
El solo hecho de que el presidente Zapatero remodele el gabinete ministerial corrobora que el gobierno no está funcionando. Es la aceptación tácita del fracaso. ¿De otro modo, si el gobierno funcionara tan bien como aseguran los admiradores de ZP, para qué hacer cambios?
Además, asistimos a un ejemplo significativo de autodestrucción. Durante los primeros cuatro años, este gobierno no necesitó demostrar nada fuera de lo común. Vivió de la inercia económica y dedicó sus esfuerzos al intento de borrar al PP del mapa, ganándose el apoyo del resto de partidos a base de promesas, fondos autonómicos y leyes polémicas que provocaran la reacción de la derecha para presentarla como la manifestación de reaccionarios deseosos de volver al poder. Incluso la táctica de la negación de una crisis económica en ciernes le salió bien a Zapatero, ganando las pasadas elecciones generales. Pero, renovado el mandato presidencial, la realidad dejó ver su lado cada día más amargo. Hoy, pese a las mentiras continuadas y la inacción manifiesta de presidente y ministros, es la misma realidad la que ha tumbado al gobierno Zapatero de la segunda legislatura; que es lo mismo que decir que Zapatero se ha noqueado a sí mismo. No es mérito de
Los cambios en el gobierno dejan perplejo a más de uno. Solbes se marcha. Lástima que haya tardado tanto. Pocos ministros, en la historia de la partitocracia española, tienen tan abultado récord de fracaso en su gestión. Este, además de llegar a los problemas tarde y mal, ha mentido reiteradamente, ocultando y negando aquella incipiente crisis económica que ya dejaba síntomas por todo el territorio nacional. En lugar de reaccionar, se sumaba a la estrategia de dejar en ridículo a quien denunciase que la economía española caía en picado. Satisfecho por haber “superado” a Pizarro en el debate de televisión, cae del gobierno un año después con el mismo resultado de su ministerio en aquél último gobierno de Felipe González: fracaso absoluto. Como absoluto es el ejercicio de cinismo de Rodriguez Zapatero loando la gestión de Solbes, agradeciendo su esfuerzo y dedicación y poniéndole como ejemplo del que muchos otros ministros han aprendido. Su sucesora,
Otro de los nombramientos sorpresa es el de Manuel Chaves. Deja la Junta de Andalucía tras casi veinte años de sembrar las administraciones andaluzas de enchufados, simpatizantes y militantes del partido. Que veinte años son nada, como cantaba Gardel. Que veinte años después, Andalucía sigue ocupando los primeros puestos en los rankings europeos de paro, y de deficiencia en infraestructuras. Abandona la presidencia de aquella comunidad dejando sobre ella un impenetrable caparazón de corrupción y tupidos filtros por los que no puede avanzar ni una sola de las sospechas de connivencia con tantas irregularidades urbanísticas que, de un modo u otro, han tenido que ser supervisadas por
El otro cambio que reafirma mi convicción de que se realiza en el gobierno un ajuste político, cuando se debería procurar un mejoramiento en gestión, iniciativa y preparación, es el nombramiento de Pepe Blanco como ministro de Fomento. Una de las carteras más importantes en estos momentos difíciles queda en manos de un hombre que no aporta preparación al respecto. Reconozco que su trabajo político en el partido fue eficiente, hasta los patinazos de Galicia y País Vasco. Hay quien dice que nombrarlo ministro es, a parte de premiarle por los servicios prestados, prepararlo para una futura candidatura en Galicia. Puede ser. Al menos tendrá entonces más a mano su modesto hogar ilegal construido a unas decenas de metros de la playa, que parece inmune a la ley de costas. Blanco, el insultador e insidioso profesional, llega a ministro. Deja muchas cabezas en el camino. Y quien sabe si el ministerio acabará por ahogarle. Magdalena Álvarez sale por la puerta de atrás, tras un ejercicio polémico y chulesco que todos recordaremos más por su frases y talante pretencioso que por los resultados obtenidos. Zapatero cambia las frases liadas de
En lo que respecta a los demás cambios, poco que comentar. Me choca que Zapatero haya hecho algún gesto de unificar carteras, de cara a una galería que pide moderación. Él mismo toma el mando del Consejo Superior de Deportes. ¿Por qué no ha integrado el innecesario ministerio de igualdad en el de Sanidad y política social? Sencillo. Va a necesitar con más asiduidad aún este ministerio de la polémica para distraer a la audiencia.