE era oposición. Mientras nuestras Fuerzas Armadas hicieron lo que tenían que hacer, o dicho de otro modo, cumplieron con su deber y recuperaron el islote Perejil, que había sido tomado por unos cuantos soldados marroquíes, la oposición socialista puso en marcha el consabido machacamiento continuo y sin pausa del asunto, valiéndose de sus medios afines. Hasta tuvimos que oír la defensa que Izquierda Unida hizo de aquellos pobres marroquíes, colocándolos en el lado de las víctimas y desplazando a nuestros soldados al papel de abusadores y prepotentes. Quedó bien claro entonces, como ayer, que la defensa de la soberanía nacional es algo que a la izquierda le suena a chanza, como cualquier cosa que lleve añadida la palabra “nacional”, que aún les trae connotaciones del pasado en el que viven y al que se aferran con ahínco.
Pocas veces, ni siquiera durante el último gobierno de Felipe González, hemos podido asistir a un espectáculo tan vergonzoso como el de ayer en el congreso, cuando Zapatero se defendió como gato panza arriba contestando lo primero que le pasaba por la mente. Para él el suceso de perejil era una muestra de la política exterior del gobierno de Aznar. Con eso y las consabidas mentiras sobre Irak quedaban suficientemente contestados los requerimientos de la oposición sobre el delirante capítulo de descoordinación e improvisación sobre las tropas destacadas en Kosovo. Ni siquiera la explicación de Carme Chacón, ministra de Defensa, pretendiendo explicar su precipitación en el anuncio de retirada de tropas como algo lógico porque estas cosas “deben saberlas primero los soldados”, llega al límite que ha cruzado el presidente.
En definitiva; que la soberanía nacional es un asunto de tercer orden para el presidente. Tan de tercer orden, que solo le presta valor para torcer su significado. Triste número de circo fue ver a Zapatero arrinconado. Vergonzoso por lo que significa. Es la personificación de la inacción. De la ausencia de ideas.
Es lo que menos necesitamos en estos tiempos.