
Se plantea de este modo otra batalla de medios, de políticos, de vídeos y de declaraciones hipócritas y torcidas. Más de lo mismo. Sin embargo, parece que hayamos pasado por alto el gravísimo hecho de que un medio de comunicación, seguramente con la complicidad de algún responsable de Moncloa, ha accedido a información restringida para usarla en beneficio de un partido político y de un gobierno. Si esta es la clase de prudencia a la que se refiere la vicepresidenta del Gobierno Fernández de
El gobierno da muestras de estar desesperado; lo que me hace dudar de la veracidad de ciertas encuestas que aseguran que el PSOE y PP están prácticamente empatados en los pronósticos de voto para las europeas. No debe existir tanta confianza en las filas socialistas cuando su estrategia pasa por hacer ver a sus votantes cómo de malo es el partido opositor en lugar de ofrecer ideas y soluciones fundadas en las necesidades por las que pasamos los ciudadanos actualmente.
Si el nivel de insultos y descalificaciones pudiera medirse en una gráfica, es posible que viéramos cómo los picos al alza igualarían a la campaña electoral de las elecciones generales de 1996. En aquél tiempo asistimos al periodo electoral más duro de la historia hasta entonces.
Parece que estemos viendo un remake de aquél episodio, con nuevos actores y decorado diferente. Pero el argumento es el mismo. La necesidad de PSOE por conseguir calar en la opinión pública que la derecha es la culpable de la situación actual y la no existencia de alternativas al socialismo para salir de la crisis.
Esta mañana me comentaba un conocido y lector habitual de este blog que, aunque conoce mis preferencias políticas, yo debería ser más equilibrado y criticar en más ocasiones al Partido Popular. Le respondí que mi prioridad no es una oposición por la que no me siento representado. Mi verdadera preocupación es el gobierno y el partido que gobierna desde hace cinco años y que me toma por idiota cuando trata de explicarme que la crisis que no existía, la que negaban a costa de insultar a quienes la advertían, trate ahora de convencerme de que la culpa es de quienes no tienen las riendas del carro desde hace mucho tiempo.
Me preocupa, entre otras muchas razones, porque vuelven a poner en circulación las mismas mentiras que en el 96, con las que aseguraban que la derecha bajaría las pensiones y que contendría el gasto social a costa de los más desfavorecidos. Aquellas mentiras no solo no se cumplieron. Lo que se hizo realidad fue todo lo contrario: la época de mayor prosperidad que ha conocido España. Si embargo, la capacidad de la propaganda socialista llega a alterar la memoria colectiva de tal manera que no es difícil encontrar por la calle quien esté dispuesto asegurar que todos aquellos años de prosperidad se pueden resumir en la tragedia del Yakolev y la foto de Las Azores.
Me preocupa, en definitiva, porque vivo gobernado, mal que me pese, por un partido que vive de la mentira continuada y sostenida por sindicatos inútiles y medios de comunicación agradecidos. Y cuando alguna parte de esa mentira queda al descubierto, como RUMASA, los GAL, el Prestige, o Roldán – por poner unos pocos ejemplos – nunca pasa nada.
Nunca pasa nada porque el pueblo, la ciudadanía, o como queramos llamarnos, no tiene ni desea capacidad de reacción suficiente para poner en su sitio a estos dirigentes arrivistas, llegados al poder con el único objetivo de no perderlo, aún a costa de la fractura social resultante de sus estrategias de distracción y enfrentamiento.
Las filtraciones interesadas de información crítica a los medios de comunicación fue práctica habitual, en frecuencia ascendente, de los gobiernos felipistas. Zapatero retomó tal práctica cuando aún no era presidente. Hoy la táctica de estos “traficantes de lo que haga falta” funciona al cien por cien, pero nadie pagará por las consecuencias que puedan derivarse de estos hechos.
No quiero ni pensar lo que tendremos que oír en las próximas elecciones generales.